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    Capítulo 11—Consejos para los escritores

    La verdad presente en un estilo sencillo—En esta época, cuando fábulas agradables surgen a la superficie y atraen la mente, la verdad presentada en estilo fácil, apoyada en unas pocas pruebas indubitables, es mejor que la investigación destinada a hacer un abrumador despliegue de evidencias. Entonces, las diversas mentes no considerarán el argumento de menor valor que las evidencias que les fueran presentadas. Para muchos, los asertos positivos resultan mucho más convincentes que los largos argumentos. Los tales dan muchas cosas por sentado y las pruebas no les ayudan a decidir el caso.—Joyas de los Testimonios 1:294 (1872).OP 83.1

    En sus escritos, algunos deben precaverse constantemente de no oscurecer puntos que son claros, cubriéndolos con tantos argumentos que lleguen a perder el interés vital para el lector. Si se espacian tediosamente en ciertos puntos, dando todo detalle que se les ocurra, su trabajo estará casi perdido. El interés del lector no será suficientemente profundo como para estudiar el asunto hasta el final. Los puntos esenciales de la verdad pueden ser presentados de modo confuso si se presta atención a todo detalle minucioso. Se abarca mucho terreno, pero la obra a la cual se dedica tanta labor no producirá todo el bien que podría hacer si despertara interés general.—Ibíd. 293, 294 (1872).OP 83.2

    Comunicada por más de una mente—Sería de gran beneficio para el Hno. D que cultivara la sencillez y la claridad en sus escritos. Necesita evitar el detenimiento en todo punto que no sea de importancia vital. Aun las verdades más esenciales y manifiestas, las que son por sí mismas claras y directas, pueden estar rodeadas con tantas palabras que aparezcan como borrosas y confusas.OP 84.1

    El Hno. D puede ser muy sólido en cada punto de la verdad presente, y sin embargo no estar completamente capacitado para comunicar por escrito nuestra esperanza a los franceses. El puede ayudar en esta tarea. Pero el tema debería ser preparado por dos o más mentes, para que no lleve el sello de las particularidades de uno solo. La verdad que fue alcanzada y preparada por varias mentes, que se manifestó en el momento determinado por Dios—eslabón tras eslabón, como un encadenamiento—y que se la obtuvo por una ferviente búsqueda, debe ser dada al pueblo y adaptada para satisfacer las necesidades de muchos. Debe ser estudiada a la brevedad a fin de que interese al lector. Los artículos largos y llenos de palabras innecesarias son un insulto a la verdad que el escritor desea presentar.—Testimonies for the Church 2:671 (1871).OP 84.2

    Artículos largos—Deseo pedirle que publique sus artículos en Watchman*The Watchman [El Vigía], nombre abreviado de The Southern Watchman [El Vigía del Sur], se publicó posteriormente con el nombre de These Times [Estos Tiempos]. constantemente. Los artículos del pastor _____ son largos, y a menos que él cambie, matará la circulación de Watchman. En él debe haber artículos breves y espirituales. Le escribiré de nuevo al pastor _____. No puedo dar mi consentimiento a la inclusión de tantos artículos largos bajo el nombre de un solo autor. Hermano _____, esto debe cambiar. Pero, ¿cómo produciremos el cambio? ¿Qué podemos hacer? Escribiré al Hno. _____ y veré si puedo hacer algún bien. Haré lo mejor que pueda. Quiera Dios darme sabiduría y buen juicio. Se necesita una mayor profundidad espiritual en los artículos que publica Watchman, si se ha de mantener el interés en el periódico.—Carta 78, 1906.OP 84.3

    Nuestros ministros deben escribir—Los ministros que están ocupados en la labor activa en la causa de Dios y que han alcanzado una buena reputación entre nosotros, deberían usar su influencia de la manera más amplia.OP 85.1

    Sus responsabilidades no cesan con sus labores en el púlpito. Es el deber de cuantos pueden escribir—especialmente de quienes ministran las cosas santas—, ejercitar sus talentos en este sentido. Deberían sentir que es una rama de su trabajo dar pruebas tangibles de su interés por The Review and Herald mediante artículos agudos y espirituales de su pluma para sus columnas. Esta publicación, que es la única predicación para centenares de personas, no es lo que debería ser o lo que podría ser. Aquí hay una oportunidad de hablar a miles de personas, y todos los que hablan mediante la Review deberían sentir la carga de tener algo que decir.OP 85.2

    Artículos mediocres—Los hombres de poca experiencia y poca influencia sólo pueden preparar sermones comunes. Algunos de nuestro pueblo los leen, mientras otros no sienten interés en leerlos. Nada hay en sus palabras o en su organización que arda hasta penetrar en el corazón. Algunos tienen interés suficiente para leer cada sermón, aunque sea deficiente en ideas nuevas e interés. Cuando, con el correr del tiempo, se llega a conocer a las personas cuyos nombres aparecen bajo el título de sus sermones, se descubre que no son todo lo que profesan ser: les falta experiencia. Entonces, pierden confianza en la publicación; y cuando leen sermones de la pluma de hombres cuyos nombres no conocen sienten desconfianza porque ya han sido engañados antes, y aunque haya buen contenido en los sermones, no lo reconocen como alimento; con ello pierden mucha buena instrucción...OP 85.3

    Los cristianos no deben burlarse de los dones más pequeños de la iglesia. Algunos escritores de sermones que han aparecido en la Review no han trabajado con los dos o tres talentos que recibieron, sino que han manejado los cinco que no les fueron entregados a ellos. Hicieron un mal trabajo. El Maestro conocía su capacidad, y no les dio más de los que podían usar de la mejor manera cuando llegara el momento de rendir cuentas. No les pide más de lo que pueden realizar. Ninguno debería lamentarse porque no puede glorificar a Dios con los talentos que nunca le fueron entregados. Los que están limitados a tener un solo talento, si lo utilizan bien, serán aceptos por Dios por esa capacidad...OP 86.1

    Los dirigentes deben contribuir con artículos—Los ministros que tienen la causa de Dios en su corazón deberían hacer esfuerzos especiales para colaborar con la Review mediante artículos interesantes y espirituales. Todos pueden encontrar tiempo para hacerlo si tienen voluntad y disposición para ocuparse de esta tarea. Algunos son demasiado indolentes y cómodos, y tal vez pasan horas conversando acerca de temas que no están particularmente relacionados con el progreso de la causa y la obra de Dios. El tiempo así ocupado se pierde, y resultan ser siervos inútiles. Si hubieran ocupado ese tiempo en el estudio de la Palabra de Dios, alimentándose fervientemente de sus preciosas páginas y preparándose para ser ministros más capaces, su tiempo habría sido más provechoso. Tendrían algo acerca de lo cual escribir. Podrían proveer artículos que darían instrucción y ánimo al pueblo de Dios. Los tales sólo estarían cumpliendo su deber y entregando al rebaño de Dios alimento a su tiempo...OP 86.2

    Un mensaje sincero—Cuando nos demos un banquete de la Palabra de Dios, por causa de la preciosa luz que recogemos de ella, presentémosla a otros para que también puedan gozarse con nosotros. Que esa comunicación sea espontánea y sincera. Podemos atender mejor a la gente donde se encuentra, en vez de buscar palabras elevadas que lleguen al tercer cielo. La gente no está allá, sino precisamente aquí, en este mundo afligido, pecaminoso y corrupto, luchando contra las severas realidades de la vida.OP 87.1

    Cristo no vino para ser servido, sino para servir. El fue nuestro ejemplo, y Dios nos ha asignado nuestra obra: servir a las necesidades de otros, de acuerdo con la capacidad que nos ha dado. Al usar esta capacidad de la mejor manera posible, ella aumentará. Los que hacen todo lo que pueden con lo que Dios les ha confiado, y depositan todo el peso sobre él, tendrán fortaleza cuando ella sea necesaria. Al actuar así, le damos lugar a Dios para trabajar por nosotros; para enseñarnos, conducirnos, impresionarnos y hacernos canales mediante los cuales su luz puede ser comunicada a muchos otros que están en las tinieblas.—The Review and Herald, 5 de enero de 1869.OP 87.2

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