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RELATO DE OTIS NICHOLS, TESTIGO PRESENCIAL MV 33

Escribiendo en 1859 ó 1860, Otis Nichols ofreció este relato de la reunión: MV 33.2

Alrededor de la 1:00 p.m. se inició la reunión con cantos y oraciones de Sargent, Robbins y French; entonces uno de nosotros oró para que el Señor dirigiese esta reunión. Luego la Hna White comenzó a orar y poco después fue arrebatada en visión con manifestaciones extraordinarias y continuó hablando en visión con una voz penetrante, la que todos los presentes podían entender claramente, hasta cerca de la puesta del sol. MV 33.3

Sargent, Robbins y French estaban muy exasperados y excitados al oír a la Hna. White hablar en visión, la que ellos declararon que procedía del diablo. Agotaron toda influencia y fuerza corporal para destruir el efecto de la visión. Se reunían para cantar muy fuerte, y luego hablaban y leían de la Biblia alternadamente en alta voz a fin de que Elena no pudiera ser oída, hasta que su fuerza se agotó y sus manos temblaban, de modo que no podían leer de la Biblia. MV 33.4

Pero en medio de toda esta confusión y mido, todos los presentes oían nítidamente la voz clara y penetrante de Elena mientras hablaba en visión. La oposición de estos hombres continuó mientras pudieron hablar y cantar, a pesar de que algunos de sus propios amigos los reprendían y les pedían que parasen. MV 33.5

“Pero —dijo Robbins—, ustedes se inclinan ante un ídolo. Están adorando a un becerro de oro”. MV 33.6

El Sr. Thayer, el dueño de la casa, no estaba plenamente convencido de que la visión de Elena era del diablo, como Robbins lo declaraba. Quería que de alguna manera fuese probada. Había oído que las visiones causadas por el poder satánico eran frenadas abriendo la Biblia y colocándola sobre la persona en visión, y le preguntó a Sargent si él probaría de esa manera la visión de la Hna. White, lo cual él se negó a hacer. MV 33.7

Entonces Thayer tomó una Biblia de familia pesada, de tamaño grande, que se encontraba sobre la mesa y que raramente se usaba, la abril y la colocó abierta sobre el pecho de Elena mientras ella se hallaba en visión; en ese momento ella estaba inclinada hacia atrás contra la pared, en una esquina de la habitación. Inmediatamente después de que la Biblia fue puesta sobre ella, Elena se levantó y caminó al medio de la habitación, con la Biblia abierta en una mano y levantada tan alto como ella podía alcanzar, y con sus ojos mirando fijamente hacia arriba, declaró en forma solemne: “El testimonio inspirado de Dios”, o palabras equivalentes, y luego continuó por un largo rato, mientras la Biblia estaba extendida en una mano y sus ojos miraban hacia arriba y no a la Biblia, dando vuelta las páginas con la otra mano y colocando su dedo sobre ciertos pasajes y declarando correctamente su contenido con una voz solemne. MV 33.8

Muchos de los presentes miraron los pasajes donde su dedo apuntaba para ver si ella enunciaba correctamente [su contenido], porque sus ojos al mismo tiempo estaban mirando hacia arriba. Algunos de los pasajes aludidos eran juicios contra los malvados y blasfemos, y otros eran admoniciones e instrucciones relativas a nuestra condición actual. MV 34.1

Ella continuó toda la tarde en este estado hasta cerca de la puesta del sol, cuando salió de la visión. MV 34.2

Cuando Elena se puso de pie en visión con la pesada Biblia abierta sobre su mano, y caminó por la habitación declarando los pasajes de la Escritura, Sargent, Robbins y French estaban callados. Por el resto del tiempo estaban turbados, como muchos otros, pero cerraron sus ojos y aguantaron hasta el final, sin dar a conocer en absoluto cuáles eran sus sentimientos (DF 105, “Statement by Otis Nichols” [ver también 1LS, pp. 232-234; 2SG, pp. 77-79]). MV 34.3

No mucho después estos hombres confesaron públicamente algunos de los actos más vergonzosos de sus vidas. Esto tuvo el efecto de acabar con las reuniones en Randolph y separar a los creyentes honestos de la influencia impía de esos hombres. Al cabo de un corto tiempo los fanáticos del “Grupo de no-trabajar” renunciaron a su fe en la Biblia y se dispersaron, como Elena había predicho. MV 34.4

Algunas almas resueltas que más tarde llegaron a ser pilares en la iglesia, inicialmente vacilaron en aceptar las visiones de Elena Harmon. Entre ellos se destacaba José Bates. MV 34.5

José Bates había sido un obrero ferviente en el despertar adventista de 18401844. Un capitán de barco que se convirtió en ministro, Bates invirtió sus bienes y sus fuerzas en la proclamación de la pronta venida de Cristo. Cuando Elena y su hermana estuvieron en New Bedford, Massachusetts, llegaron a relacionarse con él y su familia. Él, por supuesto, se enteró de las visiones dadas a Elena, y esto lo perturbó. Dos años más tarde escribió en cuanto a su experiencia: MV 34.6

Aunque no podía ver en ellas nada que militase contra la Palabra, sin embargo me sentía alarmado y como afrontando una gran prueba, y por un largo tiempo no estuve dispuesto a creer que esto fuese algo más que el resultado de un prolongado estado de debilidad de su cuerpo. MV 34.7

Por lo tanto busqué oportunidades en la presencia de otros, cuando su mente parecía libre de excitación (fuera de las reuniones) para interrogarla y volverla a interrogar, como también a sus amigas que la acompañaban, especialmente a su hermana mayor [Sarah], a fin de descubrir la verdad, si fuera posible (3LS, pp 97-98). MV 34.8

Bates se había sentido perturbado por serias dudas en cuanto a las visiones, pero la evidencia en la experiencia en Topsham, Maine, en el hogar de Eli Curtis en noviembre de 1846, fue tal que desde ese tiempo en adelante las aceptó de todo corazón. Bates contó la historia a su amigo J. N. Loughborough, quien la registró en su libro The Great Second Advent Movement (El gran movimiento del segundo advenimiento). MV 35.1

La Sra. White, mientras estaba en visión, comenzó a hablar sobre las estrellas, dando una radiante descripción animada de bandas de color rosado que veía a través de la superficie de un planeta, y agregó: “Veo cuatro lunas”. MV 35.2

“¡Oh! —dijo el pastor Bates—, ¡ella está viendo a Júpiter!” MV 35.3

Luego, tras hacer movimientos como si viajase a través del espacio, Elena comenzó a dar una descripción de las bandas y los anillos en su belleza siempre cambiante, y dijo: “Veo siete lunas”. MV 35.4

El pastor Bates exclamó: “Está describiendo a Saturno”. MV 35.5

Luego ella dijo: “Veo seis lunas”, e inmediatamente comenzó a describir a Urano, con sus seis lunas; luego siguió una descripción maravillosa de los “cielos que se abren”, con su gloria, llamándola una abertura hacia una región más iluminada. El pastor Bates dijo que la descripción de Elena sobrepasaba por lejos cualquier narración de los cielos que se abren que él alguna vez hubiese leído de cualquier autor. MV 35.6

Mientras ella estaba hablando y se encontraba todavía en visión, Bates se puso de pie y exclamó: “¡Oh, cómo quisiera que Lord John Rosse estuviese aquí esta noche!” El pastor White preguntó: “¿Quién es Lord John Rosse?” MV 35.7

“Oh —dijo el pastor Bates—, es el gran astrónomo inglés. Quisiera que hubiera estado aquí para oír a esa mujer hablar de astronomía, y para oír esa descripción de los ‘cielos que se abren’. Está más avanzada que cualquier cosa que yo haya leído alguna vez sobre el tema” (GSAM, p. 258). MV 35.8

Elena de White informó en cuanto a esta experiencia que ocurrió en la casa de Eli Curtis: MV 35.9

Después que salí de la visión relaté lo que había visto. El pastor Bates me preguntó entonces si yo había estudiado astronomía. Le dije que no recordaba haber investigado nunca de astronomía. MV 35.10

Él dijo: “Esto es del Señor”. MV 35.11

Nunca lo había visto tan despreocupado y feliz. Su rostro brillaba con la luz del cielo, y él exhortó a la iglesia con poder (1LS, p. 239). MV 35.12

Otro pionero del Movimiento Adventista que había presenciado las primeras manifestaciones del don del Espíritu a través de Elena Harmon fue John Loughborough, quien primero la vio en visión en 1852 y más adelante en la vida declaró que la había visto en visión cincuenta veces. Él escribió: MV 35.13

Al entrar en visión ella da tres gritos arrobados de “¡Gloria!” que resuenan una y otra vez; la segunda exclamación, y especialmente la tercera, en forma más débil pero más emocionante que la primera. La voz se parece a la de alguien que está a considerable distancia de usted, a punto de volverse imperceptible. MV 36.1

Por unos cuatro o cinco segundos parece que ella se va a caer como alguien que se desmaya, o como quien ha perdido su fuerza; entonces parece que en forma instantánea es llenada de fuerza sobrehumana, a veces poniéndose inmediatamente de pie y caminando por la habitación. Mueve frecuentemente las manos y los brazos, señalando a la derecha o la izquierda mientras que su cabeza gira. Todos estos movimientos son hechos en una manera muy delicada. Cualquiera sea la posición en que coloca la mano o el brazo, es imposible que alguien los mueva. MV 36.2

Sus ojos están siempre abiertos, pero ella no pestañea; su cabeza está levantada y ella mira hacia arriba, no con una mirada vacía, sino con una expresión agradable, sólo diferenciándose de la expresión normal en que parece estar mirando deliberadamente a algún objeto distante. MV 36.3

Ella no respira, sin embargo su pulso late regularmente. La expresión de su semblante es agradable, y el color de su rostro es tan encarnado como en su estado natural (GSAM, pp. 204-205). MV 36.4

Las visiones individuales se distinguían por varias características, pero Jaime White señaló cuatro: MV 36.5

1. Está completamente inconsciente de todo lo que ocurre a su alrededor, como ha sido probado por los exámenes más rigurosos, pero se ve a sí misma como distante de este mundo y en la presencia de los seres celestiales. MV 36.6

2. No respira. Durante todo el período que se encuentra en visión, que en ocasiones diferentes ha oscilado entre quince minutos y tres horas, no hay respiración, como ha sido probado repetidamente al oprimirle el pecho y al cerrarle la boca y las ventanas de la nariz. MV 36.7

3. Inmediatamente después de entrar en visión, sus músculos se toman rígidos y sus coyunturas, firmes, hasta el punto de que ninguna fuerza externa puede influir sobre ellos. Al mismo tiempo sus movimientos y gestos, que son frecuentes, tienen soltura y gracia, y la persona más fuerte no puede obstruirlos ni controlarlos. MV 36.8

4Al salir de la visión, ya sea en horas del día o en una habitación bien iluminada por la noche, todo es completa oscuridad. Su capacidad para distinguir aun los objetos más brillantes, puestos a pocos centímetros de los ojos, no regresa sino gradualmente... MV 36.9

Durante los últimos 23 años ella probablemente ha tenido entre cien y doscientas visiones. Le han sido dadas bajo casi cualquier variedad de circunstancias, sin embargo han mantenido una maravillosa similitud (Life Incidents, p. 272). MV 37.1

Mientras que Elena no había tenido parte en el procedimiento divino que la escogió como la persona a quien se le daría el don de profecía para la iglesia remanente, la responsabilidad de entregar luz, verdad y consejo especiales la angustiaba mucho. A menudo oraba a Dios para que la liberase de la carga y la depositase sobre alguien más capaz de llevarla. Muchas veces sintió que la muerte habría sido bienvenida para aliviarla de sus responsabilidades. MV 37.2

“Comunica fielmente el mensaje —le había dicho el ángel—. Persevera hasta el fin y comerás del fruto del árbol de vida y beberás del agua de vida” (NB, p. 79). Con esta seguridad Elena se consagró al Señor, lista para cumplir con sus mandatos cualquiera fuese el costo. MV 37.3

Jesús no les dijo a sus discípulos que su trabajo sería fácil. Cuando Elena aceptó el llamado de ser una mensajera especial de Dios, tampoco se le dijo que sería algo fácil. No era fácil que se la aceptara con el papel que se le había confiado. MV 37.4

Pero uno de los problemas más difíciles que ella y su familia enfrentaron al comienzo de su ministerio era el asunto de la transportación. ¿Cómo una niña de 18 años, frágil y débil de salud, podría viajar y visitar a los creyentes esparcidos en Maine, Massachusetts, New Hampshire y otros lugares? Frecuentemente ella se desmayaba en los barcos o en el tren y por varios minutos quedaba sin respirar. MV 37.5

Jaime White explicó: MV 37.6

Era necesario que ella tuviera una o más ayudantas. Ya sea su hermana Sarah o la Hna. Foss viajaban con ella. Y como ni su padre anciano ni su hermano de salud precaria eran personas adecuadas para viajar con alguien tan débil, y presentarla a ella y su misión ante la gente, quien esto escribe, creyendo plenamente que su maravillosa experiencia y obra eran de Dios, llegó a la conclusión de que era su deber acompañarlas. MV 37.7

Y como el hecho de viajar así nos sometió a los reproches de los enemigos del Señor y de su verdad, pareció muy claro que correspondía que alguien que tenía un mensaje tan importante para el mundo debería tener un protector legal, y que deberíamos unir nuestras labores (1LS, p. 238). MV 37.8

Jaime y Elena habían estado estrechamente relacionados en sus viajes y tra bajos durante gran parte del año 1845, pero aparentemente ninguno de los dos había pensado en el casamiento. Más tarde Jaime White escribió en cuanto a la situación de ellos diciendo que ambos compartían el punto de vista de que la venida de Cristo estaba “cercana, aun a las puertas... La mayoría de nuestros hermanos que creían con nosotros que el Movimiento del Segundo Advenimiento era la obra de Dios, se oponían al matrimonio en el sentido de que como el tiempo era muy corto, ese paso era una negación de la fe, ya que dicha unión contemplaba largos años de vida matrimonial” (Id., p. 126). MV 37.9

A medida que el trabajo de ella se extendería hacia un campo más vasto, presentaron el asunto al Señor y sintieron la convicción de que Dios tenía una obra grande para ambos, y que podrían ayudarse mucho el uno al otro en ese trabajo. MV 38.1