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EL COLEGIO DE AVONDALE: EN SUSPENSO MV 328

Cuando Elena de White y sus acompañantes regresaron a Granville, lo hicieron a una casa diferente. Su primera casa en Australia había estado en Melbourne, donde ella estableció su sede central durante seis meses. Cuando se planeó que el próximo período de la Escuela Bíblica Australasiana comenzase el 4 de abril, había llegado el momento cuando debía terminar su trabajo en Melbourne para poner a disposición de los estudiantes las piezas que ella y sus ayudantas estaban ocupando. Además, el clima de Nueva Gales del Sur, por el hecho de estar más al norte, prometía ser más confortable que el de Melbourne. De modo que en marzo se alquiló una casa para ella en Granville, un suburbio de Sydney. MV 328.4

La casa en Granville, como muchas en Australia, llevaba un nombre: Per Ardua. Era de ladrillo y tenía diez habitaciones, algunas de forma estrambótica. Estaba en un lote de una hectárea (dos acres), con un huerto, un lugar para una quinta de verduras y una dehesa cubierta de hierba, con algo de sombra de unos eucaliptos. También había árboles con sombra en el frente. En una carta a Willie, Elena de White comentó favorablemente en cuanto al hogar o chimenea francesa, los amplios porches y el jardín; en términos generales, ella estaba complacida con la casa. El edificio era suficientemente grande, si se apretaban, para ella y su hijo, más el pastor Starr y su esposa, y varias de sus ayudantes. MV 328.5

W. C. White, un viudo cuyas hijas en crecimiento estaban viviendo en la casa de él en Battle Creek, fue obligado a ir, por así decirlo, de la Ceca a la Meca en lo que se refiere a su lugar de alojamiento. Forzado a la más estricta economía debido a su escasez de recursos, se contentó con una pieza en la casa de su madre. Viajaba en barco en tercera clase; tomaba trenes lentos y con tarifas económicas cuando tenía la oportunidad de hacerlo; y como presidente de la Unión a menudo escribía a máquina sus propias cartas y trabajaba prodigiosamente. MV 328.6

Per Ardua estaba al pie de un cerro y tenía ventanas bajas, más bien pequeñas, y a medida que pasaba el tiempo la Sra. White se fue sintiendo menos a gusto en ella. MV 329.1