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26—Nuestro hermano mayor SE2 243

«POR TANTO, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, con señales, prodigios, diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad» (Heb. 2: 1-4). SE2 243.1

«Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios experimentara la muerte por todos” (Heb. 2:9). Gracias a Dios por las palabras «por todos”. SE2 243.2

«Convenía a aquel por cuya causa existen todas las cosas y por quien todas las cosas subsisten que, habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionara por medio SE2 243.3

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Manuscrito 20, 1902. de las aflicciones al autor de la salvación de ellos». Cristo vino a este mundo revistiendo su divinidad de humanidad, con el fin de asumir el liderazgo de la raza humana. Vino para soportar las pruebas que debemos enfrentar, para vencer las tentaciones que debemos vencer. Él vino para demostrar que se puede vivir una vida sin manchas gracias al poder recibido de lo alto. Él fue tentado en la misma forma que somos tentados, pero no cedió en ocasión alguna. Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos”. Dejando su elevada posición, descendió a este mundo para convertirse en nuestro hermano mayor. «Por tanto, teniendo un gran Sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Heb. 4: 14-16]).

¡Cuánta esperanza, valor y confianza deberían inspirar en nosotros esas palabras! No nos hundamos en el desaliento y la desesperanza debido a que cometemos errores. SE2 244.1

«Porque todo sumo sacerdote es escogido de entre los hombres y constituido a favor de los hombres ante Dios, para que presente ofrendas y sacrificios por los pecados, él puede mostrarse paciente con los ignorantes y extraviados, puesto que él también está rodeado de debilidad” [Heb. 5: 1, 2]. Qué bueno sería que aquellos que manifiestan poca compasión por quienes cometen errores, leyeran estas palabras y reflexionaran sobre ellas. SE2 244.2

Nuestro Salvador no vivió en un misterioso aislamiento durante los años previos a su ministerio público. Jesús vivió con sus padres en Nazaret, y trabajó con José como carpintero. Su vida fue sencilla, libre de extravagancias o exhibicionismo. Cuando llegó el momento para que comenzara su ministerio público, él se dedicó a proclamar el evangelio del reino. Conservó la misma sencillez de vida hasta el final de su obra. Él seleccionó a sus ayudantes de las más bajas esferas sociales; sus primeros discípulos eran humildes pescadores de Galilea. Su enseñanza era tan sencilla que hasta los niños pequeños la entendían, y luego podían ser escuchados mientras repetían sus palabras. Todo lo que dijo e hizo poseía el encanto de la sencillez. SE2 244.3

Cristo fue un agudo observador que prestaba atención a muchas cosas que los demás pasaban por alto. Siempre estuvo dispuesto a ayudar, a expresar palabras de esperanza y ánimo a los desalentados y a los enlutados. Él permitió que la muchedumbre lo apretujara sin quejarse, aunque a veces prácticamente lo alzaban en vilo. Al encontrarse con un funeral no seguía de largo con indiferencia; la tristeza embargaba su rostro al contemplar la muerte mientras lloraba con los dolientes. SE2 244.4

Cuando los niños recogían flores silvestres que crecían en abundancia en los alrededores y se agolpaban para ofrecerle aquellos sencillos presentes, los recibía con placer, sonriendo y expresando su gozo al ver tantas variedades de flores. SE2 245.1

Aquellos niños eran su herencia. Él sabía que había venido a rescatarlos de manos del enemigo al morir en la cruz del Calvario. Les dirigía palabras que ellos atesoraban en sus corazones para siempre. Los niños se llenaban de alegría al percatarse, por la forma tan amorosa que tenía Jesús de hablarles, de que apreciaba los obsequios que ellos le ofrecían. SE2 245.2

Cristo observaba a los niños mientras jugaban y a menudo les manifestaba su aprobación si ellos conseguían algún éxito en alguna sencilla actividad que estuvieran realizando. Él les cantaba a los niños utilizando palabras dulces y animadoras, y ellos se daban cuenta de que él los amaba. Jamás les frunció el ceño. Él compartió sus gozos y penas infantiles. A menudo, él recogía flores y, luego de hacerles ver a los niños la belleza de ellas, se las entregaba a manera de obsequio. Él había creado las flores y se gozaba en señalar la hermosura de las mismas. SE2 245.3

Se ha dicho que Jesús jamás sonrió. Eso no es cierto. Cualquier niño en su inocencia y pureza conseguía hacer brotar de sus labios un cántico de gozo. SE2 245.4

Nuestro Salvador explicaba la Palabra de Dios a sus seguidores en forma tan clara que todos se sentían gozosos en su compañía. Él elevaba los pensamientos de la gente de las cosas terrenales e inferiores, a los principios santos de la verdad y la justicia. Cristo los preparó para que entendieran lo que implicaba la transformación del carácter a la semejanza divina. Sus palabras estimulaban la fe. Cristo elevaba los pensamientos de sus oyentes desde este mundo, con sus afanosos cuidados, a uno más elevado y noble que muchos habían perdido de vista. Asimismo demostró que cada momento de la vida está preñado de significados eternos, declarando que las cosas de este mundo son de menor importancia, al compararlas con las cosas del mundo venidero. SE2 245.5

Cristo siempre estimuló la laboriosidad. «¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados?». Al indolente le dijo: Trabajen «mientras dura el día, la noche viene, cuando nadie puede trabajar». Él les mostró que Dios les ha confiado talentos a todos, que deben ser mejorados y multiplicados al utilizarlos con fidelidad. Al observar a los hombres empeñados en obtener riquezas mundanales, utilizando las habilidades que les habían sido confiadas con el fin de aprovecharse de los demás, exclamó: «¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!». SE2 245.6

Nuestro Salvador era la Majestad del cielo, el Rey de gloria; pero dejó a un lado su manto y su corona reales, y revistió su divinidad de humanidad para experimentar en sí mismo los sufrimientos y las tentaciones de los seres humanos. Vino para ser nuestro garante, para vencer por nosotros, para vivir por nosotros una vida sin pecado; para que mediante su poder nosotros obtuviéramos la victoria sobre el pecado. SE2 246.1

Él vino diciendo: «Anunciaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la congregación te alabaré” [Sal. 22: 22]. Se colocó al mismo nivel de los seres humanos, diciendo: «Me colocaré al frente de la raza humana para que mediante mi humillación ellos puedan ser aceptados como miembros de la familia real. Declararé el nombre de Dios a mis hermanos. Pondré mi confianza en él. Pondré mi confianza en él, del mismo modo en que deseo que mis discípulos lo hagan”. SE2 246.2

«Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” [Heb. 2: 14-15]. SE2 246.3

Unicamente al sufrir la condena de nuestra desobediencia pudo él libramos de la muerte eterna. Él se hizo pecado por nosotros, para que nosotros en él nos convirtamos en justicia para Dios. De ese modo Cristo nos colocó en un privilegiado sitial donde podamos vivir vidas puras y sin pecado. Los culpables que acuden a él en busca de perdón, confesando sus pecados, comparecen ante el Padre como inocentes debido a que el gran Inocente ha cargado con sus culpas. Los que nada merecen son hechos merecedores, mientras que para favorecemos a nosotros a él se le da lo que nosotros merecíamos. SE2 246.4

He ahí al Hijo de Dios postrado en el Getsemaní, en medio de la agonía causada por el dolor. Aquel que fue tocado por el sufrimiento humano, a quien todos buscaban por palabra y acción para que aliviara el sufrimiento humano, ahora parece una caña cascada. SE2 246.5

«Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham. Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados» [Heb. 2: 16-18, RV60]. SE2 246.6