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La iglesia y el mundo 2JT 244

¡Cuán despreciables son a la vista de un Dios santo los que profesan vindicar su ley, y sin embargo violan sus preceptos! Traen oprobio a la preciosa causa y dan a los oponentes de la verdad ocasión de triunfar. Nunca debiera obliterarse la marca de distinción entre los que siguen a Jesús y los que siguen a Satanás. Hay una línea clara trazada por Dios mismo entre el mundo y la iglesia, entre los que observan los mandamientos y los que los violan. No se fusionan, son tan diferentes como el mediodía de la medianoche: diferentes en sus gustos, sus propósitos, su carácter. Si cultivamos el amor a Dios y el temor de Jehová, rechazaremos la menor aproximación a la impureza. 2JT 244.1

El Señor atraiga las almas a sí mismo y les imparta individualmente un sentido de su responsabilidad de formar un carácter tal que Cristo no se avergüence de llamarlos hermanos. Elevad la norma, y la bendición celestial será pronunciada sobre vosotros en aquel día en que cada uno recibirá según las acciones hechas en el cuerpo. Los que trabajan para Dios deben vivir como a su vista, y estar constantemente desarrollándose en carácter, en verdadera virtud y piedad. Su mente y corazón deben estar tan cabalmente dominados por el Espíritu de Cristo, y tan embargados por la solemnidad del mensaje sagrado que tienen que llevar, que todo pensamiento, acción y motivo estarán muy por encima de lo terrenal y sensual. Su felicidad no consistirá en las complacencias prohibidas y egoístas, sino en Jesús y su amor. 2JT 244.2

Mi oración es: “¡Oh Señor, unge los ojos de tu pueblo, para que discierna entre el pecado y la santidad, entre la contaminación y la justicia, y salga al fin vencedor!” 2JT 244.3

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En la batalla con las corrupciones interiores y las tentaciones exteriores, aun el sabio y poderoso Salomón fué vencido. No es conducta segura permitirse la menor desviación de la integridad más estricta. “Apartaos de toda apariencia de mal.” 1 Tesalonicenses 5:22 (VBC). Cuando una mujer relata sus dificultades de familia, o se queja de su esposo a otro hombre, viola sus votos matrimoniales; deshonra a su esposo y quebranta la muralla erigida para preservar la santidad de la relación matrimonial; abre de par en par la puerta e invita a Satanás a entrar con sus tentaciones insidiosas. Esto es precisamente cómo Satanás quiere que sea. Si una mujer acude a un hermano cristiano a relatarle sus desgracias, sus desilusiones y sus pruebas, él debe siempre aconsejarle que, si ha de confiar sus dificultades a alguien, elija hermanas como sus confidentes, y entonces no habrá apariencia de mal que pueda hacer sufrir oprobio a la causa de Dios.*Testimonios para la Iglesia 2:306 (1869). 2JT 245.1