173. Es imposible prescribir por peso la cantidad de alimento que debe consumirse. No es aconsejable seguir este procedimiento, pues al hacerlo la mente se concentra en sí misma. El comer y beber resulta algo muy gravoso... Hay muchos que han sentido un gran peso de responsabilidad en cuanto a la cantidad y calidad de los alimentos mejor adaptados para nutrir el organismo. Algunos, especialmente los dispépticos, se han afligido tanto con respecto a su menú que no han tomado alimentos suficientes para nutrir el organismo. Han hecho un gran daño a la casa donde viven y tememos que se hayan arruinado a sí mismos para toda la vida.—Carta 142, 1900. CRA 128.4
174. Hay algunos que siempre recelan de que la comida, por muy sencilla y sana que sea, les haga daño. Permítaseme decirles: No penséis que la comida os va a hacer daño; no penséis siquiera en la comida. Comed conforme os lo dicte vuestro sano juicio; y cuando hayáis pedido al Señor que bendiga la comida para fortalecimiento de vuestro cuerpo, creed que os oye, y tranquilizaos.—El Ministerio de Curación, 247 (1905). CRA 129.1
[Extremos al prescribir en forma precisa el número y la cantidad de alimentos—317] CRA 129.2
175. Otro mal grave es el de comer a deshoras, como por ejemplo después de un ejercicio violento y excesivo, o cuando se siente uno extenuado o acalorado. Inmediatamente después de haber comido, el organismo gasta un gran caudal de energía nerviosa; y cuando la mente o el cuerpo están muy recargados inmediatamente antes o después de la comida, la digestión queda entorpecida. Cuando se siente uno agitado, inquieto o apurado, es mejor no comer antes de haber obtenido descanso o sosiego. CRA 129.3
Hay una estrecha relación entre el cerebro y el estómago, y cuando éste enferma se sustrae fuerza nerviosa del cerebro para auxiliar a los órganos digestivos debilitados. Si esto sucede con demasiada frecuencia, se congestiona el cerebro. Cuando la actividad cerebral es continua y escasea el ejercicio físico, aun la comida sencilla debe tomarse con moderación. Al sentarse a la mesa, deséchense los cuidados, las preocupaciones y todo apuro, para comer despacio y alegremente, con el corazón lleno de agradecimiento a Dios por todos sus beneficios.—El Ministerio de Curación, 235 (1905). CRA 129.4