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Demasiado borracho para pensar, 25 de agosto CV 243

Ester 1:1-12.

Estando el corazón del rey alegre del vino, mandó... que trajesen a la reina Vasti a la presencia del rey con la corona regia, para mostrar a los pueblos y a los príncipes su belleza; porque era hermosa. Ester 1:10, 11. CV 243.1

Cuando llegó esta orden del rey, Vasti no la cumplió porque sabía que se había usado mucho vino y que Asuero estaba bajo la influencia del licor embriagante. Por respeto a su marido y a sí misma, decidió no dejar su lugar a la cabeza de las mujeres de la corte.—The S.D.A. Bible Commentary 3:1139. CV 243.2

El rey envió por la reina cuando ya no era él mismo, cuando su razón había sido destronada por la ingestión de bebida, a fin de que los hombres presentes en la fiesta, embrutecidos por el vino, pudiesen mirar su belleza. Ella actuó en armonía con una conciencia pura. CV 243.3

Vasti rehusó obedecer la orden del rey, pensando que cuando volviera a razonar alabaría su forma de actuar. Pero el rey tenía malos consejeros. Arguyeron que esto sería un poder en mano de las mujeres que redundaría en su propio perjuicio.—Ibid. CV 243.4

No importa cuán alta sea su posición, los hombres están sujetos a Dios. El gran poder ejercido por los reyes a menudo conduce a extremos en la exaltación del yo. Los juramentos indignos hechos para instaurar leyes que desconozcan las leyes superiores de Dios, conducen a grandes injusticias. CV 243.5

Excesos tales como el que se describe en el primer capítulo de Ester, no glorifican a Dios. Pero el Señor cumple su voluntad mediante hombres que están no obstante extraviando a otros. Si Dios no extendiera su mano refrendadora, extrañas exhibiciones se verían. Pero Dios impresiona mentes humanas para cumplir su propósito, aun cuando la que es usada persista en las malas prácticas. El Señor realiza sus planes mediante hombres que no reconocen sus lecciones de sabiduría. En su mano está el corazón de cada gobernante de la tierra y puede dirigirlo hacia donde quiera, así como dirige las aguas del río.—Ibid.*Jeremías 49, 50 CV 243.6