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Puros, humildes, temperantes CE 67

Los colportores necesitan tener refinamiento propio y modales pulidos, pero no una personalidad artificial que es común en el mundo, sino maneras agradables, que son el resultado natural de un buen corazón y un sano deseo de imitar a Cristo. Deben cultivar hábitos de solicitud y consideración, hábitos de diligencia y discreción, y procurar honrar a Dios, logrando para sí mismos el mayor desarrollo posible. Jesús hizo un sacrificio infinito para colocarlos en buena relación con Dios y su prójimos, y el auxilio divino, combinado con el esfuerzo humano, los capacitará para alcanzar un elevado grado de excelencia. El colportor ha de ser puro como José, manso como Moisés, temperante como Daniel; así tendrá un poder que lo acompañará por dondequiera que vaya.—Testimonios para la Iglesia 5:373 (1885). CE 67.1