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El vivir para otros, 14 de agosto ELC 235

El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. Mateo 20:28. ELC 235.1

No debemos vivir para nosotros mismos. Cristo vino a este mundo para vivir por otros: no para ser servido sino para servir. Si os esforzáis para vivir como él vivió, estaréis diciendo al mundo: “Contemplad al Hombre del Calvario”. Por precepto y por ejemplo estaréis conduciendo a otros en el camino de la rectitud.—Manuscrito 11, 1885. ELC 235.2

El pecado más difundido que nos separa de Dios y provoca tantos trastornos espirituales contagiosos, es el egoísmo. No se puede volver al Señor excepto mediante la abnegación. Por nosotros mismos no podemos hacer nada; pero si Dios nos fortalece, podemos vivir para hacer bien a otros, y de esta manera rehuir el mal del egoísmo. No necesitamos ir a tierras paganas para manifestar nuestros deseos de consagrarlo todo a Dios en una vida útil y abnegada. Debemos hacer esto en el círculo del hogar, en la iglesia, entre aquellos con quienes tratamos y con aquellos con quienes hacemos negocios. En las mismas vocaciones comunes de la vida es donde se ha de negar al yo y mantenerlo en sujeción. ELC 235.3

Pablo podía decir: “Cada día muero”. 1 Corintios 15:31. Es esa muerte diaria del yo en las pequeñas transacciones de la vida lo que nos hace vencedores... ELC 235.4

Dios impone positivamente a todos sus seguidores el deber de beneficiar a otros con su influencia y recursos... Al obrar por los demás, se experimentará una dulce satisfacción, una paz íntima que será suficiente recompensa... Esto les proporcionará algo más que una recompensa terrenal; porque todo cumplimiento fiel y abnegado del deber es notado por los ángeles, y resplandece en el registro de la vida... ELC 235.5

Si deseamos disfrutar de la sociedad celestial en la tierra renovada, debemos ser gobernados aquí por los principios celestiales.—Joyas de los Testimonios 1:244, 245. ELC 235.6