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Las reglas bíblicas para dar, 24 de octubre ELC 306

Cada uno con la ofrenda de su mano, conforme a la bendición que Jehová tu Dios te hubiere dado. Deuteronomio 16:17. ELC 306.1

Una hermosa ilustración de aquel espíritu de amor y abnegación que la gracia de Cristo implanta en el corazón es dado en la experiencia de los cristianos macedónicos. El apóstol Pablo escribe sobre ellos: “En grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad... pidiéndonos con muchos ruegos que les concediésemos el privilegio de participar en este servicio para los santos. Y no como lo esperábamos, sino que a sí mismos se dieron primeramente al Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Dios”. 2 Corintios 8:2-5. Y dondequiera que el Espíritu de Cristo more se manifestarán los mismos frutos.—The Review and Herald, 9 de mayo de 1893. ELC 306.2

En el sistema bíblico de diezmos y ofrendas las sumas pagadas por diferentes personas pueden, por supuesto, variar grandemente, siendo que están en proporción con los ingresos. Para el pobre, el diezmo será una suma comparativamente pequeña y sus ofrendas estarán de acuerdo con sus posibilidades. Pero no es la magnitud de la ofrenda lo que hace al don aceptable a Dios; es el propósito del corazón, el espíritu de gratitud y amor que expresa. No hagáis sentir al pobre que sus ofrendas son tan pequeñas que no deben ser tenidas en consideración. Que ellos den conforme a sus posibilidades, sintiendo que son siervos de Dios, y que él aceptará sus ofrendas... ELC 306.3

Los que conservan las realidades eternas en vista, que aman a Dios con todo el corazón y el alma y las fuerzas, y a sus prójimos como a sí mismos, cumplirán escrupulosamente todo su deber, como si el velo fuera enrollado y ellos pudieran ver que están trabajando bajo la contemplación del universo celestial.—The Review and Herald, 16 de mayo de 1893. ELC 306.4