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Transformados por la contemplación, 24 de mayo FV 152

Y por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma semejanza, como por el Espíritu del Señor. 2 Corintios 3:18. FV 152.1

“Cuando la mente se detiene en Cristo, el carácter es moldeado a la divina semejanza. Los pensamientos se saturan con el sentimiento de su bondad y su amor. Contemplamos su carácter y de ese modo él está en todos nuestros pensamientos. Su amor nos envuelve. Cuando contemplamos aunque sea por un momento el sol en su gloria meridiana y luego apartamos los ojos, la imagen del sol aparece en todo lo que miramos. Así ocurre cuando contemplamos a Jesús; todo lo que miramos refleja su imagen, el Sol de Justicia. No podemos ver ninguna otra cosa o hablar de ninguna otra cosa. Su imagen está impresa en los ojos del alma, influye en cada detalle de nuestra vida diaria, suavizando y subyugando nuestra naturaleza entera. Contemplando somos formados a la semejanza divina, la semejanza de Cristo. Reflejamos los brillantes y vívidos rayos de su justicia sobre todos los que se asocian con nosotros. Nuestro carácter se transforma; porque el corazón, el alma y la mente están iluminados por los reflejos de Aquel que nos amó y se dio a sí mismo por nosotros.... No podemos detenernos a considerar nuestros sinsabores o hablar siquiera de ellos; porque un cuadro más placentero atrae nuestra mirada: el precioso amor de Jesús.”—Testimonios para los Ministros, 388, 390. FV 152.2

“Si conservamos nuestra mente fija en Cristo, él vendrá a nosotros ..., seremos ‘vivificados como trigo’ y ‘floreceremos como la vid.’”—Sketches From the Life of Paul, 59. FV 152.3