El arte de la melodía sacra era diligentemente cultivado. No se escuchaban valses frívolos, ni cantos impertinentes que ensalzaran al hombre y apartaran la atención de Dios; sino sagrados y solemnes salmos de alabanza al Creador, que exaltaban su nombre y hacían recuento de sus obras maravillosas.—La Voz: Su Educación y Uso Correcto, 497. Mu 36.1