Hermana, ¿se sorprende usted de que su hija tenga poca confianza en la palabra de su madre? Usted la ha educado para no decir la verdad; y el Señor está apenado al ver a una de sus pequeñas conducidas por el mal camino por su madre. Su hija no le pertenece; usted no puede hacer con ella lo que le parezca, porque es propiedad del Señor. Ejerza un control firme y perseverante sobre ella; enséñele que pertenece a Dios. Con esta educación crecerá para ser una bendición para los que la rodean. Pero será necesario un discernimiento claro y agudo para reprimir las inclinaciones de ella a dominar a ambas, a salirse con la suya a hacer lo que le plazca.—Carta 69, 1896. 1MCP 176.2