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Muebles finos no hacen el hogar 1MCP 184

Cuatro paredes y muebles costosos, alfombras afelpadas, espejos elegantes y hermosos cuadros no son cosas que constituyan un “hogar” si faltan la unión y el amor. Aquella palabra sagrada no se aplica a la resplandeciente mansión donde se desconocen las alegrías de la vida hogareña [...]. En realidad, la comodidad y el bienestar de los niños vienen a ser lo último en que se piensa en una casa tal. Los descuida la madre, que dedica todo su tiempo a la apariencia y a satisfacer las exigencias de una sociedad elegante. El intelecto de los niños no recibe preparación y ellos adquieren malos hábitos; se vuelven inquietos y descontentos. No hallando placer en su casa, sino tan solo restricciones incómodas se separan del círculo familiar en cuanto les resulte posible. Con poca vacilación se arrojan al vasto mundo, sin que los refrene la influencia del hogar ni los tiernos consejos que de él debieran provenir.—The Signs of the Times, 2 de octubre de 1884; El hogar adventista, 138, 139 (1894). 1MCP 184.4