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La disciplina que estimula y fortalece 1MCP 285

Después de la disciplina del hogar y la escuela, todos tienen que hacer frente a la severa disciplina de la vida. La forma de hacerlo sabiamente constituye una lección que debe explicarse a todo niño y joven. Es cierto que Dios nos ama, que trabaja para nuestra felicidad y que si siempre se hubiera obedecido su ley nunca habríamos conocido el sufrimiento; y no menos cierto es que, en este mundo, toda vida tiene que sobrellevar sufrimientos, penas y preocupaciones como resultado del pecado. Podemos hacer a los niños y jóvenes un bien duradero si les enseñamos a enfrentar con valentía esas penas y preocupaciones. Aunque les debemos manifestar bondad, jamás debería ser de tal suerte que los induzca a compadecerse de sí mismos. Por el contrario, necesitan algo que estimule y fortalezca, y no que debilite.—La Educación, 295 (1903). 1MCP 285.3