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La muerte disipa las diferencias 2MCP 148

Cuando la muerte cierra los ojos de una persona, y sus manos quedan cruzadas sobre el pecho inmóvil, ¡cuán pronto cambian las divergencias! Ya no hay amarguras ni resentimientos; los desprecios y yerros se olvidan y perdonan. ¡Cuántas palabras de cariño se dicen acerca de los muertos y cuántas cosas buenas de su vida se recuerdan! Se expresan alabanzas y encomios; pero caen en oídos que no oyen, sobre corazones que no sienten. Si esas palabras hubieran sido dichas cuando el espíritu cansado las necesitaba, cuando el oído podía oírlas y el corazón sentirlas [...]. ¡Cuántos, mientras están de pie, embargados por la reverencia frente al silencio de la muerte, recuerdan con vergüenza y con pesar las palabras y los actos que infundieron tristeza al corazón que ahora esta paralizado para siempre! 2MCP 148.4

¡Infundamos ahora en nuestra vida toda la riqueza, el amor y la bondad que podamos infundirle! Seamos serviciales, agradecidos, pacientes y tolerantes en nuestro trato unos con otros. Mientras viven aún nuestros hermanos, expresémosles en nuestro trato diario los sentimientos que suelen expresarse al lado de los moribundos y los muertos.—Joyas de los Testimonios 2:192 (1889). 2MCP 149.1