Debemos extirpar de nuestros pensamientos toda queja y toda critica. No sigamos mirando los defectos que podamos ver [...]. Si podemos mantenernos al lado de Dios, debemos continuar contemplando las grandes y preciosas cosas—pureza, gloria, poder, bondad, amor—que Dios derrama sobre nosotros. Y en esta contemplación, nuestras mentes se fijarán tanto en estas cosas que implican intereses eternos, que no tendremos deseos de encontrar los errores de los demás.—Nuestra Elavada Vocacion, 234 (1907). 2MCP 429.1