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La mujer samaritana HD99 61

Este capítulo está basado en Juan 4.

Los judíos y los samaritanos se despreciaban; nunca uno de ellos pediría un favor al otro, aun en gran necesidad. Y nunca un hombre se dirigiría a una mujer, si ésta no hubiera hablado primero. Estaba fuera de las costumbres que Jesús le pidiera a la samaritana agua para beber. El diálogo que siguió, cambió la vida de ésta. HD99 61.1

¡Cuán agradecidos debiéramos estar de que Cristo tomó la naturaleza humana sobre sí mismo! Y aunque lo hizo, continuó siendo divino. Todos los atributos del Padre estaban en Cristo. Su divinidad estaba vestida de humanidad. Era el Creador del cielo y la tierra. Y sin embargo, mientras vivió sobre la tierra se cansaba, como les sucede a los hombres, y buscaba descanso de las continuas presiones de su labor. El que había hecho el océano y tenía control sobre las profundidades de las aguas; el que había abierto los manantiales y las vertientes de la tierra, tenía la necesidad de descansar junto al pozo de Jacob, y pedir agua para beber a una desconocida mujer samaritana. HD99 61.2

Cuando ella cuestionó el hecho de que cómo siendo judío le estaba pidiendo agua a ella, que era samaritana, la respuesta de Cristo reveló a la mujer su naturaleza divina: “Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: dame de beber; tú le pedirías y él te daría agua viva”. Y cuando la mujer se mostró sorprendida por la declaración, Jesús agregó: “Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna”. Vers. 10-14.—The Review and Herald, 19 de mayo de 1896. HD99 61.3

La mujer lo miró sorprendida. Había tenido éxito en despertar su interés e inspirarle respeto. Ella percibió que Cristo no estaba aludiendo al agua del pozo de Jacob, puesto que ella había bebido de la misma, y había experimentado nuevamente sed. Con una fe notable, la mujer le pidió que le diera del agua de la que él hablaba a fin de no tener más sed, ni necesitar venir a sacar agua del pozo... HD99 61.4

Jesús cambió ahora abruptamente el tema de conversación; le pidió que llamara a su esposo. La mujer respondió con franqueza, diciendo que no tenía esposo. Este era el punto que Cristo deseaba alcanzar para demostrar a la mujer que tenía el poder para leer la historia de su vida aunque no la hubiera conocido. Se dirigió a ella, diciéndole: “Bien has dicho: no tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; con esto has dicho verdad”. Vers. 17-18. HD99 62.1

Jesús tenía en vista un doble propósito; deseaba despertar su conciencia en cuanto a su pecaminosa manera de vivir, y deseaba probarle que ojos más que humanos habían leído los secretos de su vida. Y la mujer, aunque no comprendía totalmente lo pecaminoso de su manera de vivir, sí se asombró del conocimiento que este extraño poseía. Con profunda reverencia le dijo: “Señor, me parece que tú eres profeta”. Vers. 19... HD99 62.2

Las palabras de verdad que salieron de los labios del divino Maestro agitaron el corazón de su interlocutora. Nunca había escuchado tales cosas ni de los sacerdotes, ni de los judíos, ni aun de su propio pueblo. Las impresionantes enseñanzas de este desconocido llevaron su mente hacia las profecías que señalaban al Cristo prometido; porque los samaritanos, así como los judíos, esperaban su venida. “Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo—dijo ella—; cuando él venga nos declarará todas las cosas”. Y Jesús le respondió: “Yo soy, el que habla contigo”. Vers. 25-26. HD99 62.3

¡Bendita mujer de Samaria! Durante el diálogo se había sentido como en la presencia divina, y ahora alegremente reconocía a su Señor. No le pidió, como los judíos, que hiciera un milagro que probara su carácter divino. Aceptó sus palabras con perfecta confianza, y no cuestionó la santa influencia que de él emanaba.—The Spirit of Prophecy 2:141-145 (1877). HD99 62.4

Ella se fue publicando las buenas nuevas: “Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?” Vers. 29. Por el testimonio de esta mujer muchos fueron llevados a creer en Cristo. Fue su informe el que atrajo a muchos a escuchar por sí mismos y creer en las palabras de Cristo.—Testimonies for the Church 3:217 (1885). HD99 63.1

[La mujer samaritana] dio pruebas de ser una misionera más eficaz que los propios discípulos. Ellos no vieron en Samaria indicios de que fuera un campo alentador. Fijaban sus pensamientos en una gran obra futura, y no vieron que en derredor de sí había una mies que segar. Pero por medio de la mujer a quien ellos despreciaron, toda una ciudad llegó a oír de Jesús. Ella llevó enseguida la luz a sus compatriotas. Esta mujer representa la obra de una fe práctica en Cristo.—El Ministerio de Curación, 69-70 (1905). HD99 63.2