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El caso de Cornelio HR 321

Pedro explicó que el Espíritu Santo ya lo había decidido al descender con el mismo poder sobre los gentiles incircuncisos que sobre los circuncidados judíos. Recordó su visión, mediante la cual Dios le presentó un lienzo lleno de toda clase de cuadrúpedos y le ordenó matar y comer; y que cuando rehusó, afirmando que nunca había comido nada que fuera común o inmundo, el Señor le dijo: “Lo que Dios limpió, no lo llames tú común”. HR 321.2

Dijo: “Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones. Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?” HR 321.3

Ese yugo no era la ley de los Diez Mandamientos, como lo afirman los que se oponen a la vigencia de la ley, pues Pedro se refería a la ley ceremonial que quedó nula y sin valor gracias a la crucifixión de Cristo. Este discurso de Pedro preparó a la asamblea para que escuchara razonablemente a Pablo y Bernabé cuando relataron su experiencia al trabajar entre los gentiles. HR 321.4