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Capítulo 19—La influencia de los padres 1MCP89 167

Controlados por principios divinos—Descansa sobre los padres la más solemne obligación de educar a sus hijos en el temor y amor de Dios. En el hogar han de conservarse las costumbres más puras. Ha de enseñarse la estricta obediencia a los requerimientos bíblicos. Las enseñanzas de la Palabra de Dios han de controlar la mente y el corazón para que la vida del hogar pueda demostrar el poder de la gracia de Dios. Cada miembro de la familia ha de ser labrado “como las [piedras] de un palacio” (Salmos 144:12) por los principios y preceptos divinos.—The Review and Herald, 10 de noviembre de 1904. 1MCP89 167.1

Los padres necesitan comprender a los hijos—Los padres no deben olvidar cuánto anhelaban en su niñez la manifestación de simpatía y amor, y cuán desgraciados se sentían cuando se les censuraba y reprendía con irritación. Deben rejuvenecer sus sentimientos, y transigir mentalmente para comprender las necesidades de sus hijos. Sin embargo, con firmeza mezclada de amor, deben exigirles obediencia. La palabra de los padres debe ser obedecida implícitamente.—Joyas de los Testimonios 1:137 (1863). 1MCP89 167.2

Dios ha señalado un camino—Los ángeles de Dios vigilan a los niños con el más profundo interés para ver qué carácter adquieren. Si Cristo tratase con nosotros como a menudo tratamos a los demás y a nuestros hijos, tropezaríamos y caeríamos de puro desaliento. Vi que Jesús conoce nuestras flaquezas, y ha experimentado lo mismo que nosotros en todo, menos en el pecado. Por lo tanto, nos ha preparado una senda adecuada a nuestra fuerza y capacidad, y como Jacob, ha andado suavemente y con serenidad con los niños según lo que ellos pudieran soportar, a fin de sostenernos por el consuelo de su compañía y servirnos de guía perpetuamente. El no desprecia, descuida ni deja atrás a los niños del rebaño. El no nos ha ordenado que avancemos y los dejemos. El no ha viajado tan apresuradamente como para dejarnos rezagados juntamente con nuestros hijos. ¡Oh, no; sino que ha emparejado la senda de la vida, aun para los niños! Y requiere que los padres, en su nombre, los conduzcan por el camino estrecho. Dios nos ha señalado una senda adecuada a la fuerza y capacidad de los niños.—Joyas de los Testimonios 1:137, 138 (1863). 1MCP89 168.1

La nerviosidad debe ser reprimida—Padres, cuando os sentís nerviosos, no debéis cometer el grave pecado de envenenar a toda la familia con esta irritabilidad peligrosa. En tales ocasiones, ejerced sobre vosotros mismos una vigilancia doble, y resolved en vuestro corazón no ofender con vuestros labios, sino pronunciar solamente palabras agradables y alegres. Decíos: “No echaré a perder la felicidad de mis hijos con una sola palabra de irritación”. Dominándoos así vosotros mismos, os fortaleceréis. Vuestro sistema nervioso no será tan sensible. Quedaréis fortalecidos por los principios de lo recto. La conciencia de que estáis desempeñando fielmente vuestro deber, os fortalecerá. Los ángeles de Dios sonreirán al ver vuestros esfuerzos, y os ayudarán. 1MCP89 168.2

Cuando os sentís impacientes, con demasiada frecuencia pensáis que la causa está en vuestros hijos, y les echáis la culpa cuando no la merecen. En otras ocasiones, ellos podrían hacer las mismas cosas, y todo sería aceptable y correcto. Los niños conocen, notan y sienten estas irregularidades y ellos tampoco son siempre los mismos. A veces están más o menos preparados para arrostrar actitudes variables; y en otras ocasiones están nerviosos e intranquilos, y no pueden soportar la censura... 1MCP89 168.3

Algunos padres de temperamento nervioso, cuando están cansados por el trabajo u oprimidos por la congoja, no conservan serenidad mental, sino que manifiestan hacia aquellos que debieran serles más caros en este mundo una irritación e intolerancia que desagradan a Dios y extienden una nube sobre la familia. Con tierna simpatía, debe calmarse a los niños en sus dificultades. La bondad y tolerancia mutuas harán del hogar un paraíso y atraerán a los ángeles santos al círculo de la familia.—Joyas de los Testimonios 1:135, 136 (1863). 1MCP89 169.1

Las mentes paralizadas de los padres—Conocemos algo de la forma en que Satanás está trabajando y cuánto éxito tiene. Por lo que se me ha mostrado, ha paralizado la mente de los padres. Son lentos para sospechar que sus propios hijos pueden estar equivocados y ser pecadores. Algunos de estos hijos profesan ser cristianos, y los padres duermen, no temiendo ningún peligro, mientras las mentes y los cuerpos de sus hijos se están arruinando. 1MCP89 169.2

Algunos padres ni siquiera se preocupan por tener a sus hijos consigo cuando están en la casa de Dios. Las jovencitas asisten a las reuniones y se sientan, tal vez con sus padres, pero más frecuentemente en los asientos de atrás. Tienen el hábito de encontrar excusas para salir de la iglesia. Los muchachos comprenden esto y salen antes o después que salieron las niñas y entonces, al terminar la reunión, las acompañan a la casa. Los padres no son más sabios por esto. Por otra parte, dan excusas para volver caminando, y los muchachos y las niñas se reúnen en un parque u otro lugar aislado, y juegan y pasan un momento de excitación, sin que los vean ojos experimentados que puedan ayudarles a andar con cautela.—Testimonies for the Church 2:481, 482 (1870). 1MCP89 169.3

La dieta y la influencia de los padres—Si los padres hubiesen vivido en forma saludable, si hubiesen estado satisfechos con un régimen sencillo, habrían ahorrado muchos gastos. El padre no habría estado obligado a trabajar más allá del límite de sus fuerzas a fin de satisfacer las necesidades de su familia. Un régimen nutritivo y sencillo no habría influido para excitar indebidamente el sistema nervioso y las pasiones animales, produciendo mal humor e irritabilidad. Si el niño consumiera únicamente alimentos sencillos, tendría la cabeza despejada, los nervios firmes y el estómago sano; y por tener un organismo en buenas condiciones, no padecería de inapetencia; y con todo esto, la generación actual estaría en una condición mucho mejor que la que tiene ahora. Pero aun ahora, en este período tardío, es posible hacer algo para mejorar nuestra condición. La temperancia en todas las cosas es necesaria. Un padre temperante no se quejará si no tiene una gran variedad de alimentos en la mesa. La manera sana de vivir mejorará la condición de la familia en todo sentido, y permitirá que la esposa y madre tenga tiempo para dedicarlo a sus hijos. Los padres deberían estudiar detenidamente en qué forma pueden preparar mejor a sus hijos a fin de que sean útiles en este mundo y sean idóneos para el cielo. Deberían contentarse con que sus hijos tengan vestidos limpios, sencillos, pero cómodos, libres de bordados y adornos. Deben trabajar seriamente para conseguir que sus hijos posean los adornos interiores, el ornamento de un espíritu humilde y sereno, lo cual tiene un gran valor a la vista de Dios.—Mensajes Selectos 2:502 (1865). 1MCP89 170.1

El esposo, el que une el hogar—Un padre cristiano es el lazo que une a su familia, vinculándolos estrechamente al trono de Dios. Nunca ha de decaer su interés por sus hijos. El padre que tiene varios varones no debería dejar a estos varones inquietos totalmente al cuidado de la madre. Es una carga demasiado pesada para ella. Debería hacerse amigo y compañero de ellos. Debería esforzarse por protegerlos de las malas compañías. Puede ser difícil para la madre ejercer autocontrol. Si el esposo ve que la debilidad de su esposa está poniendo en peligro la seguridad de sus hijos, él debiera llevar una parte mayor de la carga, haciendo todo lo que está de su parte para conducir a sus muchachos a Dios.—The Review and Herald, 8 de julio de 1902. 1MCP89 170.2

Las madres no han de buscar excitación—Las madres que tienen que disciplinar mentes juveniles y formar el carácter de sus hijos, no debieran buscar la excitación del mundo con el fin de estar alegres y ser felices. Tienen una tarea importante en la vida, y tanto ellas como los suyos deben disponer de su tiempo en forma provechosa. El tiempo es uno de los valiosos talentos que Dios nos ha confiado y del cual nos pedirá cuenta. Derrochar el tiempo es malograr la inteligencia. Las facultades de la mente son susceptibles de gran desarrollo. Es deber de las madres cultivar sus propias inteligencias y conservar puros sus corazones. Debieran aprovechar de todos los medios a su alcance para su mejoramiento intelectual y moral, a fin de estar preparadas para cultivar la mente de sus hijos. Aquellas que satisfacen su inclinación a estar siempre en compañía de alguien, se sentirán pronto incómodas a menos que hagan visitas o las reciban. Las tales no tienen la facultad de adaptarse a las circunstancias. Los deberes sagrados y necesarios del hogar les parecen vulgares y faltos de interés. No les agrada el examen o la disciplina propias. La mente anhela las escenas cambiantes y excitantes de la vida mundanal; se descuida a los hijos por complacer las inclinaciones, y el ángel registrador escribe “siervos inútiles”. Dios se propone que nuestras mentes no carezcan de propósito, sino que hagan el bien en esta vida.—ECR 25 (1872). 1MCP89 171.1

La madre que amamanta ha de mantenerse feliz—El carácter del niño también es más o menos afectado por la naturaleza del alimento que recibe de su madre. Cuán importante es, entonces, que la madre, mientras amamanta a su bebé, conserve un estado mental de felicidad, con un control perfecto sobre su propio espíritu. Porque al hacer esto, el alimento del niño no es dañado, y la forma serena y confiada en que la madre trata a su hijo tiene mucho que ver en la formación de la mente del niño. Si está nervioso y se inquieta fácilmente, la conducta cuidadosa y serena de la madre tendrá una influencia correctiva y tranquilizadora, y mejorará mucho la salud del bebé.—The Review and Herald, 25 de julio de 1899. 1MCP89 171.2

La madre debiera tratar de mantenerse dueña de sí misma—Cuanto más tranquila y sencilla la vida del niño, más favorable será para su desarrollo físico e intelectual. La madre debería procurar siempre conservarse tranquila, serena y dueña de sí misma. Muchos pequeñuelos son en extremo susceptibles a la excitación nerviosa, y los modales suaves y apacibles de la madre ejercerán una influencia calmante de incalculable beneficio para el niño.—El Ministerio de Curación, 295 (1905). 1MCP89 172.1

No herir con la indiferencia a los niños sensibles—A los niños pequeños les agrada tener compañía. Por lo general no disfrutan estando solos, y por esta razón la madre debería comprender que en muchos casos el lugar para sus hijos, cuando están en la casa, es la habitación donde ella se encuentra. Así ella podrá observarlos y zanjar las pequeñas diferencias que surgen entre ellos cuando se lo pidan, y corregir los malos hábitos o las manifestaciones de egoísmo o de ira; de este modo podrá imprimir a sus mentes un giro en la dirección correcta. Los niños piensan que a la madre le agrada aquello con lo que ellos disfrutan, y les parece perfectamente natural consultar a su madre acerca de los pequeños problemas que los confunden. Y la madre no debería herir el corazón de sus hijos sensibles tratando sus intereses con indiferencia o rehusando molestarse con tales asuntos de poca monta. Lo que puede parecer pequeño a la madre puede ser muy importante para ellos. Y una palabra de consejo o de advertencia dada en el momento oportuno con frecuencia resultará de gran valor. Una mirada de aprobación, una palabra de ánimo y de alabanza de la madre a menudo serán como un rayo de luz en sus tiernos corazones durante todo el día.—Mensajes Selectos 2:503 (1865). 1MCP89 172.2

Traten suavemente a los pequeños—Madres, tratad amablemente con vuestros pequeñuelos. Cristo fue una vez un niñito. Por amor suyo, honrad a los niños. Consideradlos como un cometido sagrado, no para mimarlos y hacer de ellos ídolos, sino para enseñarles a vivir una vida pura y noble. Son propiedad de Dios; él los ama y os invita a cooperar con él para ayudarles a adquirir un carácter perfecto.—The Signs of the Times, 23 de agosto de 1899; El hogar adventista, 253 (1894). 1MCP89 173.1

Su hijo es propiedad de Dios—Hermana, ¿se sorprende usted de que su hija tenga poca confianza en la palabra de su madre? Usted la ha educado para no decir la verdad; y el Señor está apenado al ver a una de sus pequeñas conducidas por el mal camino por su madre. Su hija no le pertenece; usted no puede hacer con ella lo que le parezca, porque es propiedad del Señor. Ejerza un control firme y perseverante sobre ella; enséñele que pertenece a Dios. Con esta educación crecerá para ser una bendición para los que la rodean. Pero será necesario un discernimiento claro y agudo para reprimir las inclinaciones de ella a dominar a ambas, a salirse con la suya a a hacer lo que le plazca.—Carta 69, 1896. 1MCP89 173.2

Disposiciones y genios alegres—Enseñad a vuestros hijos desde la cuna a practicar la abnegación y el dominio propio. Enseñadles a disfrutar de las bellezas de la naturaleza, y a ejercitar en un empleo útil todas las facultades de la mente y del cuerpo. Criadlos de tal manera que tengan constituciones sanas y buena moralidad, a tener disposiciones y genios alegres. Enseñadles que ceder a la tentación es débil y perverso; que resistir es noble y viril.—Consejos para los Maestros Padres y Alumnos, 121; 98 (1913). 1MCP89 173.3

Las madres son un ejemplo—Si las madres desean que sus hijas lleguen a ser mujeres con cuerpos sanos y caracteres virtuosos, deben dar un ejemplo con sus propias vidas, protegiéndolas de las modas destructoras de la salud de nuestra época. Las madres cristianas tienen una responsabilidad que no perciben. Deberían educar a sus hijos para que tengan principios firmes y salud moral en esta era de corrupción.—Manuscrito 76, 1900. 1MCP89 174.1

Cuando el capricho del niño es ley—En algunas familias los deseos del niño son ley. Se le da todo lo que desea. Si algo no le gusta, se lo anima a que no le guste. Se cree que la complacencia hará feliz al niño, pero sólo lo vuelve inquieto y descontento. La complacencia ha arruinado su apetito por la comida sencilla y saludable y por el uso sencillo de su tiempo; la complacencia propia ha hecho su obra de trastornar su carácter para el tiempo y la eternidad.—The Review and Herald, 10 de mayo de 1898. 1MCP89 174.2

Satanás procura controlar la mente de los niños—Padres, ustedes conocen algo de las atracciones mediante las cuales Satanás procura conducir a sus niños a la locura. Está trabajando con todas sus fuerzas para desviarlos. Con una determinación que muchos ni sueñan está buscando obtener el control de sus mentes y anular el efecto de los mandamientos de Dios en la vida de ellos.—Manuscrito 93, 1909. 1MCP89 174.3

Los padres han de ligar a sus hijos a su corazón—No dejéis que vuestros hijos os vean con rostros ceñudos. Si ellos ceden a la tentación, y luego ven su error y se arrepienten de él, perdonadles tan generosamente como esperáis ser perdonados por vuestro Padre celestial. Instruidlos bondadosamente y ligadlos a vuestro corazón. Este es un tiempo crítico para los niños. Los rodearán influencias tendientes a separarlos de vosotros, y debéis contrarrestarlas. Enseñadles a hacer de vosotros sus confidentes. Permitidles contaros sus pruebas y goces. Estimulando esto, los salvaréis de muchas trampas que Satanás ha preparado para sus pies inexpertos. 1MCP89 174.4

No tratéis a vuestros hijos únicamente con severidad, olvidándoos de vuestra propia niñez, y olvidando que ellos no son sino niños. No esperéis de ellos que sean perfectos, ni tratéis de obligarlos a actuar como hombres y mujeres en seguida. Obrando así, cerraríais la puerta de acceso que de otra manera pudierais tener hacia ellos, y los impulsaríais a abrir la puerta a las influencias perjudiciales, que permitirían a otros envenenar sus mentes juveniles antes de advertir el peligro.—Joyas de los Testimonios 1:136 (1863). 1MCP89 175.1

Disciplina sólida y uniforme—La felicidad de cada niño puede alcanzarse con una disciplina sólida y uniforme. Las gracias más genuinas del niño consisten en la modestia y la obediencia,—oídos atentos para escuchar las palabras de orientación, pies y manos dispuestos a caminar y trabajar en la senda del deber. Y la verdadera bondad del niño traerá su propia recompensa, aun en esta vida. 1MCP89 175.2

Los primeros años son el momento para el proceso educativo, no sólo para que el niño llegue a ser más servicial y lleno de gracia y de verdad en esta vida, sino para que pueda asegurarse el lugar preparado en el hogar celestial para todos los que son fieles y obedientes. En la educación de nuestros propios hijos y en la de los hijos de otros hemos probado que nunca aman menos a los padres y tutores por impedirles hacer el mal.—The Review and Herald, 10 de mayo de 1898. 1MCP89 175.3

Jesús manifestó una disposición especialmente amable—Durante su infancia, Jesús manifestó una disposición especialmente amable. Sus manos voluntarias estaban siempre listas para servir a otros. Revelaba una paciencia que nada podía perturbar, y una veracidad que nunca sacrificaba la integridad. En los buenos principios, era firme como una roca, y su vida revelaba la gracia de una cortesía desinteresada. 1MCP89 175.4

Con profundo interés, la madre de Jesús miraba el desarrollo de sus facultades, y contemplaba la perfección de su carácter. Con deleite trataba de estimular esa mentalidad inteligente y receptiva. Mediante el Espíritu Santo recibió sabiduría para cooperar con los agentes celestiales en el desarrollo de este niño que no tenía otro padre que Dios.—El Deseado de Todas las Gentes, 49 (1898). 1MCP89 175.5

La mente ocupada no deja lugar para pensamientos bajos—Educad las facultades y gustos de vuestros seres amados; procurad que su mente esté ocupada de antemano de modo que no haya lugar para pensamientos o complacencias de carácter bajo y degradante. La gracia de Cristo es el único antídoto o preventivo del mal. Si lo queréis, podéis elegir que la mente de vuestros hijos esté ocupada con pensamientos puros y límpidos o con los males que existen por doquiera: orgullo y olvido de su Redentor.—Carta 27, 1890; Conducción del Niño, 174. 1MCP89 176.1

Rodeados por un muro que no se rompe fácilmente—Cada hogar cristiano debería tener reglas; y los padres, por sus palabras y su conducta el uno hacia el otro, deberían dar a los niños un precioso ejemplo viviente de lo que ellos desean que lleguen a ser. La pureza del lenguaje y la verdadera cortesía cristiana deberían practicarse constantemente. No se estimule el pecado, ni las sospechas ni el hablar lo malo. 1MCP89 176.2

Enseñen a los niños y jóvenes a respetarse a sí mismos, a ser fieles a Dios, fieles a los principios; enséñenles a respetar y obedecer la ley de Dios. Entonces estos principios controlarán sus vidas y serán practicados en sus asociaciones con otros. Amarán a sus prójimos como a sí mismos. Crearán una atmósfera pura, que tendrá una influencia que estimule las almas débiles a andar por el sendero que conduce a la santidad y al cielo. Sea cada lección de un carácter elevador y ennoblecedor, y los registros en los libros del cielo serán tales que no los avergonzarán cuando los encuentren en el juicio. 1MCP89 176.3

Los niños que reciben esta clase de instrucción no serán una carga, una causa de ansiedad en nuestras instituciones [educativas, médicas, editoriales, etc.]; sino serán una fuerza, un apoyo para los que llevan responsabilidades. Estarán preparados para ocupar cargos de confianza y por precepto y ejemplo ayudarán constantemente a otros a hacer lo correcto. Las personas cuya sensibilidad moral no ha sido dañada apreciarán los principios correctos y los practicarán. Estimarán correctamente sus dotes y harán el mejor uso de sus facultades físicas, mentales y morales. 1MCP89 177.1

Tales almas son constantemente fortalecidas contra la tentación; están rodeadas por un muro que no se rompe fácilmente. Tales personas son, con la bendición de Dios, portaluces; su influencia tiende a elevar a otros hacia una vida cristiana práctica. La mente puede ser así elevada para que los pensamientos divinos y la contemplación de ellos llegue a ser tan natural como respirar.—Carta 74, 1896. 1MCP89 177.2