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Joyas de los Testimonios 1 - Contents
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    Responsabilidad de los pobres

    Algunos están dispuestos a dar de acuerdo con lo que tienen, y piensan que Dios no tiene más derecho sobre ellos porque no tienen grandes recursos. No tienen entradas de las cuales puedan ahorrar después de gastar en lo necesario para su familia. Pero muchos de ellos pueden preguntarse: ¿Estoy dando de acuerdo a lo que podría haber tenido? Dios quiso que pusiesen a contribución las facultades de su cuerpo y mente. Algunos no han perfeccionado hasta lo sumo la habilidad que Dios les ha dado. El trabajo ha sido asignado al hombre. Se lo relacionó con la maldición, porque así lo hizo necesario el pecado. El bienestar físico, mental y moral del hombre hace necesaria una vida de trabajo útil. Que no seamos “perezosos en los quehaceres” (Romanos 12:11, VM), es la recomendación del inspirado apóstol Pablo.1JT 380.2

    Nadie, sea rico o pobre, puede glorificar a Dios por una vida de indolencia. Todo el capital que tienen muchos pobres está constituido por su tiempo y su fuerza física, y con frecuencia los malgastan por amor a la comodidad y a la indolencia negligente, de manera que no tienen nada que llevarle a su Señor en diezmos y ofrendas. Si los cristianos carecen de sabiduría para hacer que su trabajo rinda la mayor utilidad y para hacer una aplicación juiciosa de sus facultades físicas y mentales, deben tener mansedumbre y humildad para recibir el consejo de sus hermanos, a fin de que el mejor juicio de ellos supla sus deficiencias. Muchos pobres que están ahora conformes con no hacer nada para beneficiar a sus semejantes y para adelantar la causa de Dios, podrían hacer mucho si quisieran. Ellos son responsables delante de Dios por su capital de fuerza física, tanto como el rico lo es por su capital de dinero.1JT 380.3

    Algunos que debieran hacer ingresar recursos en la tesorería de Dios, quieren recibir de ella. Hay quienes son pobres ahora y podrían mejorar su condición por un empleo juicioso de su tiempo, evitando las especulaciones, como la explotación de patentes de invención, y refrenando su inclinación a confiar en tales especulaciones para obtener recursos de una manera más fácil que por el trabajo paciente y perseverante. Si los que han tenido éxito en la vida estuviesen dispuestos a recibir instrucción, podrían adquirir hábitos de abnegación y economía estricta y tener la satisfacción de ser dispensadores de caridad en vez de receptores de ella. Hay muchos siervos perezosos. Si hiciesen cuanto está a su alcance, experimentarían una bendición tan grande al ayudar a otros que en realidad se darían cuenta de que “más bienaventurada cosa es dar que recibir.” Hechos 20:35.1JT 381.1

    Debidamente dirigida, la generosidad ejercita las energías mentales y morales de los hombres y los incita a una acción muy saludable para beneficiar a los necesitados y adelantar la causa de Dios. Si los que tienen recursos se dieran cuenta de que son responsables delante de Dios de cada peso que gastan, sus supuestas necesidades serían mucho menores. Si la conciencia estuviese despierta, testificaría contra los inútiles gastos para satisfacer el apetito, el orgullo, la vanidad, el amor a las diversiones, y reprocharía el despilfarro del dinero del Señor que debiera haberse dedicado a su causa. Pronto los que malgastan los bienes de su Señor tendrán que darle cuenta de su conducta.1JT 381.2

    Si los que profesan ser cristianos usasen menos de su fortuna para adornar su cuerpo y hermosear sus propias casas, y en sus mesas hubiese menos lujos extravagantes y malsanos, podrían colocar sumas mucho mayores en la tesorería del Señor. Imitarían así a su Redentor, quien dejó el cielo, sus riquezas y su gloria, y por amor de nosotros se hizo pobre, a fin de que pudiésemos tener las riquezas eternas. Si somos demasiado pobres para devolver fielmente a Dios los diezmos que él requiere, somos ciertamente demasiado pobres para vestirnos costosamente y comer con lujo; porque malgastamos así el dinero de nuestro Señor en cosas perjudiciales para agradarnos y glorificarnos a nosotros mismos. Debemos inquirir diligentemente: ¿Qué tesoro nos hemos asegurado en el reino de los cielos? ¿Somos ricos para con Dios?1JT 381.3

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