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    La cena pascual

    Los hijos de Israel comieron la primera cena pascual al salir de la esclavitud de Egipto.CNS 83.1

    Dios había prometido libertarlos. Les había dicho que el primogénito de cada familia egipcia iba a ser muerto.CNS 83.2

    Les había dicho además que señalasen los postes de las puertas de sus casas con la sangre del cordero degollado, para que el ángel de la muerte no entrara en ellas.CNS 83.3

    En cuanto al cordero mismo, debían asarlo y comerlo de noche con pan sin levadura y hierbas amargas, las cuales representaban la amargura de su esclavitud.CNS 83.4

    Mientras comían el cordero, todos debían estar listos para el viaje. Debían tener el calzado puesto y sus báculos en la mano.CNS 83.5

    Lo hicieron como el Señor les dijo, y aquella misma noche el rey de Egipto les hizo saber que podían irse en libertad. Antes de la madrugada, se encaminaron hacia la tierra prometida.CNS 83.6

    Por esto, cada año, en la misma noche en que salieron de Egipto, todos los israelitas celebraban la pascua en Jerusalén. Para esta fiesta cada familia asaba un cordero y lo comía con pan y hierbas amargas, como lo habían hecho sus padres en Egipto. También contaban a sus hijos cómo la bondad de Dios había libertado a su pueblo de la servidumbre.CNS 83.7

    Había llegado el momento en que Jesús tenía que celebrar aquella misma fiesta con sus discípulos, y mandó a Pedro y a Juan para que encontrasen un lugar donde aderezar la cena de la pascua.CNS 84.1

    Mucha gente venía a Jerusalén para la ocasión, y los que vivían en la ciudad estaban siempre dispuestos a ceder un cuarto de sus casas para que los forasteros pudiesen observar la fiesta.CNS 84.2

    El Salvador había dicho a Pedro y a Juan que cuando saliesen a la calle encontrarían a un hombre cargado con un cántaro de agua. Debían seguirle y entrar en la casa en que él entrase, y decirle al dueño de casa:CNS 84.3

    “El Maestro te dice: ¿Dónde está el aposento en que he de comer la pascua con mis discípulos?”CNS 84.4

    El hombre les enseñaría entonces en el piso alto un gran aposento aderezado como lo necesitaban. Allí tenían que preparar la cena de la pascua. Todo sucedió como el Salvador se lo había dicho.CNS 84.5

    En la cena de la pascua, los discípulos estaban solos con Jesús. Los días que habían pasado con él en tales fiestas habían sido siempre de mucho gozo para ellos, pero esta vez el ánimo del Salvador estaba muy turbado.CNS 84.6

    Al fin, con voz de conmovedora tristeza, les dijo: “Con deseo he deseado comer con vosotros esta pascua, antes que padezca.”CNS 84.7

    Había vino dulce en la mesa, y habiendo tomado una copa y dado gracias, dijo:CNS 84.8

    “Tomad esto, y repartidlo entre vosotros, porque os digo, que yo no beberé en adelante del fruto de la vid, hasta que venga el reino de Dios.” Lucas 22:11, 15, 17, 18.CNS 84.9

    Era la última pascua que el Señor había de celebrar con sus discípulos. Era realmente la última que había de celebrarse, pues cuando se mataba el cordero era para enseñar al pueblo lo referente a la muerte de Cristo; y cuando Jesús, el Cordero de Dios, hubiese sido sacrificado por los pecados del mundo, entonces no habría más necesidad de matar un cordero para representar su muerte.CNS 85.1

    Al rechazar definitivamente a Cristo, condenándole a muerte, los judíos rechazaron también todo lo que daba a esta fiesta su valor y significado. De suerte que desde entonces su observancia por parte de ellos no ha sido más que rito vano.CNS 85.2

    Mientras Cristo tomaba parte en el servicio pascual, tenía ante su mente la escena de su supremo sacrificio. Estaba ya como a la sombra de la cruz, y la angustia le oprimía el corazón. Sabía cuán terrible era lo que le esperaba. Sabía cuán crueles e ingratos se mostrarían para con él aquellos a quienes había venido a salvar.CNS 85.3

    Mas no pensaba en su propio dolor sino en la suerte de los que iban a perder la vida eterna por haber rechazado a su Salvador.CNS 85.4

    Pero lo que predominaba en su mente era el solícito cuidado por sus discípulos. Sabía que después que hubieran pasado sus propios padecimientos quedarían solos para luchar en el mundo.CNS 85.5

    Tenía mucho que decirles que sostendría sus corazones cuando él ya no estuviera más con ellos; y para hablarles de estas cosas había esperado esta última reunión antes de su muerte.CNS 85.6

    Pero no se las podría decir en aquel momento, pues no estaban listos para escucharle. Había habido una contienda entre ellos. Creían aún que Cristo iba a ser proclamado rey, y cada cual quería el puesto más alto en su reino. Así que albergaban sentimientos de envidia y de enojo unos para con otros.CNS 86.1

    Hubo además otro motivo de disgusto. En cada fiesta era costumbre que un siervo lavara los pies de los huéspedes, y en aquella ocasión se habían hecho los preparativos para ello. El cántaro de agua, la palangana y la toalla, todo estaba listo para el lavamiento de los pies, pero, como no había criado, a los discípulos les tocaba hacerlo.CNS 86.2

    Cada uno de ellos se negaba a ser el sirviente de sus hermanos. Ninguno estaba dispuesto a lavar los pies de los demás, así que se sentaron a la mesa en silencio.CNS 86.3

    Jesús esperó un rato para ver lo que harían. Entonces se levantó de la mesa, se ciñó con la toalla, echó agua en la palangana y comenzó a lavar los pies de los discípulos. La contienda de éstos le abrumaba, mas no los reprendió con palabras ásperas. Demostró su amor haciéndose siervo de sus propios discípulos. Concluído que hubo les dijo:CNS 86.4

    “Pues si yo, que soy el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque os he dado ejemplo, para que vosotros también hagáis como yo he hecho con vosotros.” Juan 13:14, 15.CNS 86.5

    De este modo Jesús les enseñó que debían ayudarse unos a otros. En vez de buscar para sí el puesto más encumbrado, cada cual debía estar listo para servir a sus hermanos.CNS 86.6

    El Salvador vino al mundo a trabajar por los demás. Vivió con el fin de ayudar y salvar a los necesitados y pecadores. Y quiere que nosotros hagamos lo mismo.CNS 87.1

    Los discípulos estaban avergonzados de su envidia y egoísmo. Sus corazones se llenaron de amor a su Maestro y sus hermanos. Estuvieron entonces en condición de prestar atención a las enseñanzas de Cristo.CNS 87.2

    Mientras estaban aun en la mesa, Jesús tomó pan y dió gracias. Luego lo partió y lo entregó a los discípulos diciendo: “Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado. Haced esto en memoria de mí.CNS 87.3

    “Tomó asimismo la copa también, después que hubieron cenado, diciendo: Esta copa es el Nuevo Pacto en mi sangre, la cual es derramada por vosotros.” Lucas 22:19, 20.CNS 87.4

    La Biblia dice: “Porque cuantas veces comiereis este pan y bebiereis esta copa, proclamáis la muerte del Señor, hasta que él venga.” 1 Corintios 11:26.CNS 87.5

    El pan y el vino representan el cuerpo y la sangre de Cristo. Así como el pan fué partido y vertido el vino, así también el cuerpo de Cristo fué quebrantado en la cruz y su sangre derramada para salvarnos de la muerte eterna.CNS 87.6

    Confesamos que creemos esto cuando comemos el pan y bebemos el vino. Manifestamos que nos arrepentimos de nuestros pecados y que recibimos a Cristo como nuestro Salvador.CNS 87.7

    Mientras los discípulos estaban a la mesa con Jesús, notaron que aún parecía muy turbado. Una sombra de tristeza los cubría a todos y comieron en silencio.CNS 87.8

    Finalmente Jesús les dijo: “En verdad os digo, que uno de vosotros me va a entregar.”CNS 88.1

    Estas palabras sorprendieron y afligieron a los discípulos. Cada cual se puso a escudriñar su corazón para ver si en él había algún mal pensamiento contra su Maestro.CNS 88.2

    Uno tras otro le preguntaron: “¿Acaso soy yo, Señor?”CNS 88.3

    Judas fué el único que guardó silencio. Esto atrajo sobre él las miradas de los demás. Al notarlo preguntó también: “¿Acaso soy yo, Rabbí?”CNS 88.4

    Con toda solemnidad Jesús contestó: “Tú lo has dicho.” Mateo 26:21, 22, 25.CNS 88.5

    Jesús había lavado los pies de Judas, mas esto no le inspiró amor hacia el Salvador. Se enojó al ver a Cristo desempeñar la tarea de un criado. Comprendió entonces que Cristo no sería proclamado rey y se sintió tanto más resuelto a entregarle.CNS 88.6

    Ni siquiera cuando comprendió que su propósito era conocido sintió temor. Lleno de enojo, salió apresuradamente del aposento para llevar a cabo su perverso plan. La salida de Judas fué un alivio para todos los presentes. El rostro del Salvador se iluminó y la sombra se desvaneció de sus discípulos.CNS 88.7

    Cristo habló entonces con sus discípulos un rato más. Les dijo que iba a la morada de su Padre para prepararles un lugar y que luego regresaría a llevarlos para que vivieran con él allí.CNS 88.8

    Prometió mandar al Espíritu Santo para que fuera su maestro y consolador mientras él estuviera ausente. Les dijo que debían orar en su nombre y que entonces sus oraciones serían oídas.CNS 88.9

    Luego oró por ellos con fervor pidiendo que fueran guardados del mal y que se amaran como él mismo los había amado.CNS 88.10

    Jesús oró también por nosotros como por los primeros discípulos pues dijo: “Mas no ruego solamente por éstos, sino por aquellos también que han de creer en mí por medio de la palabra de ellos; para que todos ellos sean uno; así como tú, oh Padre, eres en mí, y yo en ti, para que ellos también sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste... y que los has amado a ellos, así como me has amado a mí.” Juan 17:20, 23.CNS 89.1

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