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Consejos Sobre el Régimen Alimenticio - Contents
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    Observaciones de viaje

    360. Mientras viajaba, oí a padres hacer la observación de que el apetito de sus hijos era sumamente delicado y a menos que se les diera carne y pasteles, no podían comer. Cuando llegó la hora del almuerzo, observé la calidad de comida que se les servía: pan de trigo, tajadas de jamón cubiertas de pimienta negra, encurtidos, torta y mermeladas. La tez pálida y demacrada de estos niños indicaba claramente que el estómago sufría por estos abusos. Dos de estos niños notaron que una familia vecina ingería queso con la comida y perdieron el apetito por lo que se les ofrecía, hasta que su madre complaciente pidió un pedazo de queso para darlo a sus hijos, pues temía que sus queridos niños no terminaran la comida. La madre hizo esta observación: “A mis hijos les gusta tanto esto o aquello, que les permito obtener lo que quieran; porque el organismo pide el alimento que necesita”.CRA 280.3

    Esto podría ser correcto si el apetito nunca hubiese sido pervertido. Hay un apetito natural y un apetito depravado. Los padres que han enseñado a sus hijos a ingerir alimento malsano y estimulante toda su vida, hasta que el gusto se ha pervertido, de modo que ansían comer arcilla, lápices de pizarra, café quemado, residuos de té, canela, clavos de olor y especias, no pueden pretender que las exigencias del apetito son lo que el organismo requiere. El apetito ha sido educado torcidamente hasta que se ha depravado. Los delicados órganos del estómago han sido estimulados y quemados hasta que han perdido su delicada sensibilidad. El alimento sencillo y saludable les resulta insípido. El estómago sometido a abusos no puede cumplir el trabajo que se requiere, a menos que lo inciten a ello sustancias más fuertes. Si a estos niños se les hubiese enseñado desde su infancia a ingerir solamente los alimentos sanos, preparados de la manera más sencilla, conservando sus propiedades naturales en todo lo posible, evitando las carnes, grasas y todas las especias, el gusto y el apetito no serían menoscabados. En su estado natural, ellos podrían indicar, en un grado importante, la comida mejor adaptada a las necesidades del organismo.CRA 281.1

    Mientras los padres y los hijos consumían sus manjares delicados, mi esposo y yo misma ingerimos nuestra sencilla merienda a la hora acostumbrada, a la 1 PM, la que consistía en pan de trigo sin mantequilla y una abundante cantidad de fruta. Comimos nuestra merienda con gusto y con corazones agradecidos porque no estábamos obligados a llevar con nosotros todo un cargamento de provisiones para satisfacer un apetito caprichoso. Comimos abundantemente y no sentimos hambre hasta la mañana siguiente. El vendedor de naranjas, nueces, maíz tostado y caramelos hizo muy poco negocio con nosotros.CRA 282.1

    La calidad de alimento ingerida por los padres y los hijos no se convertía en buena sangre y temperamentos agradables. Los niños eran pálidos. Algunos tenían llagas feas en la cara y las manos. Otros, con llagas en los ojos, estaban casi ciegos, lo cual echaba a perder la belleza de la cara. Había otros que no presentaban llagas en la piel, pero sufrían de tos, catarro y otras dificultades de la garganta y los pulmones. Vi a un niño de tres años de edad que sufría de diarrea. Tenía fiebre alta, pero parecía creer que todo lo que necesitaba era comida. Pedía, cada pocos minutos, que se le diera torta, pollo y encurtidos. La madre respondía como una esclava obediente a cada pedido del niño; y cuando la comida pedida no llegaba tan rápidamente como se la esperaba, y los gritos y llamadas se volvían desagradablemente urgentes, la madre contestaba: “Sí, sí, querido, te lo vamos a dar”. Después que la comida llegaba a sus manos la arrojaba al suelo con enojo, porque tardó en llegar. Una niñita comía de su porción de jamón hervido, pepinos en vinagre con pan y mantequilla, cuando descubrió el plato del cual yo comía. Allí había algo que ella no tenía, y se negó a comer. La niña de seis años de edad dijo que quería un plato. Pensé que lo que ella deseaba era la linda manzana colorada que yo estaba comiendo; y a pesar de que teníamos una porción limitada, sentí tanta lástima por los padres, que le dí una linda manzana. Me la arrebató de la mano y con desdén la arrojó al piso del vagón. Pensé: Si esta niña puede salir con la suya, avergonzará ciertamente a su madre.CRA 282.2

    Esta manifestación de enojo era el resultado de la indulgencia de la madre. La calidad de alimento que proveía a su hija ejercía un desgaste continuo sobre los órganos de la digestión. La sangre era impura y la niña, enfermiza, era irritable. La calidad del alimento que se le daba cada día era de una naturaleza tal que excitaba las pasiones bajas y deprimía la parte moral e intelectual. Los padres estaban formando el carácter de su hija. La estaban desarrollando egoísta y carente de amor. No reprimían sus deseos ni controlaban sus pasiones. ¿Qué se puede esperar de una criatura tal, si es que llega a la edad adulta? Muchos no comprenden la relación que hay entre la mente y el cuerpo. Si el organismo está trastornado por los alimentos impropios, el cerebro y los nervios son afectados y las pasiones se excitan con facilidad.CRA 283.1

    Una niña de unos diez años de edad estaba afectada de escalofríos y fiebre, y no quería comer. La madre le rogaba: “Come un poco de este bizcochuelo. Aquí tienes una linda presa de pollo. ¿No quieres probar estas mermeladas?” Finalmente la niña comió lo equivalente a lo que habría comido una persona sana. Los alimentos que se le impuso con insistencia no convenían a un estómago sano, y de ninguna manera debieran ingerirse estando enfermo. Más o menos dos horas más tarde, la madre estaba refrescando la cabeza de la niña preguntándose por qué la niña tenía una fiebre tan elevada. Había añadido combustible al fuego y se sorprendía de que el fuego ardiese. Si se hubiese permitido que la naturaleza siguiera su curso en la niña, y su estómago tomase el descanso que tanto necesitaba, sus sufrimientos habrían sido mucho menores. Estas madres no estaban preparadas para criar hijos. La mayor causa del sufrimiento humano se debe a la ignorancia con respecto a cómo cuidar de nuestro cuerpo.CRA 283.2

    Muchos se preguntan: ¿Qué comeré y cómo viviré, para disfrutar del momento actual? Los deberes y los principios son puestos a un lado en favor de los placeres. Si queremos tener salud debemos vivir para obtenerla. Si queremos desarrollar un carácter cristiano perfecto, debemos vivir para obtenerlo. En gran medida los padres son responsables de la salud física y moral de sus hijos. Debieran instruir a sus hijos e instarlos a que sigan las leyes de la salud para su propio bien, y para ahorrarse la desgracia y el sufrimiento. ¡Cuán extraño es que las madres permitan a sus niños que sufran la ruina de su salud física, mental y moral! ¿Cómo se entiende tal ternura? Estas madres inutilizan a sus hijos para que tengan felicidad en esta vida, y hacen muy insegura la perspectiva para una vida futura.—The Health Reformer, diciembre de 1870.CRA 284.1

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