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Manuscritos Inéditos Tomo 1 (Contiene los manuscritos 19-96) - Contents
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    Manuscrito 40—Divorcio, nuevo matrimonio y separación de casados divorciados

    Un contrato de por vida. Todo compromiso matrimonial debe ser considerado cuidadosamente, pues el matrimonio es un paso que se da para toda la vida. Tanto el hombre como la mujer deben considerar con todo cuidado si pueden mantenerse unidos a través de las vicisitudes de la vida mientras ambos vivan.— Carta 17, 1896, p. 4 (a W. F. Caldwell, 10 de mayo de 1896).MI1 153.1

    Legalmente divorciada, pero casada a la vista de Dios. Una mujer puede estar legalmente divorciada de su esposo por las leyes del país y, sin embargo, no estar divorciada a la vista de Dios ni según la ley suprema. Solo hay un pecado, que es el adulterio, que puede colocar al esposo o a la esposa en una situación en la que pueden quedar liberados del voto matrimonial a la vista de Dios. Aunque las leyes del país puedan conceder un divorcio, siguen siendo marido y mujer a la luz de la Biblia, según las leyes de Dios.MI1 153.2

    _______________

    Solicitado para su general conocimiento.

    Vi que la hermana , de momento, no tiene todavía de nin gún modo derecho a casarse con otro hombre; pero si ella, o cualquier otra mujer, obtiene legalmente el divorcio porque su marido ha sido culpable de adulterio, entonces sí queda libre para casarse con quien ella escoja.— Ms 2, 1863, p. 4 («Testimony to Monterey Church» [Testimonio a la iglesia de Monterrey], 6 de junio de 1863).MI1 154.1

    La única causa admisible de divorcio. Las ideas que usted tiene relativas al vínculo conyugal son erróneas. Nada que no sea la violación del lecho conyugal puede romper o anular el voto matrimonial. Vivimos en tiempos peligrosos, cuando no hay seguridad alguna en nada que no sea una fe firme e inquebrantable en Jesucristo. No hay corazón que las artimañas de Satanás no puedan enajenar de Dios, si no vela en oración.MI1 154.2

    La salud de usted habría sido mucho mejor si su mente hubiese tenido paz y descanso; pero se confundió y desequilibró, y usted razonó inco-rrectamente con respecto al asunto del divorcio. Sus opiniones no pueden sostenerse sobre la base de la cual parte su razonamiento. Los hombres no están libres para crear su propia norma, a fin de evitar la ley de Dios y complacer sus propias inclinaciones. Deben acudir a la gran norma de justicia de Dios.MI1 154.3

    Si la esposa es incrédula y opositora, el esposo no puede, según la ley de Dios, repudiarla por esa única causa. Para estar en armonía con la ley de Jehová, debe permanecer con ella, a no ser que ella, por voluntad propia, decida abandonarlo. Puede que él sufra oposición y sea oprimido y molestado de muchas formas; hallará consuelo, fortaleza y apoyo en Dios, el cual puede dar gracia en toda contingencia. Debe ser hombre de mente pura, de principios claros y firmes, y Dios le dará sabiduría acerca de la conducta que deba seguir. El impulso no dominará su razón, sino que la razón sostendrá las riendas del control con mano firme, para mantener sujeta la concupiscencia. [...]MI1 154.4

    El Señor fijó una sola causa por la cual una esposa debe abandonar a su esposo, o el esposo dejar a su esposa, que fue el adulterio. Esta causa debe considerarse con oración. El matrimonio existe desde la creación, fue establecido por Dios como un mandato divino. La institución del matrimonio fue creada en el Edén. El sábado del cuarto mandamiento fue instituido en el Edén, cuando se pusieron los cimientos del mundo, «cuando alababan juntas todas las estrellas del alba y se regocijaban todos los hijos de Dios» (Job 38: 7). Así que la institución divina del matrimonio ha de ser tomada por usted tan seriamente como el sábado del cuarto mandamiento.— Carta 8, 1888, pp. 1, 2.MI1 154.5

    Cambien el temperamento, no el matrimonio . He recibido una carta de su esposo. Quiero decirle que hay un solo motivo por el cual un marido puede separarse legalmente de su mujer, o una mujer de su marido, y este motivo es el adulterio.MI1 155.1

    Si los temperamentos de ustedes no congenian, ¿no daría gloria a Dios que cambiaran esos temperamentos?MI1 155.2

    Los cónyuges deben cultivar el respeto y el afecto mutuos. Deben proteger el espíritu, las palabras y las acciones, para que nada se diga ni se haga que irrite o moleste. Cada uno ha de cuidar del otro, y hacer cuanto esté en su mano para fortalecer su afecto mutuo.MI1 155.3

    Les digo a ambos que busquen al Señor. Con amor y bondad, cumplan su deber el uno hacia el otro. El esposo debe cultivar hábitos de laboriosidad, haciendo cuanto esté en su mano para sostener a la familia. Esto inducirá a la esposa a tenerle respetoMI1 155.4

    Es preciso que ambos venzan el orgullo y el egoísmo. No se hieran mutuamente con palabras ásperas. Háblense con amabilidad y dulzura. No puedo darles mejor consejo que este. Ninguna lengua puede expresar, ninguna mente finita puede concebir, la satisfacción que proviene del aprecio de la bondad y el amor de Dios.MI1 155.5

    Hermana mía, usted no puede agradar a Dios manteniendo esa actitud. Perdone a su esposo. Es su marido, y será bendecida si procura ser una esposa solícita y afectuosa. Que la ley de la amabilidad esté en sus labios. Usted puede y debe cambiar de actitud.— Carta 168, 1901,pp. 1, 2.MI1 155.6

    Un caso admisible de segundo matrimonio. Con respecto al casamiento de su hija con A, comprendo qué es lo que le preocupa. Pero la boda se llevó a cabo con el consentimiento de usted, y su hija, conociendo todo lo referente a él, lo aceptó como esposo, y ahora no acierto a ver razón alguna por la cual usted debería preocuparse excesivamente por este asunto. Su hija ama a A, y puede ser que este matrimonio esté de acuerdo con el plan de Dios a fin de que tanto A como su hija puedan tener una experiencia cristiana más rica, y así apoyarse mutuamente en sus respectivas deficiencias. Su hija ha prometido ser la fiel esposa de A; que ahora rompiese sus votos matrimoniales no estaría nada bien. No puede renunciar ahora a sus obligaciones hacia él. [...] Yo estaba personalmente enterada de las relaciones de él con su primera esposa B. A amaba a B más de la cuenta, porque ella no era digna de su consideración. El hizo cuanto estaba en su mano por ayudarla, y trató por todos los medios de conservarla como esposa suya. No podría haber hecho más de lo que hizo. Le supliqué y procuré mostrarle la incoherencia de su conducta, y le rogué que no pidiera el divorcio; pero ella se mostró decidida, inflexible y obcecada, y quiso hacer su propia voluntad. Mientras vivió con él, procuró sacarle todo el dinero posible, y no lo trató con el cariño con que una mujer debería tratar a su marido.MI1 155.7

    A no repudió a su mujer. Ella lo abandonó, lo repudió y se casó con otro hombre. No veo nada en las Escrituras que le prohíba a él volver a casarse en el Señor. Tiene derecho al cariño de una mujer. [...]MI1 156.1

    No acierto a ver ninguna razón para perturbar esta nueva unión. Es un asunto serio separar a un hombre de su mujer. No hay base bíblica para adoptar tal acción en este caso. Él no la abandonó, sino que fue ella quien lo dejó. No volvió a casarse hasta que ella obtuvo el divorcio. Cuando B se divorció de A, él sufrió muy intensamente, y A no volvió a casarse hasta que B se hubo casado con otro hombre. Estoy segura de que la mujer que él ha elegido será de ayuda para él, y que él será de ayuda para ella. [...] No veo nada en la Palabra de Dios que requiera que ella se separe de él. Como usted me ha pedido consejo, se lo doy sin reservas.— Carta 50, 1895, pp. 1-6.MI1 156.2

    El cónyuge culpable no tiene derecho a volver a casarse. He estado considerando su caso en relación con , y no tengo otro consejo que darle fuera del que ya le he dado. Considero que usted no tiene ningún derecho moral a casarse con ; él no tiene ningún derecho moral a casarse con usted. Abandonó a su esposa después de haberla provocado muchísimo. Abandonó a la mujer a la que había prometido delante de Dios amar y cuidar mientras ambos vivieran. Antes de que ella obtuviera el divorcio, cuando aún era legalmente su esposa, él la abandonó durante tres años, y luego la dejó de amar, y le expresó su amor a usted. El asunto ha sido concertado en gran medida entre usted y un hombre casado mientras él seguía legalmente unido a la mujer con quien se había casado, y con quien ha tenido dos hijos.MI1 156.3

    No veo que las Escrituras les den a ninguno de ustedes dos ni una pizca de indulgencia para contraer matrimonio, aunque la esposa de él esté divorciada. Con la provocación que él le ha dado a ella, la forma de actuar de él produjo en gran medida ese resultado, y no puedo ver con luz más favorable en absoluto que él tenga derecho legal de vincular sus intereses con los de usted, o que usted tenga derecho de unir sus intereses con los de él. [...]MI1 156.4

    Me asombra que usted dedique un solo instante a pensar en semejante cosa y que dé su afecto a un hombre casado que ha abandonado a su esposa y a sus hijos en semejantes circunstancias. Le aconsejo que someta sus pensamientos y sus planes concernientes a este asunto a la consideración de nuestros hermanos responsables, a fin de recibir su consejo, y para que ellos le muestren mediante la ley de Dios el error en que ha caído. Ambos ya han quebrantado la ley solo habiendo pensado que pueden unirse en matrimonio. Usted debería haber rechazado esa idea cuando le fue insinuada por vez primera.— Carta 14, 1895, pp. 1, 2.MI1 157.1

    Consejo a los que instan a la separación de marido y mujer. He recibido y leído la carta de usted. He estado familiarizada con varios casos similares y he conocido a personas que sentían en conciencia que debían hacer algo en casos como el que usted menciona. Tras haber revuelto las cosas en general, despedazándolo todo, carecían del sentido común para recomponer las cosas para mejorar la situación. Me di cuenta de que los que tanto celo tenían por demoler las cosas no hacían nada por reedificarlas en el orden debido. Tenían la facultad de confundir, afligir y crear un estado de cosas sumamente deplorable, pero no la facultad de mejorarlas.MI1 157.2

    Usted ha pedido mi consejo en relación con este caso; le diría que, a no ser que los que están preocupados con referencia al asunto hayan estudiado meticulosamente un plan mejor y puedan encontrar mejor acomodo para estas personas, que lo mejor sería que no lleven a cabo su plan de separarse. Espero no enterarme de que se insiste en este asunto y de que se retira el apoyo a las dos personas cuyos intereses se han unido. Escribo esto porque he visto muchos casos como este, y había gente que se preocupaba mucho hasta que todo quedaba trastornado y desarraigado, pero luego su interés y su preocupación no iban más allá. Deberíamos estar cada uno seguro de que tenemos un celo que sea según el conocimiento. No deberíamos actuar apresuradamente en estos casos, sino considerar la cuestión desde todos los ángulos; deberíamos actuar con mucha cautela y con ternura compasiva, porque no conocemos todas las circunstancias que llevaron a esta situación.MI1 157.3

    Aconsejo dejar a estos desdichados en manos de Dios y de su propia conciencia, y que la iglesia no los trate como pecadores hasta que tenga evidencia de que lo son a ojos del Santo Dios. Él lee el corazón como un libro abierto. No juzgará como juzga el hombre.— Carta 5, 1891, pp. 1, 2.MI1 157.4

    Un caso en el que no se ganaría nada con dejar a la actual esposa. Acabo de leer su carta relativa a . Considero este asunto tal como usted lo ve, y pienso que el curso adoptado por el padre de es cruel y malicioso. [...] Yo diría que el caso [de ] no puede me jorar abandonando a su actual esposa. El caso no mejoraría volviendo con la otra mujer.MI1 158.1

    Considero que el caso del padre es extraño, y que a él no le agradará enfrentarse con el registro de sus actos en el día del Señor. Necesita arrepentirse delante de Dios de su actitud y de sus obras. Lo mejor que puede hacer es dejar de provocar enfrentamientos. [...] Que el padre y el hermano lleven a cabo obras diligentes por sí mismos. Ambos necesitan el poder transformador de Dios. Quiera el Señor ayudar a esas pobres almas a quitar las manchas y las arrugas de sus propios caracteres, y que se arrepientan de sus males, y que dejen a en manos del Señor.MI1 158.2

    Siento mucha pena por ese hombre, porque su curso está en tal situación que no responde a intromisiones, porque hay toda una montaña de dificultades. Yo diría que el Señor comprende la situación, y que si quiere buscarlo de todo corazón, lo encontrará. Si lo pone todo de su parte, Dios lo perdonará y lo recibirá.MI1 158.3

    ¡De cuánto valor es saber que tenemos a Alguien que conoce y com-prende, y que ayudará a los más desvalidos! Pero el reproche de Dios alcanza al padre y al hermano, que estarían dispuestos a llevar a la destrucción y a la perdición a alguien que ante la vista de Dios no está en mayor condenación que ellos mismos; y, a pesar de eso, quieren emplear su poder de convicción para descorazonar, desanimar y llevar a hasta la desesperación.MI1 158.4

    puede esperar en Dios y hacer todo lo posible para servir a Dios con toda humildad de mente, echando su alma desvalida sobre el gran Portador de los pecados. No he escrito ni una palabra al padre o al hijo. Haría de buena gana algo por ayudar al pobre a corregir las cosas, pero esto no se puede hacer según están ahora las cosas sin que alguien salga perjudicado.— Carta 175, 1901, pp. 1-3.MI1 158.5

    La separación de personas irremediablemente incompatibles. He recibido su carta y, en respuesta a la misma, diría que no puedo aconsejarle que vuelva al lado de , a no ser que vea en él cambios decididos. No agradan al Señor las ideas que él ha albergado en el pasado acerca de lo debido a una esposa [...]. Si el hermano se aferra a sus opiniones anteriores, el futuro no sería mejor para usted de lo que fue el pasado. Él no sabe cómo tratar a una mujer.MI1 158.6

    Este asunto me produce gran tristeza. me da mucha lástima, pero no puedo aconsejarle que vuelva con él contra el propio criterio de usted. Hablo con usted con tanta franqueza como hablé con él; sería peligroso que usted volviera a someterse a los dictados de él. Yo tenía esperanzas de que él cambiara. [...]MI1 159.1

    El Señor comprende todo lo que le sucede, hermana . Tenga buen ánimo en el Señor; él no la dejará ni la abandonará. La más tierna conmiseración hacia usted conmueve mi corazón.— Carta 148, 1907, pp. 1, 2.MI1 159.2

    Comportarse como un hombre. No acierto a ver qué más se puede hacer en este caso, y creo que lo único que usted puede hacer es renunciar a su esposa. Si ella está tan decidida a no vivir con usted, tanto ella como usted serían sumamente desdichados al intentarlo. Y, puesto que ella ha marcado sus propios límites de forma plena y decidida, lo único que usted puede hacer es cargar su cruz y comportarse como un hombre.— Carta 40, 1888, p. 1.MI1 159.3

    Patrimonio White, Washington, D. C., 22 de agosto de 1948

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