Durante el concilio, Elena G. de White comenzó a hablar con Edith acerca de su salud espiritual: “Por la tarde [miércoles 23 de septiembre] tuvimos una charla larga, franca y objetiva con Edith Andrews. Parece que ella se da cuenta de su condición. Oramos juntas. Siento profunda compasión por esta niña” *Cuando Elena G. de White era también una “niña” adolescente, sufrió de tuberculosis. Su hermano Roberto fue víctima de la misma enfermedad. Spiritual Gifts 2:174. En aquellos días lejanos se la denominaba “tisis”, y se caracterizaba por un debilitamiento progresivo del cuerpo, con pocas esperanzas de sobrevivir. Muchos obreros pioneros murieron de tuberculosis, por ejemplo T. Ralph. Ibid. 91, 92. El hermano de Jaime White, Nathanael, y su hermana Anna, también fueron sus víctimas. Ibid. 195; Life Sketches of Ellen G. White, 147. La talentosa poetisa Anita Smith sucumbió a la temible enfermedad a la edad de 27 años. The Review and Herald, 21 de agosto de 1855. Jaime White la padeció pero logró recuperarse. Testimonies for the Church 1:96. Indudablemente, Elena G. de White podía condolerse profundamente ante la aflicción de la joven Edith Andrews.—Manuscrito 16a, 1885. EGWE 99.5
El sábado 3 de octubre Edith buscó a Elena G. de White y las dos conversaron extensamente acerca de la experiencia religiosa de Edith. Después de haber visto a su prima y a su tío consumirse por la tuberculosis, es indudable que Edith presentía lo que le aguardaba; quería estar segura de que estaba preparada para irse y que había dejado todas sus cosas en orden. EGWE 100.1
Siguieron dos meses de sufrimiento para la joven. Durante ese lapso la Sra. de White visitó Italia y los países escandinavos. Cuando regresó a Basilea en diciembre, Edith recurrió a ella para recibir la seguridad de que el Señor la había aceptado. La sierva del Señor habló con ternura a la niña agonizante, señalándole que Dios promete perdonar todas las transgresiones si nos volvemos a él con sincero arrepentimiento. EGWE 100.2
“Creo, Edith, que tú lo has hecho así, y en los aspectos en que estás demasiado débil para hacer la obra en forma tan cabal como si estuvieras bien, la preciosa misericordia de Jesús y sus méritos suplen las deficiencias de sus amados arrepentidos y humildes”.—Carta 26, 1885. EGWE 100.3
Luego le citó Éxodo 34:6, 7: “El Señor Dios, ‘misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad’”. EGWE 100.4
Entonces le preguntó a Edith: EGWE 100.5
“¿Creerás en él, mi querida niña? ¿Qué pecados pueden ser demasiado grandes para que él los perdone? Toda alma es preciosa a su vista. El es misericordioso, y está infinitamente más dispuesto a perdonar que a condenar. Es bondadoso. Se conmueve al sentir tus flaquezas. Conoce tus debilidades”.—Carta 25, 1885. EGWE 101.1
La Hna. White continuó hablando del gran amor de Jesús, recordándole a la doliente joven cómo salvó a Pedro cuando estaba por hundirse en la duda. Las lágrimas brotaron de los ojos de Edith y corrieron por sus mejillas afiebradas. “Creo que él me acepta”, dijo, “creo que me ama y yo, indigna, tengo su paz”. EGWE 101.2
El sábado 19 de diciembre, la mensajera del Señor habló dos veces, y esa noche registró en su diario: “Tengo la impresión de que éste es el último sábado que verá Edith”.—Manuscrito 30, 1885. EGWE 101.3
Finalmente, el jueves 24 de diciembre, a las 5.30 de la mañana, la niña convertida pasó al descanso. ¡Bendito descanso! La Hna. White tenía confianza en su salvación. “No dudamos de que ella descansa en Jesús”.—Carta 72, 1886. EGWE 101.4
El día de Navidad la Sra. de White escribió en su diario: EGWE 101.5
“Hay un gran sentimiento de solemnidad en mi mente. Edith está muerta. Su registro permanece inmutable en los libros del cielo. ¡Qué pensamiento solemne es la vida, y cómo la vivimos! Tenemos evidencias de que la vida de Edith no fue lo que pudo haber sido, pero sus últimos días fueron de penitencia, arrepentimiento y confesión. Tenemos razones para creer que el compasivo Redentor aceptó a Edith”.—Manuscrito 30, 1885. EGWE 101.6
El 26 fue un mal día para la Sra. de White. Sometida a la dolorosa tensión producida por la muerte de Edith, su mente retrocedió algunos años, al tiempo cuando Jaime White, su compañero durante 35 años *Jaime White falleció el 6 de agosto de 1881 en el Sanatorio de Battle Creek. Yace junto a su esposa, quien descansó el 16 de julio de 1915: 34 años más tarde. Reposan hasta la feliz mañana de la resurrección en la parcela de la familia White, en el cementerio de Oak Hill, en Battle Creek, Míchigan, donde descansan sus cuatro hijos. También los padres de Jaime White reposan allí. El pastor White nació el 4 de agosto de 1821 en Palmyra, Maine. En la página 9 de su libro Life Incidents (Incidentes de mi vida), cuenta que su padre era un descendiente de uno de los peregrinos que llegó en el buque Mayflower y desembarcó en Plymouth Rock en diciembre de 1620. La madre de Jaime era nieta del Dr. Samuel Shepard, un eminente ministro bautista de Nueva Inglaterra. White era el quinto de nueve hijos, y fue uno de los tres fundadores de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Presidió la Asociación General durante diez años: Del 17 de mayo de 1865 al 14 de mayo de 1867; del 18 de mayo de 1869 al 29 de diciembre de 1871; y del 13 de agosto de 1874 al 11 de octubre de 1880. Véase The SDA Encyclopedia, 1419., fue arrebatado de su lado por un repentino ataque de paludismo; luego recordó la muerte de su primogénito, Enrique, a los 16 años, y de su bebé, el pequeño Heriberto, a los tres meses.—Manuscrito 30, 1885. EGWE 101.7
Pero la tristeza no dura siempre, y el siguiente domingo salió a caminar por la nieve fresca y se sintió “muy reanimada”. “No está claro”, escribió, “pero el sol trata de abrirse paso a través de la bruma y la neblina”. Esto demuestra que ella, como cualquier otra persona, tenía sus días buenos y sus días malos; luchaba como lo hacen todos los mortales, en un mundo lleno de sol y de sombras, de “bruma” y de “neblina”. EGWE 102.1
Más adelante, en una nota donde se refería a su nieta, declaró alegremente: “Ella se divirtió mucho tratando de arrojar pelotas de nieve a su madre y a su abuela”.—Ibid. EGWE 102.2