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La corona de espinas UE 122

Pilato realizó un último intento para despertar la simpatía del pueblo. Hizo que tomaran a Jesús, que estaba desfalleciente y cubierto de heridas, y lo azotaron a la vista de sus acusadores. UE 122.7

“Y los soldados entretejieron una corona de espinas y la pusieron sobre su cabeza, y lo vistieron con un manto de púrpura, y decían: ¡Salve, Rey de los judíos! Y le daban bofetadas”. Juan 19:2, 3. UE 122.8

Le escupieron el rostro, y una mano perversa le arrebató la caña que había sido colocada en su mano y con ella golpeó la corona que estaba sobre su frente, haciendo penetrar las espinas en sus sienes, de manera que la sangre le corrió por el rostro y la barba. UE 122.9

Satanás indujo a la soldadesca cruel a ultrajar al Salvador. Era su propósito provocarlo a tomar venganza, si era posible, o inducirlo a realizar un milagro para liberarse, y así frustrar el plan de salvación. Una mancha en su vida, un fracaso de su humanidad para soportar la terrible prueba, y el Cordero de Dios hubiera sido una ofrenda imperfecta, y la redención del hombre un fracaso. UE 123.1

Pero aquel que comandaba la hueste angelical, y que al instante podía haber hecho venir en su ayuda a legiones de santos ángeles, uno solo de los cuales hubiera vencido de inmediato a aquella turba cruel; aquel que podía haber herido a sus atormentadores con la refulgencia de su divina majestad, se sometió con dignidad a los más duros ultrajes e insultos. UE 123.2

La crueldad degradaba a sus torturadores a un plano más bajo que el nivel humano, haciéndolos semejantes a Satanás, de la misma manera que la humildad y mansedumbre de Jesús lo exaltaban por encima de la humanidad, certificando de este modo la relación que Cristo tenía con Dios. UE 123.3