El lunes de mañana temprano estaban de regreso en Londres. Ella pasó allí dos días con sus noches escribiendo. Su proyecto más importante era escribir el sermón del domingo de noche, que había prometido enviar al periódico de Southampton, el Hampshire Independent. La última noche en Londres se sintió intranquila. EGWE 50.3
“No podía librarme de la preocupación que sentía por las almas en Inglaterra. Supliqué al Señor que despertara a su pueblo para que el espíritu misionero inflamara los corazones de los que ahora se sentían tranquilos en Sion; y para poder dar el mensaje de amonestación a estas grandes ciudades. Hay cinco millones de habitantes en Londres y cien obreros no serían demasiado para tratar de reflejar la luz en esta gran ciudad. ¿Quién vendrá a ayudar al Señor contra los poderosos? ¿Quién saldrá fuera del campamento para llevar la amonestación?”—Carta 22, 1885. EGWE 50.4
En un sueño que tuvo algunos años antes, se le mostró que las ciudades agonizantes del mundo necesitaban desesperadamente la luz. “Uno que tenía dignidad y autoridad” le dijo: EGWE 51.1
“‘No perdáis de vista el hecho de que el mensaje que proclamáis está destinado al mundo entero. Debe ser predicado en todas las ciudades y en todos los pueblos, por los caminos y los vallados. No debéis limitar la proclamación del mensaje’”.—Joyas de los Testimonios 3:89, 90. EGWE 51.2