Cada uno de nosotros necesita tener una profunda percepción de las enseñanzas de la Palabra de Dios. Nuestras mentes deben estar preparadas para soportar toda prueba, y para resistir cada tentación, venga esta de afuera o de adentro. Hemos de saber por qué creemos como lo hacemos, y por qué estamos del lado del Señor. La verdad debe mantenerse despierta en nuestros corazones, lista para hacer sonar la alarma, y llamarnos a la acción contra todo enemigo. Los poderes de las tinieblas dirigirán sus ataques contra nosotros; y todo el que sea indiferente y descuidado, que haya puesto sus afectos en su tesoro terrenal, y que no se haya preocupado por comprender el trato de Dios con su pueblo, pronto llegará a ser una víctima. Ningún poder fuera del conocimiento de la verdad tal y como es en Jesús, podrá mantenernos firmes; pero teniendo esto, uno hará huir a mil, y dos pondrán en fuga a diez mil.—The Review and Herald, 29 de abril de 1884; Nuestra Elavada Vocacion, 334. 1MCP 79.3