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Maranata: El Señor Viene - Contents
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    Los impíos durante las plagas, 20 de septiembre

    He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová. E irán errantes de mar a mar; desde el norte hasta el oriente discurrirán buscando palabra de Jehová, y no la hallarán. Amós 8:11, 12.MSV 279.3

    En el tiempo cuando los juicios de Dios estén cayendo sin misericordia, ¡oh, cuán envidiable resultará para los pecadores la posición de los que habitan “al abrigo del Altísimo”, el pabellón en el cual el Señor esconde a todo el que lo ama y obedece sus mandamientos!—Manuscrito 151, 1901.MSV 279.4

    Y al callar la dulce voz de la misericordia, el miedo y el horror invadieron a los malvados. Con terrible claridad oyeron estas palabras: “¡Demasiado tarde! ¡Demasiado tarde!”—Primeros Escritos, 281.MSV 279.5

    Cristo padeció [en la cruz] mucho de lo que los pecadores padecerán cuando se derramen sobre ellos las copas de la ira de Dios. Una negra desesperación, a manera de paño mortuorio, rodeará sus almas culpables, y entonces comprenderán la pecaminosidad del pecado en toda su amplitud.—The Signs of the Times, 15 de febrero de 1883.MSV 279.6

    Quienes habían menospreciado la Palabra de Dios corrían azorados de un lado a otro, errantes de mar a mar y de norte a oriente en busca de la Palabra del Señor. Dijo el ángel: “No la hallarán. Hay hambre en la Tierra; no hambre de pan ni sed de agua, sino de oír las palabras del Señor. ¡Qué no darían por oír una palabra de aprobación de parte de Dios!”...MSV 279.7

    Muchos de los impíos se enfurecieron grandemente al sufrir los efectos de las plagas. Ofrecían un espectáculo de terrible agonía. Los padres recriminaban amargamente a sus hijos y los hijos a sus padres, los hermanos a sus hermanas y las hermanas a sus hermanos... La gente se volvía contra sus ministros con acerbo odio y los reconvenían diciendo: “Vosotros no nos advertisteis. Nos dijisteis que el mundo entero se iba a convertir, y clamasteis ‘!paz, paz!’ para disipar nuestros temores. Nada nos enseñasteis acerca de esta hora, y a los que nos precavían contra ella los tildabais de fanáticos y malvados que querían nuestra ruina”. Pero vi que los ministros no se libraron de la ira de Dios. Sus sufrimientos eran diez veces mayores que los de sus feligreses.—Primeros Escritos, 281, 282.MSV 280.1

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