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Maranata: El Señor Viene - Contents
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    Cielos nuevos y Tierra nueva, 9 de diciembre

    Nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. 2 Pedro 3:13.MSV 362.3

    Los pies de los malvados nunca profanarán la tierra renovada. Del cielo descenderá fuego de Dios para devorarlos y quemarlos: raíz y rama. Satanás es la raíz y sus hijos las ramas.—Primeros Escritos, 51, 52.MSV 362.4

    El mismo fuego proveniente de Dios que consumió a los impíos purificó toda la tierra. Las desgarradas montañas le derritieron con el ardiente calor; también la atmósfera y todo el rastrojo fueron consumidos. Entonces nuestra heredad apareció delante de nosotros, gloriosa y bella, y heredamos toda la tierra renovada.—Primeros Escritos, 54.MSV 362.5

    “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron”. Apocalipsis 21:1. El fuego que consume a los impíos purifica la tierra. Desaparece todo rastro de maldición. Ningún infierno que arda eternamente recordará a los redimidos las terribles consecuencias del pecado.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 732.MSV 362.6

    El mar divide a los amigos; es una barrera entre nosotros y aquellos a los cuales amamos. Nuestras relaciones son interrumpidas por el ancho e insondable océano. En la tierra nueva no habrá mar ni lugar por donde “andará galera de remos”. En lo pasado muchos que han amado y servido a Dios estuvieron atados a sus asientos en las galeras, obligados a servir a los propósitos de hombres crueles y despiadados. El Señor contempló su sufrimiento con simpatía y compasión. Gracias a Dios, en la tierra renovada no habrá torrentes impetuosos, ni profundos océanos, ni murmurantes olas que se mueven sin cesar.—Comentario Bíblico Adventista 7:998, 999.MSV 362.7

    Todo lo hermoso de nuestra patria terrenal ha de recordarnos el río de cristal y los campos verdes, los árboles ondeantes y las fuentes de aguas vivas, la ciudad resplandeciente y los cantores vestidos de blanco de nuestra patria celestial, el mundo de una belleza que ninguna lengua humana puede describir. “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”.—Los Hechos de los Apóstoles, 493, 494.MSV 363.1

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