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    5. La fe de Jesús, los mandamientos de Dios, y la paciencia de los santos

    Discurso del 2 de noviembre de 1895
    en la reunión campestre de Armadale The Bible Echo, 20 y 27 de enero de 1896

    “Aquí está la perseverancia [paciencia, RV60] de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apocalipsis 14:12).EPE 79.1

    En nuestro estudio de esta ocasión invertiremos el orden, y diremos: Aquí están los que guardan la fe de Jesús y los mandamientos de Dios. Aquí está la perseverancia [paciencia] de los santos. La primera experiencia necesaria a fin de guardar una cosa es obtenerla. Así que antes de que podamos guardar la fe de Jesús tenemos que obtenerla. La fe es el don de Dios, y ninguno necesita decir que no puede tenerla. “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” (Romanos 12:3). Ninguno necesita decir que no puede tener fe; porque Dios se la ha dado. Dios da la fe, y nuestra parte es ejercer es fe, y sí como en el marco físico el ejercicio causa crecimiento, ejercitar la fe que tengamos hará que crezca.EPE 79.2

    Observarán que este es un mensaje final; porque lo siguiente que ve Juan fue uno “semejante al Hijo del hombre, que llevaba en la cabeza una corona de oro y en la mano una hoz aguda”. ¿Qué se ve justo antes de que se revele el Salvador? Aquellos que guardan los mandamientos de Dios. Los mandamientos y enseñanzas de los hombres han entrado para tomar el lugar de los mandamientos de Dios; pero aquí ha de haber un pueblo sobre la tierra justo antes de que Cristo vuelva, que guardará los mandamientos de Dios, y que no será arrastrado por las tradiciones y enseñanzas de los hombres.EPE 79.3

    ¿Qué es la fe de Jesús?

    Este pueblo también debe tener la fe de Jesús. En este tiempo se habla mucho acerca de la fe, pero el tema todavía no está agotado. Esta debe ser la fe de Jesús, en contraste con la fe del diablo. Aquí están los que guardan los mandamientos de Dios en vez de los mandamientos de los hombres, y tienen la fe de Jesús en vez de la fe del diablo. ¿Qué es la fe del diablo? De ella se habla en Santiago 2:19: “Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen y tiemblan”. Cuando Jesús estuvo aquí en la carne, los demonios le dijeron: “Yo sé quién eres; el Santo de Dios”. El diablo cree que Dios existe; él lo sabe tan bien, que tiembla ante ello; pero él no tiene la fe de Jesús. Él tiene la fe que asiente la verdad de cierto hecho. Podemos creer que Jesucristo es el Hijo unigénito de Dios; podemos creer que la sangre de Jesucristo es capaz de limpiar de todo pecado; podemos creer que cada declaración hecha en la Biblia es verdadera; y sin embargo no tener la fe de Jesús. Podemos creer en el credo de la iglesia, que dice: “Creo en un Dios, el Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, y en su único Hijo, Jesucristo nuestro Señor”; podemos confesar todo eso, y creer que es un hecho, y no obstante no tener la fe de Jesús.EPE 80.1

    ¿Qué es la fe de Jesús en contraste con la fe de los demonios? Descubrámoslo en su palabra. Cuando Jesús fue a la tumba de Lázaro, y dijo al que estaba muerto: “Lázaro, sal fuera”, él sabía que estaba hablando la palabra de Dios. Él estaba seguro de ello; porque él hablaba las palabras de Dios continuamente. “La palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió” (Juan 14:24). Él sabía que la palabra de Dios tiene poder para realizar lo que él había hablado, y que Lázaro saldría. Es decir, la fe de Jesús es la fe que cree que la palabra de Dios hará lo que ella dice. Sencillamente deja que la palabra de Dios sea verdadera.EPE 80.2

    Pero la palabra de Dios es verdadera, creámoslo o no. Juan dice: “Y, sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros” (1 Juan 2:8). El propósito de la palabra de Dios es que sea verdadera en nosotros. La palabra fue verdadera en Jesucristo, y él fue el verdadero representante de la palabra. Lo que la palabra decía que él era, lo era. Y si la palabra de Dios es verdadera en nosotros, nos hará semejantes a Cristo. Tenemos fe en la palabra de Dios cuando creemos que es una palabra viviente, y que tiene poder para transformar nuestros caracteres, y para obrar en nosotros aquello que dice.EPE 80.3

    Fe en la palabra.

    Esta es la clase de fe que Jesús celebraba. Leemos en el Evangelio de Mateo que “al entrar Jesús en Capernaúm, se le acercó un centurión, que le rogaba diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado. Jesús le dijo: Yo iré y lo sanaré. Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; pues también yo soy hombre bajo autoridad y tengo soldados bajo mis órdenes, y digo a éste: “Ve”, y va; y al otro, “Ven”, y viene; y mi siervo: “Ha esto”, y lo hace. Al oírlo Jesús, se maravilló y dijo a los que lo seguían: De cierto os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe” (Mateo 8:5-10). Aquí está el centurión, un comandante de cien hombres del ejército romano. Le dice a Jesús: Di la palabra; eso es todo lo que necesitas hacer.EPE 81.1

    Digamos que la autoridad romana es César, que el nombre del centurión sea Julio, y el soldado, Alejandro. Julio el hombre le dice a Alejandro el hombre: “Ve”; pero Alejandro el hombre dice: “¿Qué derecho tienes de mandarme a ir? Iré cuando esté listo”. Ese es Julio el hombre hablando a Alejandro el hombre aparte de toda autoridad. Pero Julio el centurión le dice a Alejandro el soldado “Ve”, y el soldado va de inmediato, porque Julio está hablando como representante del César, y en realidad es César es el que habla. Noten ustedes la diferencia entre el hombre que le habla al hombre, y el centurión que le habla al soldado. El soldado va, porque todo el poder del Imperio Romano está detrás de la palabra dicha por el centurión.EPE 81.2

    Y el centurión le dijo a Cristo: Yo veo que tú, Jesús de Nazaret, estás aquí, y que estás bajo autoridad, representando a Dios. Cuando hablas, no es Jesús el hijo de José quien habla, sino el Hijo de Dios; y sé que la palabra que hablas es la palabra de Dios, y que ella tiene poder. Esta es la clase de fe que Cristo celebra. El centurión tenía confianza que Cristo no era simplemente el hijo del carpintero, sino el Hijo del Dios viviente, y creía que toda la autoridad de Dios estaba en la palabra dicha por medio de él.EPE 81.3

    “La fe viene por el oír”, y no tiene sentido hablar acerca de la fe separada de la palabra de Dios. El hecho de que deseemos algo con todo nuestro corazón, no es la menor evidencia de que se hará. La fe es la confianza en la palabra de Dios, la dependencia de la palabra de Dios, y permitir que la palabra de Dios sea verdad. La fe es ver a Cristo en su palabra como el poder del Dios viviente, y creer con todo el corazón que él hará lo que dice. La fe no es sentimentalismo, no meramente una creencia de que algo es verdad; incluye someterse y ceder totalmente a la palabra de Dios. Consideren si tienen la fe de Jesús o la fe del demonio. Él cree que la Biblia es verdad y ¡la cree más completamente que muchos que hacen una elevada profesión! Él sabe que la Escritura es totalmente cierta. Él sabe que es verdadera, pero no permite que sea cierta en él. Él es una mentira; toda su vida es una mentira; él es una falsedad del principio al fin; y así es todo aquel cuyo carácter sea como el de él, y cuya fe no va más allá que la de él. Nuestros mismos caracteres son una mentira si no están en armonía con la palabra de Dios.EPE 82.1

    Antes de que una persona se convierta tiene la opción de decir: “Yo soy verdadero; yo soy justo”, y de este modo hace que Dios sea mentiroso, o puede decir: “Solo Dios es verdadero”, haciendo que él mismo sea mentiroso. La Biblia dice: “Sea Dios veraz y todo hombre mentiroso” (Romanos 3:4). Cada persona no convertida tiene que hacer su elección entre llamar mentiroso a Dios, o admitir que ella lo es. El pecado consiste en ser falso, y eso es lo que hace que el diablo sea totalmente falso, porque él es un pecador desde el principio; él es un mentiroso, y el padre de la mentira. Dios dice: Todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios”. Debemos permitirle ser veraz y decir: Yo he pecado”. Pero cuando llegamos a esa experiencia en el camino, hay algo más que debe decirse. Cuando Natán fue a David para reprenderlo por su pecado y le dijo; “Tú eres el hombre”, David contestó: “Pequé contra Jehová. Natán dijo a David: También Jehová ha perdonado tu pecado; no morirás” (2 Samuel 12:13). Sea la palabra de Dios veraz. Cuando el Señor dice: “Han pecado y están destituidos de la gloria de Dios”, responda: “He pecado”. Cuando hacemos esa confesión, él nos dice otra vez: “Si confesamos nuestros pecados él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” [1 Juan 1:9]. A esto debemos decir: “Así es, y sea la palabra de Dios verdadera en nosotros”. Y así seguiremos diciendo: “Amén”, no sencillamente de palabra, sino en nuestras vidas. Eso es fe, fe viva y divina.EPE 82.2

    La fe en la Palabra produce reforma.

    Esta fe produjo la reforma del siglo dieciséis, y es la fe que debe operar la reforma en el siglo diecinueve. En el tiempo de Lutero la iglesia había ocultado la palabra de Dios, y le estaba dando a la gente su propia enseñanza, así como lo hace en gran medida hoy. La palabra de Dios se ve constantemente en los escritos de Lutero. La fe en la palabra de Dios, esa fe que cree la palabra de Dios no importa cuáles sean las circunstancias externas, produjo la Reforma. Nuestra prueba ocurrirá en el mismo punto. La palabra nos dice que se harán milagros para sostener la falsedad. La gente que depende de circunstancias externas para ver evidencia de su aceptación con Dios, son los mismos que se están preparando para ser tomados cautivos por el diablo como él quiera. Él puede producir señales externas. La palabra dice que hará descender fuego del cielo a la vista de los hombres.EPE 83.1

    Cuando la tierra sea removida, ¿sobre qué nos pararemos? La palabra de Dios será el único fundamento seguro, pero si no aprendemos cómo aferrarnos fuertemente a esa palabra, no estaremos preparados para arriesgarnos en ese día, y seremos de aquellos que vienen ante el Señor con temor. Necesitamos acostumbrarnos a vivir en la presencia de Dios, viendo al que es invisible, y entonces, cuando él llegue a ser visible, no tendremos el más mínimo temor. Esta es la fe de Jesús, la fe que cree que la palabra de Dios es veraz, que permite que la obra de Dios actúe en su poder en nosotros, y que se somete enteramente a esta acción. Ningún hombre puede tener fe en Jesús si no está dispuesto a abandonar todo por él. Él nos dio todo, y él toma todo.EPE 83.2

    Un acróstico [que no se puede traducir] de la palabra fe [faith, en inglés] puede ayudarnos a grabar estos pensamientos en nuestras mentes. [Diría lo siguiente: “Abandonando Todo Yo lo Acepto a Él”.]EPE 83.3

    La fe de Jesús significa: Renunciando a todo, lo acepto a él, y lo dejo estar verdaderamente en mí. Ser un santo es en esencia ser un hombre verdadero; ser un pecador es en esencia ser un mentiroso. Cristo es el testigo fiel y verdadero; Cristo es la vid verdadera; todo lo que tiene que ver con Cristo es verdadero. Ser como Cristo es ser verdadero; ser diferente de Cristo es ser falso.EPE 84.1

    Guardar los mandamientos.

    Volvámonos a otro pensamiento. “Aquí están los que guardan los mandamientos de Dios”. Pero lo mismo que ocurre con los mandamientos, los cuales debemos obtener antes de poder guardarlos, ocurre con la fe. ¿Cómo obtenemos los mandamientos? Del mismo modo que obtenemos la fe: Dios tiene que dárnoslos. “Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días —dice el Señor—: Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios y ellos me serán a mí por pueblo” (Hebreos 8:10). Él tiene que darnos los mandamientos antes de que podamos guardarlos, y él tiene que dárnoslos en su propia manera, al escribirlos en nuestros corazones. “Y es manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón” (2 Corintios 3:3). Los mandamientos fueron escritos primero con el dedo de Dios en las tablas de piedra, prefigurando la obra de escribirlos en el corazón por el Espíritu de Dios. Compare dos pasajes: “Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios”. “Pero si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dos ha llegado a vosotros” (Mateo 12:28; Lucas 11:20). Uno dice el “Espíritu de Dios”, el otro el “dedo de Dios”. Dios escribió con su propio dedo en las tablas de piedra, y dice que escribirá sus mandamientos en nuestros corazones, no con tinta sino con el Espíritu del Dios vivo. Esto fue predicho cuando los escribió sobre la piedra. Además, así como los escribió en piedra, ahora los escribe con su Espíritu; y su escritura en nuestros corazones ha de ser tan eterna como su escritura sobre piedra. El que cumple la palabra de Dios morará para siempre. El que guarda mis dichos nunca morirá.EPE 84.2

    La palabra de Dios es la vida misma de Dios, y esta palabra que está en nuestros corazones nos guardará por toda la eternidad. La palabra de Dios, escrita con el Espíritu de Dios sobre las tablas del corazón, nunca cambiará. Es el carácter de Dios. Pero Dios nunca pone algo en nuestros corazones, y nunca permitirá que el diablo ponga algo en nuestros corazones para que quede allí, a menos que nosotros lo consintamos. Supongamos ahora que Dios sigue adelante con su tarea de escribir su ley en nuestros corazones, y él escribe: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”, y ustedes dicen, “Me someto a eso”. Él escribe otra vez: “No te harás imagen ni ninguna semejanza de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas ni las honrarás, porque yo soy Jehová, tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia por millares a los que me aman y guardan mis mandamientos”, y ustedes dicen: “Está bien”. Él escribe el tercer mandamiento, y otra vez responden: “Me someto”. Entonces comienza a escribir el cuarto, pero ustedes comienzan y dicen: “Oh, no; no escriba eso; yo no puedo permitir que eso entre”. ¿Qué ocurre? Él deja de escribir; y por el rechazo de ustedes de permitirle escribir el cuarto mandamiento, ustedes borran lo que ya había escrito, y la ley de Dios sale de vuestros corazones. Él no escribe una porción de su ley en nuestros corazones en contra de nuestro consentimiento. Debemos estudiar la ley en Jesucristo, que guardó los mandamientos de su Padre, y luego debemos someternos a ella, para que la misma vida que se manifestó en Jesucristo se manifieste en nosotros. Es más una cuestión de nuestro sometimiento, y permitir que la vida se manifieste por sí misma, que en manifestarla nosotros.EPE 85.1

    Cristo, la ley viviente.

    Escribir la ley en el corazón es sencillamente tener a Cristo morando en nosotros. Cristo era la ley viviente, la ley en la vida. El Espíritu de Cristo es el Espíritu de esa vida divino-humana que vivió en obediencia a los mandamientos de Dios. Ese es el Espíritu que él pone sobre nosotros, su otro yo que mora en nosotros. La ley de Dios es ministrada por el Espíritu de Dios. Cuando eso viene al corazón, es Cristo mismo; es “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”. Y cuando Cristo viene a nuestros corazones, él es la ley viviente, la ley de Dios expuesta en el carácter. Cristo morando en nuestros corazones, significa traer el carácter de Dios a nuestras vidas. Guardar los mandamientos de Dios es manifestar el carácter de Jesucristo.EPE 85.2

    Ahora una palabra acerca de obedecer los mandamientos de Dios. Guardar los mandamientos de Dios es obedecer los mandamientos, pero hay una infinita cantidad de intentos de obedecer los mandamientos que no es guardarlos. Pero la justicia no viene por la ley. Algunas personas cuelgan la ley sobre la pared, la leen, y luego tratan de hacer lo que dice. Les cuesta muchísimo, y entonces no lo hacen. ¿Por qué? Porque la ponen allá arriba. Eso no es donde Dios la pone. Él dice que la pondrá en vuestros corazones, y ustedes deben guardarla allí. “Guarda tu corazón, porque de él mana la vida” [Proverbios 4:23]. ¿Suponen ustedes que de un corazón donde está escrita la ley, pueden salir homicidios? Dios nos ha dicho qué hay en el corazón natural. Él dice: “Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lujuria, la envidia, la calumnia, el orgullo y la insensatez” (Marcos 7:21, 22). Esto es lo que Dios ve en el corazón natural, pero ¿ve el hombre todo eso? “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso” [Jeremías 17:9]. El hombre dice: No soy un asesino; soy un hombre muy moral. Voy a la iglesia regularmente, nada de eso hay en mi corazón. Pero esas mismas cosas están allí. A menos que Cristo esté allí y las haya echado afuera, han entrado y contaminado el templo del alma.EPE 86.1

    Pero cuando Cristo, la ley viviente, entra, la ley es escrita en las tablas del corazón. Y cuando Cristo entra, todos los males del corazón natural son expulsados por su santa presencia. Cuando nos sometemos a él, él escribe su ley en nuestros corazones y vidas. La religión no puede ser comunicada como una teoría. La religión es vida. Cuando Cristo escribe su ley en nuestros corazones, al escribirla en nuestras vidas y cuando esto se hace, el homicidio y el engaño son expulsados. Eso es escribir la ley en el corazón; eso es poner la misma vida de Cristo como al nuestra, de modo que nuestra vida manifiesta su vida.EPE 86.2

    Es un error terrible pensar que guardar los mandamientos de Dios significa tomar la ley, mirarla, y luego decidir que la cumpliremos. Eso solo significa fracaso y desánimo. Cuando vemos que Cristo es la ley de Dios que debemos recibir, y cuando lo recibimos a él, es que la ley queda escrita en nuestros corazones, y nuestras vidas son llevadas a estar en armonía con esa ley. La ley de Dios es santa, justa y buena. No podemos hacer santas nuestras vidas, pero Cristo puede hacerlo por nosotros. Oh, que podamos ver en su verdadera luz el privilegio de estar en armonía con la ley de Dios. Es el privilegio de ser como Cristo, el privilegio de vivir una vida verdadera, el privilegio de la comunión con Dios, quien creó todas las cosas por medio de Jesucristo. Es el gran privilegio de la humanidad estar en armonía con la ley de Dios.EPE 87.1

    El propósito de la vida de Cristo sobre la tierra.

    La obra entera de Cristo fue mostrar la perfección de la ley de Dios, y el hacer posible que nosotros podamos estar en armonía con ella. Y cuando tenemos la vida y enseñanzas de Cristo para mostrarnos qué es la ley de Dios, es perfectamente sorprendente que tantos permitan que el diablo los defraude quitándoles el privilegio de estar en armonía con esa ley. Ser como Cristo, ser como Dios, vivir una vida verdadera, ser exaltado, ser puesto en comunión con Dios: esto es realmente un privilegio. Hay quienes dicen, pero si yo vivo en armonía con la ley de Dios perderé mi posición, y ¿qué hará mi familia? Pero no hay nada que pueda suceder a quienes están en armonía con la ley de Dios, excepto lo que Dios permita. Si él quita una cosa, es para dar algo mejor en su lugar. Puede no significar más dinero, pero ¿qué hay de eso? ¿No cuida Dios a los suyos? “Buscad primeramente el reino de Dios u su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). Esto es lo que dice Dios. Sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso. La fe hace veraz la palabra de Dios, y cree lo que él dice, y no ve nada excepto la palabra de Dios.EPE 87.2

    Dios cuida a los que son fieles a él.

    Dios cuida de su pueblo en estos tiempos. Hay abundantes pruebas de que los que observan el séptimo día, aun en estos tiempos difíciles, están mejor situados financieramente que la gente promedio. Dios cuidará a cada uno que es fiel a él. Él pone mesa en el desierto para mostrarnos, si es necesario, que él puede hacer caer pan del cielo y agua de la roca. Confíe en que Dios lo hace. El tiempo está justo sobre nosotros cundo necesitamos confiar en Jesucristo y su palabra, para mantenernos vestidos y con comida, para mantenernos temporal y espiritualmente, y solo los que están escondidos en Jesucristo estarán seguros. Eso ocurrirá literalmente, y los que no confían en Jesucristo perecerán. Dios nos está advirtiendo, tratando de ganar personas que se alejen de la destrucción que está por venir. La sumisión a él en todas las cosas es nuestra única seguridad ahora. “Aquí están los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”.EPE 87.3

    La ley guardada en Cristo.

    Aunque no podemos guardar los mandamientos antes de que los obtengamos, eso no significa que los preceptos de la ley no serán vividos en nuestras vidas. Esto es precisamente lo que se hará. Ningún hombre puede hacerlo por sí mismo; pero hemos de recibir la ley de Dios en Jesucristo y obedecer la ley de Dios en Jesucristo. Entonces es que Dios morará en nosotros, y la ley estará escrita en nuestros corazones.EPE 88.1

    “Aquí están los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”. Guardan los mandamientos porque guardan la fe de Jesús. El salmista dice: “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti” [Salmos 119:11]. Y “el pecado es infracción de la ley” [1 Juan 3:4]. Jesucristo es el Alfa y la Omega, la A a la Z; y cuando lo escondemos en el corazón, escondemos la palabra de Dios en el corazón; y lo que guardamos como una ley viviente se da vuelta y nos guarda.EPE 88.2

    “Vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona” [Apocalipsis 3:11]. Estamos viviendo justo antes de la segunda venida de Cristo. Por medio de la fe de Jesucristo, permitamos que la palabra de Dios sea verdad en nuestro carácter. Dios quiere que guardemos sus mandamientos porque ellos son los que nos guardarán. Cristo dijo: “Sé que su mandamiento es vida eterna”, y esa es la razón por la que pudo decir: “El que guarda mi palabra nunca verá muerte” (Juan 12:50; 8:51). La obra de Cristo ha cambiado en sueño la muerte que vino como resultado de la transgresión de Adán. “El que guarda mi palabra nunca verá muerte”, porque él tiene en su interior la Palabra viviente. “El que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” [1 Juan 2:17]. Puede que duerma, pero nunca verá muerte. Pero los que no guardan los mandamientos de Dios verán la muerte de la cual no hay resurrección.EPE 88.3

    La paciencia de los santos.

    “Aquí está la paciencia de los santos”. “Pues os es necesaria la paciencia, para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa” (Hebreos 10.36). Tenemos necesidad de paciencia. “Porque aún un poco, y el que ha de venir vendrá, y no tardará” [vers. 37]. Aquellos que han estado guardando los mandamientos y esperándolo a él, tienen necesidad de perseverancia, porque todavía falta un poco.EPE 89.1

    “El justo por su fe vivirá” [Habacuc 2:4]. Hay tres lugares en el Nuevo Testamento donde se usa este pasaje, y el énfasis que se usa en cada caso es diferente. “Pues en el evangelio, la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: ‘Mas el justo por la fe vivirá” (Romanos 1:17). Aquí se coloca el énfasis en ser justos.EPE 89.2

    “Que por la ley nadie se justifica ante Dios es evidente, porque ‘el justo por la fe vivirá’” (Gálatas 3:11). Aquí se enfatiza la fe.EPE 89.3

    “Mas el justo vivirá por fe; pero si retrocede, no agradará a mi alma” (Hebreos 10:38). Aquí el pensamiento principal es vivirá. El guardar los mandamientos ha estado ocurriendo, no obstante hay un momento en que Cristo parece demorarse. Si vivimos por fe, viviremos en medio de toda la destrucción que habrá a nuestro alrededor. “Caerán a tu lado mil y diez mil a tu diestra; mas a ti no llegarán” [Salmos 91:7]. “El justo vivirá por fe”. “Ciertamente con tus ojos mirarás y verás la recompensa de los impíos” [vers. 8]. Esa es la promesa de Dios para nosotros, pero él también dice: “Os es necesaria la paciencia” [Hebreos 10:38]. “Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin que le dio el Señor, porque el Señor es muy misericordioso y compasivo” [Santiago 5:11]. Job perseveró, aunque no podía ver una razón para hacerlo. Pero en esa prueba de Job Dios estaba demostrando ante el universo el hecho de que su amor puede guardar a un hombre cuando todas las bendiciones temporales le son quitadas.EPE 89.4

    En el capítulo 18 de Lucas tenemos el caso de la viuda y del juez injusto registrado como una instrucción para nosotros, con referencia a la demora de la venida del Señor. Este es el tiempo, por sobre todos los demás, justo antes de la venida del Señor, cuando no debemos desmayar. “También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre y no desmayar, diciendo: ‘Había en una ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él diciendo: “Hazme justicia de mi adversario”. Él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: “Aunque ni temo a Dios ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo me agote la paciencia”. Para deshacerse de ella la vindicaría de su adversario ante la ley. “Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia” [vers. 1-8].EPE 90.1

    Tiempos difíciles por delante.

    Estamos en el tiempo de angustia predicho en la palabra de Dios. Estos tiempos angustiantes que vemos a nuestro alrededor son sólo el comienzo de estas cosas. “También debes saber que en los últimos días vendrán tiempos peligrosos [o difíciles]” (2 Timoteo 3:1). ¿No estamos viendo esos tiempos difíciles, difíciles en lo financiero y en lo espiritual? Y estos tiempos en los que hemos entrado, aunque puede haber tiempos cuando se aclaren, crecerán hasta ser cada vez peores. El ligero reavivamiento financiero en estas colonias no es permanente. Dios ha enviado su mensaje de preparar un pueblo para su venida, para reunir un pueblo que entienda estas cosas. Los corazones de los hombres ya se están desmayando de temor; están diciendo: ¿Qué significan estas cosas? Pero “como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del hombre” [Lucas 17:26]. Veremos violencia y homicidios. Esa es la obra del diablo. Veremos en este mundo una situación tal como nunca la imaginó la mente humana; veremos una situación que llenará de terror cada corazón que no conozca a Jesucristo y el poder de su salvación. Podemos verlo venir.EPE 90.2

    En ese día el pueblo de Dios clamará a él por liberación; pero él parece postergar el día para librarlos, porque habremos llegado a ese tiempo cuando la liberación del pueblo de Dios significa la muerte de sus adversarios. La liberación del pueblo de Dios de sus enemigos solo puede ser seguida por la venida del Señor Jesús y la destrucción de sus enemigos. Dios es demasiado lento en arrojar su ira sobre los que lo han rechazado, que él parece casi haber abandonado a su pueblo. Pero Dios “hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche, aunque tarde en responderles”.EPE 90.3

    “Cuando oigáis de guerras y de revueltas, no os alarméis, porque es necesario que estas cosas acontezcan primero; pero el fin no será inmediatamente. Entonces añadió: Se levantará nación contra nación y reino contra reino; habrá grandes terremotos y, en diferentes lugares, hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes señales del cielo. Pero antes de estas cosas os echarán mano, os perseguirán, os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre” (Lucas 21:9-12). Noten por qué serán llevados. Porque un hombre sea odiado, no significa que sea cristiano. Debe ser odiado “por causa de mi nombre”. Porque al mundo le disguste un hombre, no significa que es un cristiano. Debe disgustarle por la misma razón que Cristo le disgustaba. Aquellos que son cristianos serán vilipendiados porque están en armonía con la vida y el carácter de Cristo. “Pero esto os será ocasión para dar testimonio. Proponeos en vuestros corazones no pensar antes cómo habréis de responder en vuestra defensa, porque yo os daré palabra y sabiduría, la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se opongan. Seréis entregados aun por vuestros padres, y hermanos, parientes y amigos; y matarán a algunos de vosotros. Seréis odiados por todos por causa de mi nombre, pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas” (vers. 13-19). Con la resistencia ganarán sus vidas Estamos viviendo justo antes de la venida del Señor. “Porque aún un poco, y el que ha de venir vendrá y no tardará” [Hebreos 10:37]. Antes de la venida del Señor, habrá un pueblo que estará cumpliendo la voluntad de Dios. Nuestro lugar es ser uno de ellos. Nuestro lugar es ser uno de aquellos de quienes el Señor pueda decir: “Aquí está la paciencia de los santos; aquí están los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”.EPE 91.1

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