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    7. Cristo nuestro ejemplo

    Discurso del 9 de noviembre de 1895 en la reunión campestre de Armadale, The Bible Echo, 3 y 10 de febrero de 1896

    “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y prended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:28-30).EPE 113.1

    Deseo especialmente llamar la atención a estas palabras: “Llevad mi yugo sobre vosotros” y aprended de mí”. Todos saben que Cristo es nuestro ejemplo en la vida cristiana. Sería inútil que tomara mi tiempo y el de ustedes para establecer este hecho. Hay muchísimos que desean imitar el ejemplo de Cristo, muchísimos que no saben cómo, y el propósito de nuestro estudio esta tarde será, si es posible, ayudar a alguno a saber cómo hacer esto. Doy por sentado que cada cristiano sabe que debería ser como Cristo. No hay enseñanza en la Escritura más clara que ésta, y la promesa es que el discípulo no es mayor que su maestro, pero cada uno que es perfeccionado será como su maestro. Nuestro propósito es presentar algunas lecciones sencillas y claras que esperamos sean útiles para ustedes en comprender mejor cómo imitar la vida de Cristo.EPE 113.2

    Tres puntos definidos.

    Podríamos divagar grandemente sobre este asunto, y ocupar todo el tiempo, sin llegar a nada muy definido en nuestras mentes. Pero quiero que obtengan dos o tres lecciones fijas; porque ellas son el fundamento para toda otra lección, y con ellas todas las demás lecciones vendrán por sí mismas. Para que el punto sea definido en las mentes de ustedes con referencia a aprender de él, quiero plantear delante de ustedes tres puntos.EPE 113.3

    Hemos de imitar el ejemplo de Cristo al vivir en Dios y con Dios y para Dios. ¿Cómo viviremos, como Cristo en Dios, con Dios y para Dios?EPE 114.1

    Cristo el Renuevo.

    Cristo era la misma revelación de Dios, la vida de Dios sobre la tierra. En Zacarías 6:12 el profeta dice de él: “Aquí está el varón cuyo nombre es el Renuevo; él brotará de sus raíces [no en un lugar equivocado, sino donde él está; él crecerá desde su lugar] y edificará el templo de Jehová”. Aquí se habla de Cristo como el Renuevo, y él era el renuevo de Dios. Pero sus raíces están en el cielo; y al ser el renuevo de Dios para este mundo, él es, en otro sentido, el brazo de Dios. Dios estaba en el cielo, pero él estaba alcanzando hacia abajo en Jesucristo para sostener el mundo. Como el Renuevo, Cristo creció como una rama, a fin de ser algo visible para el mundo. Dios está en las nubes y en oscuridad; pero él quería revelarse al mundo que había sido separado por el pecado, así que Cristo vino como un renuevo de sí mismo.EPE 114.2

    La Fuente oculta de vida.

    Ustedes saben que las raíces de un árbol están escondidas debajo de él; pero ellas son las fuentes secretas de vida, y lo que aparece, que llamamos el árbol, no es otra cosa que la raíz que surge a la vista. Cristo era el renuevo para el mundo, pero su raíz estaba escondida en Dios, y él fue manifestado para que el mundo pudiera ver qué es Dios. La vida de Cristo, cuando estuvo aquí en la carne, estaba en Dios, y él dependía de Dios tanto para su vida para servir aquí como nosotros estamos obligados a depender de Dios. Es verdad que él tenía vida; “como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo” [Juan 5:26]. Pero cuando vino aquí para ser la revelación de Dios al mundo, y un ejemplo para la humanidad, él se puso en el lugar mismo de la humanidad; y como la humanidad era débil, él llegó a ser débil por el bien de la humanidad. Como la humanidad dependía totalmente de un poder fuera de sí mismo, así él llegó a ser dependiente. Y él dijo: “Así como me envió el Padre viviente y yo vivo por el Padre, también el que me come vivirá por mí” [Juan 6:57].EPE 114.3

    Él tomó ese lugar de dependencia, esa posición de debilidad, a fin de que él pudiera pasar por la experiencia de aquellos que vino a salvar; su vida estaba oculta en Dios, y él dependía totalmente de Dios y del ministerio de los ángeles.EPE 115.1

    La vida de Cristo en Dios.

    No crean que la vida de Cristo aquí fue una vida fácil porque él era el divino Hijo de Dios. Él era el divino Hijo de Dios, pero veló esa divinidad. Contemplen la maravillosa condescendencia de Dios en Cristo. Aunque él tenía poder, no obstante lo dejó a un lado, y llegó a ser dependiente. Esto se afirma en la Escritura. El Evangelio de Juan es el gran evangelio de vida. Vamos a él cuando queremos aprender acerca de la vida. En este Evangelio, Cristo dice: “Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. Pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí y yo en el Padre” [Juan 10:37, 38].EPE 115.2

    Aunque es cierto que Jesucristo era la divinidad velada en humanidad, también es cierto que él era la humanidad encerrada en la divinidad. En su humanidad, él se aferraba del Padre para que le ayudara, para que le diera fuerzas, para todo lo que él necesitaba como humano; en su divinidad, el Padre moraba en él, y obraba por medio de él. Él era la divinidad en humanidad, las raíces que alcanzan el cielo, pero era la humanidad encerrada en la divinidad. Así dice en Juan 14:10: “¿No crees que yo soy en el Padre y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre, que vive en mí, él hace las obras”. Y pidió para sus discípulos: “Para que todos sean uno; como tú, Padre, en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros” (Juan 17:21). Cristo era la unión de lo divino y lo humano, que es la perfección de la humanidad, porque la divinidad obraba en la humanidad y por medio de la humanidad.EPE 115.3

    “A Dios nadie lo ha visto jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él lo ha dado a conocer” (Juan 1:18). Noten la afirmación. No dice: “que vino del seno del Padre”, sino “que está en el seno del Padre”. Había tal unión entre Cristo y su Padre que donde estaba Cristo, allí estaba el Padre. Y él estaba en el seno del Padre mientras estuvo sobre la tierra, su vida escondida en Dios para nuestro beneficio.EPE 115.4

    Ahora notaremosEPE 116.1

    La vida de Cristo con Dios;

    es decir, su comunión con Dios, su compañerismo con Dios. Aunque su vida estaba con Dios, también debía fluir a través de la humanidad, y Cristo, al ponerse en la posición de la humanidad, se puso a sí mismo en el lugar de la parra vacía, que debía ser llenada desde el Padre. Se puso en esa posición en la que, por su comunión con Dios, recibía de Dios lo que él le daba al mundo. En su última oración dijo: “Porque las palabras que me diste les he dado”; “Yo les he dado la gloria que me diste” (Juan 17:8, 22).

    Él estuvo entre Dios y el hombre, para recibir de Dios en su lado divino, para entregar en su lado humano, y para completar la conexión entre lo divino y lo humano. Pero al ponerse a sí mismo allí, se sometió a las mismas condiciones que encontramos en nosotros. Él no tenía nada en sí mismo, se vació, y llegó a ser un canal de bendiciones y luz y poder y vida y gloria para el hombre. Lo que él trajo al mundo, lo trajo porque el Padre se lo dio a él, y él necesitaba ir al Padre para obtener lo que el Padre le daría para dar al mundo, por causa de su dependencia.EPE 116.2

    La fuente de fortaleza de Cristo.

    Así que encontramos a Cristo yendo al Padre para tener comunión, buscando de él fortaleza. Leamos dos o tres pasajes que enfatizarán esto. “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba” (Marcos 1:35). ¿Por qué? Porque tenía por delante un día para revelar al Padre, delante de él un día para dar a Dios a la gente, y él necesitaba levantarse bastante antes del día, e ir al Padre, y tener compañerismo con él, en comunión con él; necesitaba recibir de él lo que había de dar a la gente.EPE 116.3

    “Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado y, mientras oraba, el cielo se abrió y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma; y vino una voz del cielo que decía: ‘Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia” (Lucas 3:21, 22). Los cielos se abrieron para Cristo cuando él oraba; los cielos se abrirán para nosotros cuando oramos.EPE 116.4

    “Como ocho días después de estas palabras, Jesús tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, yEPE 117.1

    Subió al monte a orar.

    Mientras oraba, la apariencia de su rostro cambió y su vestido se volvió blanco y resplandeciente. (Lucas 9:28, 29). Pero permítanme decirles que él oró más que una breve oración esa noche. Cristo hacía oraciones cortas en público; pero cuando iba a tener comunión con Dios en las horas de la noche, entonces es que derramaba su alma ante Dios, buscando en su debilidad, y aferrándose a Dios, no meramente para sí mismo, sino por todo el mundo, para nuestro beneficio, para obtener poder divino; y fue mientras oraba que la apariencia de su rostro se alteró.EPE 117.2

    Fue cuando Moisés estuvo en la presencia de Dios que su rostro brilló con gloria, de modo que cuando volvió, la gente no podía mantenerse delante de él. Fue cuando Cristo, nuestro representante, oró esa noche sobre el monte hasta que sus discípulos se quedaron dormidos y el rocío de la noche cayó sobre él, que los cielos se abrieron ante él. Es en nuestra comunión con Dios que la gloria descansa sobre nosotros, y nuestras vestiduras inmundas se cambian por el manto blanco de la justicia de Cristo.EPE 117.3

    La vida de Cristo para Dios.

    Y así fue en respuesta a su comunión con el Padre que él recibió de Dios las bendiciones que dio a la humanidad; pero ahora, teniendo una vida en Dios, mantenida por su compañerismo con Dios, la vida de poder había de gastarse para Dios. La vida de Cristo fue una vida de sacrificio, una vida de servicio para Dios; él era el representante de Dios, así como también el representante de la humanidad. Él fue enviado aquí para representar el carácter divino, pero también para mostrar que es posible que ese carácter divino se revele en la humanidad.EPE 117.4

    No crean que Dios es un algún ser distante. La vida y experiencia de Cristo fueron para mostrar al mundo que Dios puede morar en la humanidad; que Dios ha hecho que la humanidad sea un templo para su propia morada, y Cristo recibió la misma presencia del Padre para morar en su humanidad, para mostrar que la humanidad puede ser un templo para el Dios viviente.EPE 117.5

    Cristo pasó su vida completamente en servicio para Dios. Toda la fuerza que recibía del Padre en sus horas de oración se usó en el ministerio. Él alimentó a la multitud, les enseñó, trabajó por ellos, y se cansó caminando de aquí para allá en Judea, dando su vida por la gente. Y finalmente dio su vida en la cruz por ellos. Esa es la vida de Cristo, en Dios, con Dios y para Dios.EPE 118.1

    La vida de Cristo debe repetirse en nosotros.

    Me gozo en detenerme sobre ese cuadro, y que se presente delante de nuestras mentes; pero quiero decirles que la única razón de que ese cuadro se registra en las páginas de la historia es porque es la intención de Dios de que la misma experiencia sea vivida otra vez en nosotros. Es el propósito de Dios que seamos como Cristo, y él ha hecho provisión para que lo seamos. Yo sé que somos débiles, yo sé que somos impotentes, yo sé que somos indignos; pero yo sé que Dios ha hecho una provisión maravillosa. Dios sabía que éramos indignos; pero él hizo la provisión de que precisamente por medio de una humanidad tal como la que se encuentra aquí hoy, si tienen fe en Cristo, él revelará su carácter, y los hará canales de bendición para el mundo. Ese es el plan de Dios para nosotros, y regocijémonos en ese pensamiento; quitemos nuestros ojos de las cosas ordinarias y comunes, y experiencias cristianas de baja calidad, y miremos al trono de Dios y de Cristo, nuestro Abogado, quien está allí para interceder por nosotros. Creamos que Dios tiene la intención de darnos maravillosas experiencias en su Hijo. Su plan es hacerlo, y su gracia es suficiente.EPE 118.2

    Nuestras vidas, al igual que la de Cristo han de estar en Dios, con Dios y para Dios. “Porque habéis muerto y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” [Colosenses 3:3]. Esa experiencia es para nosotros, y hemos de darnos cuenta cada día de que no tenemos vida en nosotros mismos; que no tenemos poder en nosotros; pero que toda nuestra vida y poder deben venir de Cristo. Nuestra vida, como la de Cristo, debe estar entre la montaña y la multitud, yendo a la montaña con Dios, obtener lo que él tiene para nosotros, para que podamos traerlo abajo para darlo a la gente.EPE 118.3

    Cuando Cristo alimentó a miles por sus milagros, él mismo no dio el pan a la gente; sino que lo bendijo y lo partió, y lo dio a sus discípulos, y ellos lo dieron a la gente. Nosotros debemos ir a él y él bendecirá el pan, y nos lo dará; y entonces, como un pan bendecido por él, y teniendo en él vida y salvación, debemos llevarlo a la gente. Y así debemos continuarEPE 119.1

    Nuestra vida de compañerismo con Dios.

    Y esta vida de compañerismo debe ser, en todo detalle, como la de Cristo. Debemos nacer en el Espíritu como él nació en el Espíritu; debemos ser bautizados por el Espíritu Santo como lo fue él. Cuando vamos a la tentación, debemos ir como fue él, conducidos por el Espíritu; cuando regresamos de la victoria sobre la tentación, debemos retornar como él, en el poder del Espíritu. Cuando predicamos debemos decir como él dijo: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, poner en libertad a los oprimidos” (Lucas 4:18). Él fue bautizado por el Espíritu Santo, y “anduvo haciendo bienes”. Él hasta se salía de su camino para dar a alguien la oportunidad de recibir beneficios de él. Su vida fue de servicio y sacrificio propio, y él pide que nosotros sigamos su ejemplo, no con nuestras propias fuerzas, sino con una vida en Dios, con raíces en el cielo. Él nos invita a ir confiadamente al trono de la gracia, para que obtengamos misericordia, que encontremos gracia para ayudar en tiempos de necesidad.EPE 119.2

    Aprendiendo por el servicio.

    Nuestra vida, siendo una vida con Dios en el poder del Espíritu, también debe ser una vida para Dios. Muchas veces no alcanzamos la plenitud de la experiencia por tener miedo de Dios. Tenemos temor de que, si nos damos sin reservas y plenamente a Dios, y decimos: “Si vivo o si muero, si estoy enfermo o sano, toda mi vida será para Dios”, que Dios nos invitará a hacer algo que no queremos; y es ese mismo temor el que impide que Dios se revele a nosotros y en nosotros. Dios no se revela hablando de sí mismo; sino dice, “Tomad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí”. Al servir, aprendemos.EPE 119.3

    No entramos en la escuela de Cristo para que él nos cuente la teoría de la vida cristiana sencillamente como algo que debemos estudiar nosotros mismos. Dios nos da el conocimiento de sí al revelarse en nosotros, y cuando él quiere que conozcamos la experiencia de fe y la victoria de fe, nos conduce hasta el Mar Rojo, para enseñarnos lo que significa esta victoria. Es viviendo con Dios como aprendemos de Dios. Nuestras cabezas pueden estar llenas con muchas teorías; pero serán casi inútiles a menos que conozcamos lo que Dios es al ver lo que él hace por nosotros, al ver lo que puede hacer por aquellos que creen en él, al estar en él, y dejarlo obrar.EPE 120.1

    Hay muchas lecciones que aprender acerca de Dios, y la lección fundamental es: “Caminar en la luz”. Todo depende de la luz. Quítenla, y las flores se mueren. Ellas deben vivir en la luz. Quiten la luz de Dios de nosotros, y nuestra experiencia cristiana muere, pero la luz sigue brillando. No está quieta; se mueve, y nosotros debemos movernos con ella a fin de mantener la luz que tenemos, y abrir el canal para más luz.EPE 120.2

    Notemos ahora nuestra vida por Dios.EPE 120.3

    Negarse a sí mismo.

    En Mateo 16:24 leemos: “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”. “Niéguese a sí mismo”. Esas palabras tienen un significado mucho más amplio que apartarse de algún lugar de diversión, o dejar de comer algo que agrada al paladar. Significa el sacrificio del yo, desheredar el yo, vaciarse del yo, la negación misma del yo. Pedro negó a Cristo cuando dijo: “No lo conozco”, y debemos tratar del yo exactamente de la misma manera. ¿Se levanta el yo y pide reconocimiento? Entonces diga: “No te conozco”. Así como Pedro negó tres veces a su Señor, también nosotros, cuando el yo se levanta y quiere controlarnos, debemos decir: “No te conozco; no tendré nada que ver contigo”. Niegue al yo, desherede al yo, deje morir el yo, y manténgalo muerto también.EPE 120.4

    Pablo dijo: “Os aseguro, hermanos, por la gloria que de vosotros tengo en nuestro Señor Jesucristo, que cada día muero” (1 Corintios 15:31). Muchas personas están afligidas en su experiencia cristiana por causa de que el yo se está levantando continuamente. “¿Por qué?”, dicen, “yo pensé que ayer había obtenido una victoria completa, y que el yo estaba crucificado”. El yo fue crucificado por tanto tiempo como la fe que echó fuera el yo lo mantuvo afuera, pero justo en el momento en que esa fe vacila, el yo surge de nuevo y afirma su poder. La fe que da muerte al yo debe mantenerlo muerto. El yo debe ser crucificado diariamente y a cada hora por medio de la fe en Jesucristo. “Entonces dijo Jesús a sus discípulos: Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”. Quisiera impresionar sobre la mente de ustedes hoy lo que incluye la cruz de Cristo. Deletreémoslo. [Nota del Traductor: El autor presenta un acróstico con la palabra “cross”, que en inglés significa cruz.]EPE 120.5

    C.—Crucifixión. —La primera letra y la primera lección de la cruz. Dijo Pablo en su carta a los Gálatas: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). Lo dijo de nuevo en la misma epístola: “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo ha sido crucificado para mí y yo para el mundo” (Gálatas 6:14). Tomar la cruz significa la muerte del yo; llevar la cruz significa morir diariamente, muerte al yo, mantener muerto el yo. Eso es la crucifixión, la primera letra de la cruz, pero quiero decirles que hay otra letra.EPE 121.1

    R.—Resurrección. —Después de la crucifixión hay un levantarse otra vez. “Si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección” (Romanos 6:5). Otra versión dice: “En efecto, si hemos estado unidos con él en su muerte [crucifixión], sin duda también estaremos unidos con él en su resurrección” (NVI). La primera letra es C, la segunda es R. Porque “como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” [vers. 4]. Cristo vivió esta vida sobre la tierra por nuestro bien; fue crucificado por nuestras ofensas, pero resucitó para nuestra justificación. No necesitamos estar de duelo; porque el que hizo el cielo y la tierra es nuestro Salvador, y él vive hoy por nosotros. Cuando estuvo aquí, dijo: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra”. Él obtuvo ese poder por su muerte, cuando resucitó se levantó para una vida nueva. “En cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; pero en cuanto vive, para Dios vive. Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro” [vers. 10, 11]. Y la vida nueva a la que somos levantados no es la vida antigua del yo, sino que es la vida de Jesucristo, la vida divino-humana, que no es meramente la vida de Dios aparte de la carne, ni la vida de la carne aparte de Dios, sino la vida de Dios que ha sido labrada en carne humana. Esa vida nos llega en nuestra resurrección de la crucifixión del yo. Donde el yo muere, Cristo vive; donde el hombre viejo es enterrado, el hombre nuevo se levanta para la vida; donde el hombre viejo vivía en pecado, el hombre nuevo camina con Dios. Es la vida resucitada en el poder de la resurrección de Cristo.EPE 121.2

    Dijo Pablo en su carta a los Filipenses: Cuento todo lo que alguna vez pensé que tenía valor como pérdida “por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús” [Filipenses 3:8]. Como menos que nada cuento las experiencias del pasado, para “conocerlo a él y el poder de su resurrección” [vers. 10]. El poder de la resurrección es lo que necesitamos los cristianos; es la vida resucitada la que debemos tener; y doy gracias a Dios que es la vida resucitada la que él provee. No se satisfagan con nada menos que eso. Es el don gratuito de Dios en Jesucristo. Quisiera poder animar a cada uno que tiene por lo menos una chispa de fe en Jesucristo, para que se apropie grandemente de su poder. No hay peligro de agotar la provisión; infinitos son sus recursos; infinito es su amor; infinito es su deseo por nosotros. Él solo espera que lo captemos por fe. Doy gracias a Dios que esto es así.EPE 122.1

    O.—Obediencia.—Esto viene con la cruz. A todos aquellos que creen que no pueden obedecer la ley de Dios, yo les diría: Obedezcan el evangelio. Si tienen temor de la ley, obedezcan el evangelio, eso es suficiente. ¿Qué sucede con los que no obedecen el evangelio? “A vosotros, los que sois atribulados, daros reposo junto con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo” (2 Tesalonicenses 1:7-9). Amigos, obedezcan al evangelio, y yo asumiré el riesgo de la ley. Obedezcan al evangelio, porque hemos encontrado de la manera más clara que el evangelio es sencillamente la ley en Cristo.EPE 122.2

    Lean 2 Corintios 10:5, y les mostrará hasta qué punto debe ir esta obediencia. “Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”. El que no obedece el evangelio en el pensamiento, no lo obedece en lo absoluto. Ninguna vida externa puede satisfacerlo; tiene que ser la vida interior del alma; y la vida exterior, a fin de cuentas, será solo la revelación de lo que hay adentro. “De la abundancia del corazón habla la boca” [Mateo 12:34]. Y debemos darle a él la gloria de cada pensamiento puro y acto santo, porque nos amó tanto y se dio a sí mismo por nosotros. La obediencia se encuentra exactamente en el centro de la cruz.EPE 123.1

    S.—Sacrificio.—El sacrificio que ofrece al yo, el sacrificio propio: el ceder completamente todo a Dios, la consagración entera que pone todo sobre el altar de Dios, y no se preocupa por la opinión de los hombres, sino mira a Dios esperando su opinión; que no le importan las palabras de los hombres, sino mira a Dios en Jesucristo esperando su palabra; que vive la vida que él vivió en la carne, por la fe en el Hijo de Dios, quien nos amó y se dio a sí mismo por nosotros.EPE 123.2

    S.—Servicio. —Una vida entregada a Dios, dedicada enteramente a Dios. La misión de Cristo aquí fue salvar a los perdidos, y es la misión de cada representante suyo hacer la misma obra. Permítanme decirles, mis amigos, en el temor de Dios, que no apareceremos limpios ante su vista si no hemos trabajado para él. El egoísmo no tiene cabida en el cielo. Y a menos que nos deshagamos del yo, nunca iremos al cielo. Jesucristo es el único que puede llevarnos allá; el yo nos arrastrará hacia abajo al infierno. Permitamos que Jesucristo nos levante. Consagremos nuestra vida y todo lo que tenemos al servicio de Dios. De todos modos, todo es de él. Les pregunto: ¿Qué es darle a Dios lo que ya le pertenece? Nada menos que este sacrificio es robar a Dios. Somos suyos por creación y por redención. En la boca de dos testigos se establecerá que somos de él. Luego, actuemos como si fuéramos suyos, y permitamos que él actúe como si fuéramos suyos.EPE 123.3

    El propósito mismo de la vida de Cristo en el cielo ahora es que la imagen de Dios pueda aparecer en nuestras vidas. Cristo vivió su vida aquí en la carne para mostrarnos cómo es la imagen de Dios; pero él no se satisface con esto. Él quiere nuestra cooperación para permitir que esa vida se viva de nuevo en nosotros. Cristo les dijo a sus discípulos justo antes de ascender que él enviaría a su Espíritu Santo para morar en ellos. El propósito de Dios, y ojalá que este pensamiento pudiera grabarse en nuestras mentes, es que la misma vida que Cristo vivió debe ser vivida por sus seguidores. Y vivimos esa vida por nuestra sumisión y disposición a renunciar a nuestros propios caminos y permitir que Dios se glorificado en Jesucristo.EPE 123.4

    Esa es la vida cristiana. Cuánto quisiera que pudiera grabar en cada cristiano cuál es el privilegio que tiene de serlo. Si no lo han sabido, aférrense de Jesucristo. Dios es capaz de hacer grandes cosas por nosotros. Él ha prometido hacer grandes cosas por nosotros, y sus promesas nunca fallan; son hoy el sí y el amén en Jesucristo. Lo que Dios quiere que hagamos es tener fe en él, y tratarlo como nuestro Padre amante, quien nos ha dado todas las cosas en Jesucristo.EPE 124.1

    Ahora tenemos la cruz: Crucifixión, resurrección, obediencia, sacrificio y servicio. Comienza con la muerte del yo; surge a una vida nueva, la misma vida de Cristo; se muestra en una obediencia implícita a Dios en Jesucristo; se entrega en sacrificio por otros; porque dice la Escritura: “En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos” (1 Juan 3:16). “El que halle su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará” (Mateo 10:39). El que se aferra al yo perecerá con el yo; el que abandona al yo vivirá en Jesucristo, y encontrará una vida que se mide con la vida de Dios.EPE 124.2

    Abandonar al yo, es solo cuestión de tiempo.

    Es solo una cuestión de tiempo con nosotros sobre cuándo renunciaremos a esta vida. Yo sé que ustedes saben bien que los días de nuestra vida son solo “setenta años. Si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, porque pronto pasan y volamos” (Salmos 90:10). ¿Abandonaremos esta vida ahora y recibiremos la vida de Cristo, o nos aferraremos a esta vida hasta que sea tomada de nosotros, y sea demasiado tarde para recibir la vida de Cristo? Debemos encontrarnos con Dios cara a cara. ¿Lo enfrentaremos en Cristo o en el yo? Debemos encontrarnos con la ley de Dios. ¿Encontraremos esa ley en Jesucristo o en nosotros mismos? Estas experiencias deben sobrevenir a todos. La pregunta que debemos resolver nosotros es, ¿Vendrán ellas a nosotros en Cristo o fuera de Cristo? Nuestra seguridad, nuestra gloria, nuestro gozo, están en encontrar esas experiencias en Jesucristo.EPE 124.3

    Títulos en la Escuela de Cristo

    Quiero llamar la atención de ustedes a la experiencia del apóstol Pablo como discípulo, en la escuela de Cristo. Antes de su conversión, Pablo era un discípulo en la escuela de Gamaliel. No sé cuáles eran las costumbres de las escuelas judías de aquel tiempo, o si otorgaron algún título a Pablo, pero sé que era un hombre erudito, y supongo que él recogió la sabiduría de sus días como se podía aprender en las escuelas judías. Hablando de sí mismo en su carta a los Filipenses, dice: “Nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne, aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuando a la Ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que se basa en la Ley, irreprochable” (Filipenses 3:3-6; Gálatas 1:13, 14). Esa era la situación de Pablo cuando entró en la escuela de Cristo. Deseo seguir su experiencia en la escuela de Cristo, y ver los títulos que recibió. El primer título fue:EPE 125.1

    B.A.—Born Again (nacido de nuevo) [B. A., Bachelor of Arts; es el primer título después de cuatro años posteriores al final de la secundaria, en Estados Unidos, Nota del Traductor]EPE 125.2

    Este es el primer título que cualquiera recibe en la escuela de Cristo. Escribiendo a los Corintios, Pablo dice: “Y por último, como a uno nacido fuera de tiempo, se me apareció también a mí” (1 Corintios 15:8, NVI). Cristo dijo: “No te maravilles de que te dije: ‘Os es necesario nacer de nuevo’” (Juan 3:7). Pero en relación directa con ese “necesario” hay otro. “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado”. “Os es necesario nacer de nuevo”, y “es necesario que el Hijo del hombre sea levantado”, y en él está la vida para el nuevo nacimiento. El primer título o grado, entonces es, Nacido de nuevo.EPE 125.3

    El siguiente grado o título que recibió Pablo fue:EPE 126.1

    M. A.—Moulded Afresh (Moldeado de nuevo) [lo compara con el título de Master of Arts; Nota del Traductor].EPE 126.2

    Renovado completamente por la vida nueva. Pablo escribe esto en Colosenses 3:9, 10: “No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos y revestido del nuevo. Este, conforme a la imagen del que lo creó, se va renovando hasta el conocimiento pleno”. El primer grado, B. A. (Nacido de nuevo) se confiere a nosotros a fin de que la vida nueva que mora en nosotros pueda moldearnos y formarnos a la imagen de Dios.EPE 126.3

    El siguiente grado o título es:EPE 126.4

    D. D.—Delivered Debtor (Deudor liberado) [corresponde al Doctor en Divinidad; Nota del Traductor].EPE 126.5

    Después que uno recibió el nuevo nacimiento, moldeándose en la vida nueva, ¿a quién es deudor? Dijo Pablo: “A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor. Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio también a vosotros que estáis en Roma” (Romanos 1:14, 15). Él había sido liberado, y se sentía deudor para dar a otros lo que él había recibido. Aceptó ese grado y lo merecía. Su vida fue una manifestación de que realmente era un D. D. en Cristo, un deudor liberado, quien dio su vida para dar a otros lo que Dios le había dado.EPE 126.6

    Yo creo que Pablo también recibió el siguiente título, el deEPE 126.7

    LL. D.—Life Lovingly Dedicated (Vida dedicada con amor) [corresponde con el Doctor en Letras; Nota del Traductor]EPE 126.8

    Estos son los títulos o grados genuinos en la escuela de Cristo: Nacido de nuevo, Moldeado deEPE 126.9

    Nuevo, Deudor Liberado, y una Vida dedicada con amor. ¿Qué es eso sino la vida en Dios, la vida con Dios, y la vida por Dios? Esa fue la experiencia de Pablo, y Dios nos presenta esa experiencia, porque corresponde a cada hijo de Dios.EPE 126.10

    Podríamos prolongar bastante esta lección, pero quiero que estos pensamientos queden en las mentes de ustedes. Ello es mucho mejor que hablar acerca de las cosas comunes y ordinarias de la vida, y mejor que pensar en ellas. Permitamos que nuestras mentes se llenen con las cosas de Dios, con la palabra de Dios, y entonces esperemos que Dios nos cuente grandes cosas acerca de su palabra, y a revelarnos las cosas profundas de Dios. Y busquemos esos grados o títulos en nuestras vidas. Ninguna universidad fundada por hombres puede conferir esos grados a nadie, pero en la escuela de Cristo están abiertos para todos. Si alguno quiere llevar consigo grados que valgan algo, entre en la escuela de Cristo, y adquiera los grados que allí se dan.EPE 126.11

    Si se llevan estos pensamientos hoy, que Dios en Jesucristo vivió una vida de perfección sobre la tierra, y que Jesucristo vive ahora en el cielo, nuestro gran Sumo sacerdote, intercediendo por nosotros, recibiendo del Padre la promesa de su Espíritu para que él nos lo pueda dar, a fin de que el mismo carácter que apareció en el carácter de Jesucristo para la gloria de Dios aparezca en ustedes, y si creen que Dios obrará eso en ustedes, y si creen que Dios hará esa obra en ustedes por la crucifixión, la obediencia, el sacrificio propio, el servicio, Dios bendecirá grandemente la vida de ustedes en Jesucristo.EPE 127.1

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