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    6. ¿Dios o César? ¿Cuál?

    5 de noviembre de 1895, discurso en la reunión campestre de Armadale The Bible Echo, 2, 9 y 16 de marzo de 1896

    “Entonces se fueron los fariseos y consultaron cómo sorprenderlo en alguna palabra. Y le enviaron sus discípulos junto con los herodianos, diciendo: Maestro, sabemos que eres amante de la verdad y que enseñas con verdad el camino de Dios, y no te cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los hombres. Dinos, pues, qué te parece: ¿Está permitido dar tributo a César, o no? Pero Jesús, conociendo la malicia de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis, hipócritas? Mostradme la moneda del tributo. Ellos le presentaron un denario. Entonces les preguntó: ¿De quién es esta imagen y la inscripción? Le dijeron: De César. Y les dijo: Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. Al oír esto se maravillaron, y dejándolo, se fueron” (Mateo 22:15-22).EPE 93.1

    Los fariseos y los herodianos recibieron una respuesta completa con estas palabras. Se trazó una distinción clara entre las cosas de Dios y las de César; es decir, las cosas que pertenecen a Dios: la religión, y las cosas que pertenecen a César: el gobierno civil. No hubo uno solo de los fariseos o de los herodianos que tuviera alguna base sobre la cual pararse después que él dio esa respuesta. No hubo ni uno de ellos que pensara que valía la pena decir: “El principio general es bueno, pero ustedes ven, hay algunas cosas en las que Dios y César están asociados. ¿Qué les parece eso?” No se atrevieron a decir una sola palabra. Cuando él dijo: “Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios”, ellos se maravillaron y siguieron su camino, porque en esas pocas palabras él había establecido esos principios eternos de lo recto, y les había respondido tan completamente que no había nada más para decir.EPE 93.2

    Se anunció que consideraríamos esta noche algunos de los males de la legislación religiosa; ¿Dios o César? ¿Cuál?, o los males que resultan de la legislación religiosa, al mezclar a Dios con César.EPE 94.1

    Una clara distinción.

    Como fundamento, quisiera establecer una distinción entre las cosas de Dios y las cosas de César. “César” representa al gobierno civil. Las cosas de César son las que tienen que ver con el gobierno civil. Las cosas de Dios son las que tienen que ver con Dios, nuestra relación con Dios, nuestro deber hacia Dios, todo lo que pertenece a Dios como asunto personal entre nosotros y Dios. Quiero establecer para nuestra consideración el contraste entre las cosas de Dios y las cosas de César; el contraste entre las esferas en la que estas imperan, sus súbditos, y su manera de gobernar. Para hacer esto claro, trazaremos un diagrama sencillo.EPE 94.2

    DIOS                    CÉSAR

    Mente                  Cuerpo

    Pensamiento          Acción

    Pecado                Crimen

    Moral                       Civil

    Perdón                Castigo

    Amor                   Fuerza

    Eterno               Temporal

    Las dos esferas.

    Primero, acerca de las esferas en las que imperan. Dios en Jesucristo gobierna la mente; César, el cuerpo. Detengámonos en esto un momento. Cuando Jesucristo vino para establecer su reino, vino para establecer una clase de reino diferente de los que existían. El poder humano y el reino de este mundo —César— habían gobernado el cuerpo, habían gobernado la conducta externa, pero aquí viene Jesucristo para establecer un reino dentro de un reino, para tener un reino, tener súbditos, y tener ese derecho en este mundo, donde está el reino del César.EPE 94.3

    Pero, aunque los hombres habían estado en cierto sentido satisfechos, no siempre [era así]; no obstante, eso era todo lo que César podía hacer para gobernar el cuerpo. Jesucristo viene para establecer su reino en la mente; es decir, para gobernar los pensamientos, mientras César tiene su reino sobre el cuerpo, y gobierna las acciones. Esto no quiere decir que Jesucristo no gobierna las acciones, pero él va detrás de las acciones, y controla las acciones por medio del pensamiento. Habían tenido leyes en el mundo, tenían la ley de Dios en el mundo, pero Jesucristo vino para mostrar lo que esa ley significaba, para vivirla él mismo, y para enseñarla como le importaba a Dios. Y así él la explicó como lo leemos en Mateo 5, donde Cristo mismo, el mismo que pronunció la ley desde el Sinaí, ahora, con su divinidad velada en la humanidad, va sobre otro monte, y pronuncia la ley de nuevo, y le da un significado espiritual.EPE 95.1

    “Oísteis que fue dicho a los antiguos: ‘No matarás’, y cualquiera que mate será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio” [Mateo 5:21]. Esto se expresa además en 1 Juan 3:15: “Todo aquel que odia a su hermano es homicida”. “Oísteis que fue dicho: ‘No cometerás adulterio’. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón’” [Mateo 5:27]. Luego explica que la codicia es idolatría, y esto se presenta en Efesios 5:2-5: “Y andad en amor, como también Cristo nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante. Pero fornicación y toda impureza o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos. Tampoco digáis palabras deshonestas, ni necedades, ni groserías que no convienen, sino antes bien acciones de gracias. Sabéis esto, que ningún fornicario o inmundo o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios”.EPE 95.2

    Esta es la interpretación de Cristo de cómo se aplica la ley de Dios. Esto no se aplica simplemente a actos externos. César gobierna la conducta externa. Yo puedo estar ante un hombre, puedo odiarlo con odio perfecto, y puedo decírselo en la cara, pero César no me dice nada. César no tiene nada que hacer con eso. Pero, supongamos que mi odio se transforma en acción, y procedo a hacerle violencia a ese hombre. César dice: “Tienes que guardarte tu odio dentro de ti, o yo vendré e interferiré”. Pero a la vista de Dios yo soy tan asesino cuando odio a mi hermano como si le hubiera quitado la vida. Es mejor para la sociedad civil que haya leyes para restringir la manifestación externa de ese odio, pero a la vista de Dios soy un asesino cuando odio.EPE 95.3

    Pero supónganse que César intente hacer cumplir esta ley como Dios la explica, ¿díganme cuántos quedarían fuera de los muros de las prisiones para cuidar a los que están adentro? Supónganse que [César] entrara a esta carpa y, tomando la ley como Dios la explica, dijera: “Estoy aquí porque busco a cada hombre que alguna vez fue un asesino”. ¿Cuántos, creerían ustedes, que quedarían para escuchar el sermón? Dios en Cristo gobierna los corazones, y Cristo vino para hacer lo que es imposible que haga el hombre: gobernar los pensamientos mismos del corazón. Y él explica que ningún servicio es aceptable para él a menos que sea un servicio hecho de corazón.EPE 96.1

    Los fariseos tenían mucha religión de su clase. Les gustaba exhibirla, y continuamente la mostraban. Ellos habían venido a Cristo para exhibirla. Vinieron a preguntarle por qué sus discípulos comían con manos sin lavar No leeré el registro, pero Cristo les contestó diciendo: “Oíd, y entended: No lo que entra por la boca contamina al hombre”. “Respondiendo Pedro, le dijo: Explícanos la parábola. Y Jesús dijo: ¿También vosotros estáis faltos de entendimiento? ¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre, y es echado en la letrina? Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre, porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las contaminan al hombre, pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre” (Mateo 15:10, 11, 15-20).EPE 96.2

    El pensamiento precede a la acción.

    A cada acción pública la precede un pensamiento. Ningún hombre hace algo que no haya pensado. Ahora muchos estarán pensando, supongo: “Cuestiono eso, porque he hecho cosas que no tenía la intención de hacer. Y las hice porque no pensé”. Les digo que la razón por la que ustedes las hicieron sin pensar es porque las habían hecho tantas veces antes pensando, que llegó a serles un hábito. Digo que cada acto es precedido por el pensamiento, y que el pensamiento es el mismo carácter de su ser. El carácter reside en el pensamiento más íntimo, el yo interior. El hombre puede ser reprimido en las formas externas de expresarse; puede ser solo un sepulcro blanqueado. Y si el sepulcro está blanqueado por fuera, César no tiene nada que decir; no puede entrar en el templo del corazón y controlar el pensamiento. Jesucristo establece su reino en la mente; sus temas son los pensamientos del corazón, y ninguno es puro a la vista de Dios a menos que sus mismos pensamientos sean puros; ninguno está libre de la transgresión a menos que sus mismos pensamientos estén en armonía con Dios. Dice la Escritura: “Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:5). Esto es religión y Jesucristo puede hacer eso por nosotros. Pero cuando César ha intentado invadir el ámbito de la mente, cuando se ha salido de su lugar e intentado controlar lo que sólo Jesucristo puede controlar, —los pensamientos más íntimos del corazón— , entonces hemos escrito con sangre algunas de las páginas más oscuras de la historia humana.EPE 96.3

    El pecado y el crimen.

    Dios en Jesucristo trata con el pecado; César trata con el crimen. La Escritura dice: “El pensamiento necio es pecado”; pero no es un crimen. Por lo tanto, cuando Jesucristo habita en la mente, gobernando los pensamientos, cualquier cosa contraria a sus pensamientos es pecado, y él trata con el pecado. En la Biblia se define el pecado como la “transgresión de la ley”, y Jesucristo en su reino trata con el pecado. César no tiene nada que hacer con el pecado; él trata con el crimen. El pecado es la transgresión de la ley de Dios en el pensamiento del corazón. El pecado es una caída de la santidad, y la santidad mora en el corazón interior. Cualquier cosa que difiere de tal cosa es pecado; pero César no puede investigar eso. Él espera hasta que el pensamiento llegue a ser un acto abierto contrario a su ley; porque mientras que Dios tiene una ley para gobernar el corazón, César tiene una ley para gobernar la acción. Cuando uno transgrede la ley de César, puede haber pecado contra Dios o no, pero es un crimen. Debería trazarse una distinción muy clara entre pecado y crimen. Crimen es una transgresión de una ley humana; pecado es la transgresión de la ley de Dios como la interpretó Jesucristo. El pecado puede ser un crimen o no. Un hombre puede ser un asesino del tipo más negro ante Dios, y no ser culpable de un crimen. Yo puedo ser un idólatra, quebrantando la ley de Dios cada día, y no haber cometido un solo crimen. Yo puedo estar oscura y profundamente manchado por el pecado, y no cometer ningún crimen.EPE 97.1

    Moralidad y Civilidad.

    El gobierno de Dios es moral; el gobierno del César es civil. Cristo se ocupa de la moralidad. Pero debemos entender qué es moralidad. Hay un sentido acomodaticio de la palabra, en la que decimos: “Él no es un cristiano, pero es un hombre moral.”. Cuando vamos a un sentido más estricto de la palabra, significa “Uno que está en armonía con la ley de Dios”. La palabra “civil” tiene que ver con las relaciones entre hombre y hombre; la palabra “moral” tiene que ver con las relaciones entre el hombre y Dios. El hombre verdaderamente moral será civil, pueden estar seguros de eso, y el único propósito del gobierno civil es hacer que aquellos hombres que de otro modo no serían civiles, lo sean, quienes no son gobernados por la más elevada ley de moralidad, la ley de Dios en el corazón.EPE 98.1

    El propósito, y el único propósito del gobierno del César es —no darles derechos a los hombres, Dios hace eso—, sino proteger a los hombres en sus derechos dados por Dios. Ningún grupo de hombres puede conferir derechos sobre ningún otro grupo de hombres, pero pueden protegerlos en el uso adecuado de aquellos derechos que ya tienen. Esos derechos les pertenecen, les son dados por Dios. Los hombres no serán morales; entonces viene el César con su poder, y los obliga, y apropiadamente, para que aquellos hombres que no quieran ser morales, sean civiles. La conducta externa es civilidad; la conducta interna es moralidad. Dios vive en el corazón, haciendo que el hombre sea moral al conferirle su propio carácter moral. Pero César no puede hacer esto; no puede entrar en la mente y ver cuando los hombres están cometiendo un pecado. Todo lo que puede hacer es mirar el cuerpo, ver si los hombres están cometiendo un crimen o no, y hacerlos civiles, si no quieren ser morales.EPE 98.2

    Perdón versus Castigo.

    Además, Dios en Cristo ejerce el perdón en su gobierno; César no conoce el perdón, no sabe nada sino el castigo. Un hombre comete un pecado contra Dios, ha sido pecador toda su vida, pero ve a Cristo exaltado, y oye la promesa: “Si confesamos nuestros pecados él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” [1 Juan 1:9], y acepta esa promesa; y allí mismo sus pecados son perdonados; su carga de crimen es completamente quitada; y está delante de Dios como si nunca hubiera cometido un pecado en su vida. Pero si un hombre comete un crimen, puede lamentarlo mucho, y confesarlo a César, pero César dice: “Arregle eso con su Creador; yo no sé nada más que el castigo”.EPE 99.1

    Si introdujéramos en un gobierno civil los principios que Dios usa en su reino, tendríamos una confusión total. Miren estos principios: “Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete”. “¡Mirad por vosotros mismos! Si tu hermano peca contra ti, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo. Y si siete veces al día peca contra ti, y siete veces al día vuelve a ti, diciendo: ‘Me arrepiento’, perdónalo” (Mateo 18:21, 22; Lucas 17:3, 4).EPE 99.2

    Supónganse que aplico este principio al gobierno civil. Aquí hay un hombre arrestado por robar un caballo. Lo llevan ante el juez, y dice: “Lamento mucho, y la Biblia dice que usted debe perdonarme”. El juez dice: “Usted está perdonado”. Sale, y roba otro caballo, lo traen de vuelta, y lo perdonan otra vez. Lo hace siete veces. ¿Cómo creen que se sentiría el juez? Yo creo que para el momento de la séptima experiencia pensaría que hay algún error en la ley. Estos principios, que son la gloria misma del gobierno moral de Dios, la gloria misma de su carácter, no podemos aplicarlos al gobierno de César. Dios perdona, hasta setenta veces siete, y lo hace por nosotros, gracias a Dios, pero estos principios no corresponden aquí; son de una esfera diferente, y Dios, por el don de su Hijo, ha hecho tal provisión que él puede ejercer el perdón y todavía mantener el carácter de su ley. Por el sacrificio de Jesucristo Dios ha sostenido el carácter de su gobierno, mantiene su ley donde corresponde, y no obstante otorga el perdón a todos los que creen en su Hijo. Por causa de su maravillosa provisión para la estabilidad de su gobierno, la ley de Dios no cae en una mala reputación cuando el hombre que la ha quebrantado vez tras vez se vuelve y dice, “Me arrepiento”.EPE 99.3

    Al perdonar, el gobierno civil destruiría todo el sistema de gobierno; pero Dios mantiene su ley donde corresponde, y no obstante perdona a todo aquel que se arrepiente.EPE 100.1

    Ley versus Fuerza.

    A fin de continuar con su gobierno sobre la tierra Dios usa el amor, y solo el amor, como su poder; César no sabe nada del poder del amor, y usa solo la fuerza. En Jeremías 31:3 Dios dice: “Con amor eterno te he amado”, y en Romanos 2:4 leemos: “¿O menosprecias las riquezas de su benignidad… ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?” “De tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito”, y él depende entera y exclusivamente del poder de ese amor en Jesucristo para ganar a los hombres para que se sometan a él.EPE 100.2

    La mayoría de los hombres cuando mueren pierden su reino, y pierden el control de sus súbditos. Jesucristo, el Rey de Israel, ganó tanto su reino como sus seguidores al morir. Y así es que Dios depende del amor de Dios en Jesucristo, y aunque él ha sido acusado de tener un gobierno arbitrario, no obstante espera, y espera, y exhibe su amor una y otra vez para atraer a los hombres a él. Pero él no fuerza a ninguno. Dios le da a cada hombre la libertad de elegirlo o rechazarlo. Si él dice: “No quiero que este hombre reine sobre mí”, Dios no reina sobre él. Ese es el método de gobierno de Dios. Pero César no sabe nada de tal gobierno. Sencillamente controla el cuerpo. Cuando el pensamiento pasa a ser un acto externo, César toma el cuerpo y lo pone bajo control, para que el hombre no sea capaz de expresar más ese pensamiento; pero tal hombre, aunque encerrado en una mazmorra, puede seguir pecando contra Dios en cada respiración. César no puede impedirlo. Él puede impedir que el pensamiento de un hombre se exprese de cualquier manera que perjudique a sus conciudadanos; pero Dios ve a través de las piedras y los barrotes dentro del corazón, y a su vista ese hombre sigue siendo un pecador, aunque se le impide manifestarlo por el poder de la espada.EPE 100.3

    Temporal versus Eterno.

    Además, Dios trata totalmente con cosas que son eternas; César con cosas que son temporales. Dios mismo es eterno. “El eterno Dios es tu refugio, y sus brazos eternos son tu apoyo” [Deuteronomio 33:27]. Fue por medio del Espíritu eterno que Cristo se ofreció a sí mismo por nosotros. La vida eterna es lo que ofrece como recompensa. César no sabe nada de cosas así. No se espera que él sepa si un hombre está en el camino al cielo o al infierno. No se supone que él pregunte dónde espera pasar su tiempo en el futuro. Todo lo que él debe preguntar es: “¿Qué estás haciendo hoy?” El castigo de César no tiene nada que ver con la eternidad. Sencillamente trata de los dones temporales, castigos temporales, recompensas temporales; nada más.EPE 101.1

    Entonces, tenemos el contraste. Dios en Cristo trata con la mente; César, con el cuerpo. Dios, con los pensamientos; César con las acciones. Dios con el pecado; César con el crimen. Dios con la moral; César con las cosas civiles. Dios ejerce el perdón, César impone castigos. Dios usa el amor, César, la fuerza. Dios trata con cosas eternas; César, con cosas temporales. Estas son distinciones claramente diferentes.EPE 101.2

    Las autoridades que hay.

    ¿Pero no es cierto que las autoridades que hay son ordenadas por Dios? Ciertamente. “Sométase toda persona a las autoridades superiores [noten cuidadosamente qué dice; porque cada palabra tiene un significado. Si es solo una autoridad superior, hay algo que la trasciende], porque no hay autoridad que no provenga de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas” [Romanos 13:1]. Está en el orden de Dios que haya gobiernos civiles en la tierra. Y hemos de obedecer a esos gobiernos. Entonces, dirán ustedes, ¿cuál es el problema? No hay dificultades si ponemos lo otro junto a esto. “Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios”. La idea misma de un gobierno civil es de Dios, y él ha ordenado gobernantes civiles sobre esta esfera; pero no para gobernar sobre su esfera. Él ha trazado la línea de distinción entre las dos, y ha ordenado las autoridades que hay para gobernar cosas civiles, y dejarle a él gobernar sobre cosas morales. Cuando César confina sus acciones a su propia esfera, Dios ordena a todo cristiano que sea obediente; esa es una parte de su cristianismo. No debería haber ninguno más leal al gobierno civil, cuando está en la esfera que le ha sido ordenada, que un cristiano. Debe ser un ciudadano modelo; pero cuando César trata de ponerse en el lugar de Dios, él hace un mal trabajo. Él no puede tomar el lugar de Dios. Dios dice: “Quédate en el lugar en que te puse, y ordeno a cada uno de mis seguidores que te obedezca; pero no te pases a mi esfera; porque tú no puedes ejecutar mi gobierno. Mantente en tu esfera, y tendrás a cada uno de mis súbditos como súbditos tuyos; pero si entras en mi esfera, arruinarás a tus súbditos y también a los míos”. Dios ha dejado esto bien en claro. Vayamos a la Biblia por instrucciones.EPE 101.3

    Los tres hebreos y el horno de fuego.

    El rey Nabucodonosor construyó una imagen toda de oro, y la levantó en la llanura de Dura. Hizo una proclama, llamando a los príncipes, capitanes, gobernadores, y súbditos de sus dominios a la dedicación de la imagen. Al sonido de la música, todos debían inclinarse y adorar esta imagen, lo que era realmente adorar a Nabudoconosor, porque él había tenido una visión de una imagen cuya cabeza era de oro, la que lo representaba a él, y por ello hizo una imagen toda de oro, y la levantó para representarse a sí mismo. En la multitud había tres hombres, cautivos judíos, que habían sido puestos en sus cargos por Nabucodonosor. Cuando se oyó el sonido de la música, y toda la muchedumbre se postró, esos tres hombres se mantuvieron en pie, y algunos fueron y se lo contaron al rey. Él se enfureció mucho, y ordenó que trajeran a los tres hombres ante él, y les dijo: “¿Es verdad, Sadrac, Mesac y Abed-nego, que vosotros no honráis a mi dios ni adoráis la estatua de oro que he levantado?” “Cualquiera que no se postre y adore, inmediatamente será echado dentro de un horno de fuego ardiente”. “Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto. Nuestro Dios a quien servimos, puede librarnos del horno de fuego ardiente; y de tus manos, rey, nos librará. Y si no, has de saber, oh rey, que no serviremos a tus dioses ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado”.EPE 102.1

    Ante esta respuesta, el rey se llenó aún más de ira, y ordenó que el horno se calentara siete veces más de lo acostumbrado, y que los tres hombres fueran echados en él. Porque, dijo él, yo soy Nabucodonosor, el rey de Babilonia; Dios mismo me ha ordenado para ello. ¿Qué derecho tienen estos hombres de desobedecer mis órdenes? Y nosotros tenemos la profecía con respecto a Nabucodonosor en Jeremías 27:5-7: “Yo, con mi gran poder y con mi brazo extendido, hice la tierra, el hombre y las bestias que están sobre la faz de la tierra, y la di a quien quise. Y ahora yo he puesto a todas estas tierras en mano de Nabucodonosor, rey de Babilonia, mi siervo; y aun las bestias del campo le he dado para que le sirvan. Todas las naciones le servirán a él, a su hijo y al hijo de su hijo, hasta que llegue también el tiempo de su misma tierra y la reduzcan a servidumbre muchas naciones y grandes reyes”. “Y ordenó a hombres muy vigorosos que tenía en su ejército, que ataran a Sadrac, Mesac y Abed-nego, para echarlos en el horno de fuego ardiente. Así pues, estos tres hombres fueron atados con sus mantos, sus calzados, sus turbantes y sus vestidos, y fueron echados dentro del horno de fuego ardiente. Y como la orden del rey era apremiante, y habían calentado mucho el horno, la llama del fuego mató a aquellos que habían alzado a Sadrac, Mesac y Abed-nego. Estos tres hombres, Sadrac, Mesac y Abed-nego, cayeron atados dentro del horno de fuego ardiente. Entonces el rey Nabucodonosor se espantó, se levantó apresuradamente y dijo a los de su consejo: ¿No echaron a tres hombres atados dentro del fuego? Ellos respondieron al rey: Es verdad, oh rey. Y él dijo: Sin embargo, yo veo cuatro hombres sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante un hijo de los dioses. Entonces Nabucodonosor se acercó a la puerta del horno de fuego ardiente, y dijo: Sadrac, Mesac y Abed-nego, siervos del Dios Altísimo, salid y venid. Sadrac, Mesac y Abed-nego salieron de en medio del fuego. Y se juntaron los sátrapas, los gobernadores, los capitanes y los consejeros del rey para mirar a estos hombres, cómo el fuego no había tenido poder alguno sobre sus cuerpos y ni aun el cabello de sus cabezas se había quemado; sus ropas, intactas, ni siquiera olor de fuego tenían” [Daniel 3:20-27].EPE 103.1

    La lección.

    ¿Qué lección había en esto para el rey? Dios le estaba diciendo a Nabucodonosor: “Tú estás fuera de lugar. Tú eres mi siervo; yo te di autoridad, pero no para ejercer en mi esfera. Cualquier orden que promulgues contraria a mis mandamientos, yo la confundiré”. Y la lección es para nosotros en este día. Cuando César se sale de su lugar, y cruza la línea que divide las cosas civiles de las cosas morales, Dios dice: “Vuélvete a tu lugar”.EPE 104.1

    Medo Persia sigue a Babilonia.

    Exactamente de acuerdo con la profecía, Nabucodonosor, su hijo, y el hijo de su hijo gobernaron el reino. Leeremos el registro en Daniel: “El rey Belsasar hizo un gran banquete a mil de sus príncipes, y en presencia de los mil bebía vino” [Daniel 5:1]. Y él ordenó que se trajeran los vasos de oro y plata que su abuelo había tomado del templo del Señor. Pero mientras la fiesta transcurría, apareció una mano sin sangre y escribió en la pared. Belsasar tembló, y llamó a sus sabios para que leyeran la escritura, pero ninguno de ellos pudo leerla. Entonces le contaron de un hombre que había interpretado una visión para su abuelo. Él ordenó que lo trajeran, y Daniel fue llevado ante el rey. “Y la escritura que trazó es: ‘Mene, Mene, Tekel, Uparsin’. Esta es la interpretación del asunto: ‘Mene’: Contó Dios tu reino y le ha puesto fin. ‘Tekel’: Pesado has sido en balanza y hallado falto. ‘Peres’: Tu reino ha sido roto y dado a los medos y a los persas… La misma noche fue muerto Belsasar, rey de los Caldeos. Y Darío, de Media, cuando tenía sesenta y dos años, tomó el reino” [Daniel 5:25-31]. Dios había levantado este reino nuevo; porque tenemos la profecía de la caída de Babilonia en Isaías 21:2: “Dura visión me ha sido mostrada: El traidor traiciona y el destructor destruye. Sube, Elam; sitia, Media”. En la providencia de Dios fue que Babilonia cayó. Y ahora tenemos otra lección.EPE 104.2

    Daniel en el foso de los leones.

    Después de que Darío tomara el reino, encontramos a Daniel que fue preferido por sobre los otros príncipes del reino, y fue hecho el primer presidente del reino. Eso, por supuesto, provocó envidia, y los hombres se pusieron a trabajar para quitarle el lugar. Fueron al rey Darío, y le dijeron: “¡Rey Darío, para siempre vive! Todos los gobernadores del reino, magistrados, sátrapas, príncipes y capitanes han acordado por consejo que promulgues un edicto real, y lo confirmes, ordenando que cualquiera que en el espacio de treinta días demande petición de cualquier dios u hombre fuera de ti, rey, sea echado al foso de los leones. Ahora, pues, oh rey, confirma el edicto y fírmalo, para que no pueda ser revocado, conforme a la ley de Media y de Persia, que no puede ser abrogada. Firmó, pues, el rey Darío el edicto y la prohibición” [Daniel 6:6-9].EPE 104.3

    “Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa; abiertas las ventanas de su habitación que daban a Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, oraba y daba gracias delante de su Dios como solía hacerlo antes” [vers. 10]. Él había estado acostumbrado a orar tres veces al día, y cuando el rey Darío le prohibió orar a Dios, no le prestó ninguna atención. No cerró su ventana ni se sentó en su silla, de modo que no se supiera si estaba orando o no. Se puso de rodillas y oró como lo había hecho antes. Ahora estos hombres tenían lo que querían. Habían oído orar a Daniel. Sin duda lo habían oído antes, pero estaban interesados en esta oración. Entonces estos hombres fueron ante el rey y dijeron: “Daniel, que es de los hijos de los cautivos de Judá, no te respeta a ti, rey, ni acata el edicto que confirmaste, sino que tres veces al día hace su petición. Cuando el rey oyó el asunto, le pesó en gran manera y resolvió librar a Daniel; y hasta la puesta del sol trabajó para librarlo. Pero aquellos hombres rodearon al rey y le dijeron: Sabes, oh rey, que es ley de Media y de Persia que ningún edicto u ordenanza que el rey confirme puede ser abrogado. Entonces el rey ordenó que trajeran a Daniel, y lo echaron al foso de los leones. El rey dijo a Daniel: El Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, él te libre. Trajeron una piedra y la pusieron sobre la puerta del foso, la cual selló el rey con su anillo y con el anillo de sus príncipes, para que el acuerdo acerca de Daniel no se cambiara. Luego el rey se fue a su palacio, y se acostó en ayunas; no trajeron ante él instrumentos musicales, y se le fue el sueño. El rey se levantó muy de mañana, y fue apresuradamente al foso de los leones. Acercándose al foso, llamó a gritos a Daniel con voz triste, y le dijo: Daniel, siervo del Dios viviente, el Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, ¿te ha podido librar de los leones? Entonces Daniel respondió al rey: ¡Rey, vive para siempre! Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones para que no me hicieran daño, porque ante él fui hallado inocente; y aun delante de ti, oh rey, yo no he hecho nada malo”. ¡Qué! ¿No había él quebrantado la ley? Sí, pero el rey estaba fuera de su lugar al dictarla, y por lo tanto no era una ofensa ir en contra de ella. Y Dios mostró que esto era así.EPE 105.1

    ¿Cuál es la lección? Dios está diciendo: “César, mantente fuera de mi esfera; quédate de tu propio lado del cerco. En el momento en que te pasas a este lado, les doy a mis súbditos el perfecto derecho de desobedecerte. Yo los apoyaré en esto”. Y lo hizo.EPE 106.1

    De este modo la contienda entre la intrusión civil en los dominios de Dios y la fidelidad a Dios siguieron hasta que vino Jesucristo. En ese entonces, el Imperio Romano llenaba el mundo. Macaulay dice de ello: “Era la más sublime encarnación del poder, y un monumento, la más formidable de las grandezas erigidas por manos humanas, que haya aparecido alguna vez sobre el planeta”. Cuando vino Jesucristo, toda la atención que se le dio fue registrar su nombre y cobrarle el mismo impuesto que cobraban al ganado. Pero él tenía una misión para este mundo, y era traer libertad a la mente, traer libertad al pensamiento, liberar a los cautivos que estaban atados por el poder del pecado. Él había de presentar el carácter de Dios y predicar el reino de Dios. Podemos leer eso en el primero de los evangelios, el de Marcos. “Después que Juan fue encarcelado, Jesús fue a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios. Decía: ‘El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado. ¡Arrepentíos y creed en el evangelio!’” (Marcos 1:14, 15).EPE 106.2

    El Imperio Romano tenía muchos dioses y muchos señores, pero el dios que estaba sobre todos los demás era el estado Romano mismo. Consideraban a César, la cabeza del gobierno, como divino, lo adoraban como la misma encarnación del gobierno. Razonaban de la siguiente manera: “Roma ha conquistado al mundo. Los dioses de Roma lo lograron, y el principal entre ellos es el Estado romano”. Esta religión de ellos no era una teoría; era asombrosamente práctica, y yo creo que me tomaré el tiempo para leer un breve extracto de Gibbon sobre este punto:EPE 106.3

    “La religión de las naciones no era meramente una doctrina profesada en las escuelas o predicada en los templos. Las innumerables deidades y ritos del politeísmo estaban estrechamente entretejidas con cada circunstancia de los negocios o placeres, sean de la vida pública o privada; y parecía imposible escapar de la observancia de ellas, sin renunciar al mismo tiempo a las actividades de la humanidad y todos los oficios y diversiones de la sociedad… Los espectáculos públicos eran una parte esencial de la alegre devoción de los paganos, y se suponía que los dioses aceptaban como la ofrenda de máxima gratitud, los juegos que el príncipe y el pueblo celebraban en honor de sus costumbres peculiares. El cristiano, que con horror piadoso evitaba la abominación del circo o del teatro, se encontraba rodeado con trampas infernales en todo entretenimiento festivo, tan a menudo como sus amigos, invocando las deidades favorables derramaban libaciones para la felicidad mutua. Cuando la novia, luchando con bien afectado disgusto, era forzada con pompa nupcial a cruzar el umbral de su nueva habitación, o cuando la triste procesión de los muertos avanzaba lentamente hacia la pila funeraria, el cristiano, en estas ocasiones interesantes, era obligado a abandonar a las personas que le eran más queridas, antes que contraer la culpa inherente a aquellas piadosas ceremonias. Cada arte y cada oficio que estaba relacionado en lo más mínimo con el enmarcado o adorno de los ídolos, era contaminado con la mancha de la idolatría…EPE 107.1

    “Las peligrosas tentaciones que en cada rincón asechaban en emboscadas para sorprender al creyente desprevenido, lo asaltaban con violencia redoblada en los días de los festivales solemnes. Tan arteramente estaban preparadas y dispuestas a lo largo del año, que la superstición siempre vestía con la apariencia del placer, y a menudo de la virtud… en los días de las festividades generales, era la costumbre de los antiguos adornar sus puertas con lámparas y con ramas de laurel, y coronar sus cabezas con guirnaldas de flores. Esta práctica inocente y elegante podría haberse tolerado como una institución meramente civil. Pero muy desafortunadamente ocurría que las puertas estaban bajo la protección de los dioses familiares, que el laurel era sagrado al amante de Dafne, y que las guirnaldas de flores, aunque frecuentemente se llevaban como un símbolo ya sea de gozo o de tristeza, habían sido dedicadas en su origen al servicio de la superstición. Los cristianos temblorosos que eran persuadidos en este caso a aceptar las modas de su país y las órdenes de sus magistrados, trabajaban bajo los más lúgubres temores de las reprensiones de sus propias conciencias, las censuras de la iglesia y las denuncias de la venganza divina”. [Edward Gibbon, The History of the Decline and Fall of the Roman Empire, pp. 523-526].EPE 107.2

    Y así sucedía que el cristiano apenas podía darse vuelta, no podía ir al funeral o al casamiento de un amigo, por las prácticas idolátricas entretejidas con estas ceremonias. Su cristianismo lo separaba completamente de sus amigos, del gobierno, porque los romanos no aceptaban interferencias con su religión. De acuerdo con Neander, tenían una ley que declaraba que “quienquiera que introduce una nueva religión, cuya tendencia y carácter son desconocidas, por la cual las mentes de los hombres puedan ser perturbadas, será, si pertenece a rango elevado, exiliado; si a un rango menor, castigado con la muerte.”EPE 108.1

    Cristo y la ley romana.

    Jesucristo era uno de rango inferior, y recorría Judea, enseñando una nueva religión. Los fariseos sabían esto, y aunque odiaban y despreciaban al gobierno romano, aunque conspiraban para derribarlo, aunque esperaban que Jesucristo, cuando viniera, dirigiría una revolución contra ellos, no obstante, cuando vieron que eso no era su plan, se propusieron conseguir que el gobierno romano lo destruyera. Y cuando llegó su juicio, trataron de conseguir que Pilato lo condenara acusándolo de blasfemar; porque, dijeron, “Se hizo a sí mismo Hijo de Dios”. “Cuando Pilato oyó decir esto, tuvo más miedo. Entró otra vez en el pretorio, y dijo a Jesús: “¿De dónde eres tú? Pero Jesús no le respondió” [Juan 19:8, 9] Pilato trató de soltarlo, “pero los judíos daban voces diciendo: Si a éste sueltas, no eres amigo del César; todo el que se hace rey, a César se opone” [vers. 12]. Y Pilato sabía que, si él no accedía al pedido de ellos, la noticia le llegaría a Tiberio el cruel: “Pilato tu gobernador ha permitido que ocurriera aquí una insurrección, y ha rehusado hacer nada contra ella”. Así que hizo lo que ellos querían que hiciera. ¿Cuál era la acusación? No era amigo de César. Sobre esa acusación Jesucristo fue muerto. Era contrario a la ley que él enseñara una nueva religión, pero lo hizo. Y por eso lo mataron.EPE 108.2

    Los apóstoles y las autoridades que hay.

    Resucitó de los muertos, y reunió a los discípulos y les dijo: “Id por todo el mundo, y predicad el evangelio a toda criatura”. Vayan por todo el Imperio Romano y prediquen el evangelio a cada criatura; aunque sabía que era directamente contrario a la ley de Roma. Los discípulos fueron y predicaron como se los había instruido, y entonces las autoridades civiles cayeron sobre ellos. Los discípulos fueron puestos en la cárcel, pero “un ángel del Señor, abriendo de noche las puertas de la cárcel y sacándolos dijo: ‘Id, y puestos en pie en el Templo, anunciad al pueblo todas las palabras de esta vida’. Habiendo oído esto, entraron de mañana en el Templo y enseñaban. Entre tanto, vinieron el Sumo sacerdote y los que estaban con él, y convocaron al Concilio y a todos los ancianos de los hijos de Israel, y enviaron a la cárcel para que los trajeran. Pero cuando llegaron los guardias no los hallaron en la cárcel; entonces volvieron y dieron aviso, diciendo: ‘Por cierto, la cárcel hemos hallado cerrada con toda seguridad, y los guardas afuera de pie ante las puertas; pero cuando abrimos, a nadie hallamos dentro’. Cuando oyeron estas palabras el Sumo sacerdote y el jefe de la guardia del Templo y los principales sacerdotes, dudaban en qué vendrá a parar aquello. Pero viniendo uno, les dio esta noticia: ‘Los hombres que pusisteis en la cárcel están en el Templo y enseñan al pueblo’. Entonces fue el jefe de la guardia con los guardias y los trajo sin violencia, porque temían ser apedreados por el pueblo. Cuando los trajeron, los presentaron en el Concilio, y el Sumo sacerdote les preguntó, diciendo: ¿No os mandamos estrictamente que no enseñarais en ese nombre? Pero ahora habéis llenado Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de ese hombre’. Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” [Hechos 5:19-29]. Aunque eso era contrario a la ley.EPE 109.1

    Pablo, quien había sido perseguidor, después que se hubo convertido tomó a Bernabé, y se fue a predicar, contrario a la ley. Pasaron por el Asia Menor predicando la palabra, y al llegar a Filipos, sanaron a una mujer poseída por un mal espíritu. “Pero al ver sus amos que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los trajeron al foro, ante las autoridades. Los presentaron a los magistrados y dijeron: Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad” [Hechos 16:19-21]. Ellos de ningún modo alborotaron la ciudad. Sencillamente le quitaron al hombre su esperanza de ganancia. Los encerraron en la cárcel, pero las puertas de la prisión se abrieron: esa fue la manera que usó Dios para enseñarles una lección.EPE 109.2

    Otra vez, tenemos la experiencia de los apóstoles en el capítulo 17 de Hechos. “Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres sábados discutió con ellos, declarando y exponiendo por medio de las Escrituras que era necesario que el Cristo padeciera y resucitara de los muertos. Y decía: ‘Jesús, a quien yo os anuncio, es el Cristo’. Algunos de ellos creyeron y se juntaron con Pablo y con Silas; asimismo un gran número de griegos piadosos, y mujeres nobles no pocas. Celosos, entonces, los judíos que no creían, tomaron consigo algunos ociosos, hombres malos, con los que juntaron una turba y alborotaron la ciudad. Asaltaron la casa de Jasón, e intentaban sacarlos al pueblo, pero como no los hallaron, trajeron a Jasón y a algunos hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando: ‘Estos que trastornan al mundo entero también han venido acá’” [vers. 2-6]. Y estos hombres, que habían alborotado toda la ciudad, tomaron a esos hombres nobles, y los llevaron ante los magistrados, y dijeron: “Estos que trastornan el mundo entero”.EPE 110.1

    A cada paso, los apóstoles eran acosados con esa ley, pero Cristo dijo: “Id por todo el mundo, y predicad el evangelio a toda criatura”. Ellos pelearon, sangraron y murieron, y mantuvieron la lucha durante siglos, hasta que el Imperio Romano los obligó a ceder. Esto es lo que trajoEPE 110.2

    Libertad al mundo.

    Dios le estaba diciendo a César: “Quédate de tu lado del cerco. Permite que mis súbditos enseñen en mi esfera”. Esto debió ser aprendido vez tras vez. Tenía que aprenderse en la Reforma; pero la libertad que fue conservada durante la Edad Oscura, y la libertad que tenemos hoy, se la debemos al establecimiento de ese principio de que César tiene que ver con las cosas de César, y Dios con las cosas de Dios. Dios cuidará a sus seguidores cuando hacen esto, y él ordena a todos ellos a dar a César las cosas que son de César cuando éste se mantiene en su propia esfera.EPE 110.3

    Resultados de la unión de la Iglesia y el Estado.

    Permítanme decir además, que a menos que estas cosas se mantengan separadas como Dios las hizo, se destruirá tanto a la iglesia como al estado. Cuando los judíos crucificaron a Cristo, dijeron: “Su sangre sea sobre nosotros y nuestros hijos para siempre”, y así fue. De todas las páginas horribles de la historia, la más horrible es el sitio de Jerusalén, cuando las madres se comían a sus propios hijos; pero estas cosas cayeron sobre ellos porque mezclaron las cosas de Dios con las cosas de César, y se aferraron del brazo del César para controlar las cosas de Dios. Ellos sufrieron el castigo. Su nación como nación cayó en ese momento muy bajo, y nunca se ha recuperado. Y la lección es la misma hoy. Permítanme decir que cualquier religión que necesita el apoyo de César no es digna de ser apoyada. No me interesa de qué religión se trata. Jesucristo no llamó a César pidiendo ayuda. Él dependía del poder y el amor de Dios para ayudarle. Y estos han vencido. El Imperio Romano fue destruido, pero el reino de Jesucristo vive; porque no es de este mundo. Está fundado sobre principios eternos. Vive y vivirá. Pero cualquier iglesia que sueñe que es necesario pedir ayuda a César no es digna de vivir. Sería mejor que muriera. Cualquier iglesia que pide ayuda a César, cualquier iglesia que acepte la ayuda ofrecida, no es una iglesia cristiana; es Cesariana. Cualquier forma de cristianismo que imagine necesario obtener el apoyo del poder civil está listo para morir.EPE 111.1

    Estas lecciones para nosotros hoy.

    Estas lecciones, escritas en las páginas de la historia sagrada, en las que Dios ha puesto los principios subyacentes, son para nosotros hoy. ¿Qué significa que en todas partes hay un deseo creciente de juntar las cosas que Dios ha separado? Tengo informes de todas partes del deseo de unir la Iglesia y el Estado. Se ha demandado eso, y lamento decir que la demanda proviene del lado de la iglesia. ¿Qué significa esto? Es una señal de los tiempos. Quiero decirles, mis amigos, que esta búsqueda de la ayuda de César de parte de la iglesia, es la confesión pública ante Dios y los hombres, de que la iglesia ha perdido el poder de Dios. Cuando una iglesia tiene el poder de Dios desprecia el poder del César; no quiere nada de él. Piensan en cambiar el poder de Dios y la religión de Jesucristo por el poder del hombre y la hipocresía; porque todo lo que puede hacer César es controlar las acciones. Dios ha dado libertad a la mente, y aun Jesucristo, que vino a salvar al mundo, dijo: “Si algún hombre no cree, yo no lo juzgo”. Él no vino para condenar, sino para salvar.EPE 111.2

    Cuando la iglesia toma el poder del gobierno civil en cualquier cosa que corresponde a las cosas de Dios, es una confesión pública, ante Dios, ante el cielo y ante el hombre, una confesión que el hombre debiera sonrojarse al hacerla, que ha perdido el poder que Dios le ha dado. Cristo dijo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra”. ¿Quién cambiaría ese poder por el miserable poder del César? Esto es para nosotros. No tengamos nada que ver con ello. No se metan con esa unión maldita de la Iglesia y el Estado, que ha producido la miseria de los siglos, y ha escrito en sangre miles de páginas de historia, y asesinado a millones de mártires. ¿No han visto suficiente de ello para comprender la ruina que causará? ¿No dirán, Dios antes que el César; la religión antes que la hipocresía?EPE 112.1

    El gobierno civil no puede tocar la religión en ningún punto, no importa dónde esté, sin involucrar una mezcla que traerá dificultades tanto a la iglesia como al estado. “Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios”. Dios bendecirá sostendrá, y guardará a todos aquellos que hagan esto. No importa cuál sea el sacrificio —casas, amigos, propiedades—, obedezcan a Dios antes que a los hombres. Todo aquel que desea hacer que su religión sea práctica es instado fervientemente a recordar estos principios.EPE 112.2

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