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La Educación - Contents
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    Ante la disciplina de la vida

    Después de la disciplina del hogar y la escuela, todos tienen que hacer frente a la severa disciplina de la vida. La forma de hacerlo sabiamente constituye una lección que debería explicarse a todo niño y joven. Es cierto que Dios nos ama, que trabaja para nuestra felicidad y que si siempre se hubiera obedecido su ley nunca habríamos conocido el sufrimiento; y no menos cierto es que, en este mundo, toda vida tiene que sobrellevar sufrimientos, penas y preocupaciones como resultado del pecado. Podemos hacer a los niños y jóvenes un bien duradero si les enseñamos a afrontar con valentía esas penas y preocupaciones. Aunque les debemos manifestar bondad, jamás debería ser de tal suerte que los induzca a compadecerse de sí mismos. Por el contrario, necesitan algo que los impulse y los fortalezca, y no que los debilite.ED 265.3

    Se les ha de enseñar que este mundo no es un desfile, sino un campo de batalla. Se invita a todos a soportar las dificultades como buenos soldados. Necesitan ser fuertes y conducirse como hombres. Hay que enseñarles que la verdadera prueba del carácter se encuentra en la disposición a llevar responsabilidades, ocupar el puesto difícil, hacer lo que hay que hacer, aunque no produzca reconocimiento ni recompensa terrenal.ED 265.4

    El verdadero modo de enfrentar las pruebas no consiste en evitarlas sino en transformarlas. Esto se aplica a todo tipo de disciplina, tanto a la de los primeros años como a la de los últimos. El descuido de la educación en los primeros años de la vida del niño y el consecuente fortalecimiento de las malas tendencias dificulta su futura educación y es causa de que la disciplina sea, con demasiada frecuencia, un proceso difícil. Tiene que ser penosa para la naturaleza pecaminosa, pues se opone a los deseos y las inclinaciones naturales, pero se puede olvidar el dolor si se tiene en vista un gozo superior.ED 266.1

    Es necesario enseñar al niño y al joven que todo error, toda falta, toda dificultad vencida, llega a ser un peldaño que conduce hacia las cosas mejores y más elevadas. Por medio de tales vicisitudes han logrado éxito todos los que han hecho de la vida algo digno de ser vivido.ED 266.2

    “Las alturas logradas y conservadas por los
    grandes hombres.
    No fueron conseguidas repentinamente;
    Sino que, mientras sus compañeros dormían,
    Ellos aprovechaban la noche para seguir cuesta arriba.
    “Nos elevamos mediante las cosas que están de
    bajo de nuestros pies;
    Mediante lo que hemos logrado dominar para el bien
    y el provecho.
    Mediante el orgullo destronado y la pasión destruida,
    Y la derrota de los males que encontramos a
    cada momento.
    “Las cosas comunes, los sucesos cotidianos,
    Que comienzan y terminan cada hora,
    Nuestros placeres y nuestros disgustos,
    Son peldaños por medio de los cuales podemos ascender”.
    ED 266.3

    No hemos de mirar “las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”72 Corintios 4:18.. Al sacrificar los deseos e inclinaciones egoístas cambiamos cosas sin valor y transitorias por cosas preciosas y duraderas. Esto no es sacrificio, sino ganancia infinita.ED 266.4

    “Algo mejor” es el santo y seña de la educación, la ley de toda vida verdadera. Al pedirnos Cristo que abandonemos alguna cosa, nos ofrece en su lugar otra mejor. A menudo los jóvenes albergan propósitos y anhelan ocupaciones y placeres que no parecen malos, pero que distan mucho de ser buenos. Desvían la vida de su más noble propósito. Las medidas arbitrarias o la acusación directa pueden ser insuficientes para guiar a esos jóvenes a renunciar a lo que desean. Hay que dirigirlos a algo mejor que la ostentación, la ambición o la complacencia. Ponerlos en contacto con una belleza más verdadera, con principios más elevados y con vidas más nobles. Hemos de permitirle ver a Aquel que es “del todo amable”. Una vez que la mirada se fija en él, la vida halla su centro. El entusiasmo, la devoción generosa, el ardor apasionado de la juventud hallan en esto su verdadero objeto. El deber llega a ser un deleite y el sacrificio un placer. Honrar a Cristo, ser semejantes a él, es la suprema ambición de la vida, y su mayor gozo.ED 267.1

    “El amor de Cristo nos constriñe”82 Corintios 5:14..ED 267.2

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