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Manuscritos Inéditos Tomo 1 (Contiene los manuscritos 19-96) - Contents
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    Manuscrito 62—La remuneración de los obreros

    Que nadie vaya a creer que si los obreros talentosos tuvieran salarios mayores aumentaría su piedad o los calificaría para hacer una obra más eficiente y mejor. No, ese no sería el efecto.— Ms 75, 1912, p. 1 («Fragments” [Fragmentos], copiado el 16 de septiembre de 1912).MI1 243.1

    En muchos de los obreros el espíritu de abnegación ha disminuido grandemente porque han perdido su primer amor. Muchos luchan por conseguir mejores salarios; pero si fueran colaboradores de Dios, sus necesidades fueran menos, porque gastan dinero innecesariamente en cosas que no desearían si su corazón hubiera sido santificado por la verdad. Fíjense en el ejemplo que tenemos en la vida de Cristo.— Carta 31, 1891, p. 14 (a los «obreros de la oficina de Oakland”, 19 de diciembre de 1891).MI1 243.2

    Estoy profundamente apenada al ver que los que ahora ocupan puestos de confianza en nuestra obra no se acuerdanMI1 243.3

    _______________

    Solicitado para la comisión creada por el Concilio Otoñal de 1953 que estudió el asunto de la remuneración de los obreros. de los sacrificios hechos en el pasado para establecer la obra en sus diversos frentes. Me duele ver a estos nuevos obreros, que han hecho pocos sacrificios y han tenido que soportar pocas cargas, demandando salarios exorbitantes. No saben nada de lo que ha costado conseguir que la obra avanzará hasta su situación actual.— Ms 19, 1892, p. 1 («Diario», 1892).

    ¿Cuál será la actitud futura en la iglesia? El Señor exige una firme determinación entre los que dicen ser su pueblo. Hay muchas maneras de proclamar la verdad. El Señor se complace cuando los que parten como misioneros están más preocupados de la salvación de las almas que de los salarios que recibirán por su trabajo. Cuando los testigos de Cristo actúan bajo la dirección del Espíritu Santo, cuando han sido liberados de todo egoísmo, las almas se convierten por sus esfuerzos sinceros,, pacientes y perseverantes.— Ms 54, 1901, pp. 3, 4 («Go Work Today in My Vineyard» [«Vete hoy a trabajar en mi viña» (Mat. 21:28}], lº de julio de 1901).MI1 244.1

    Algunos se han molestado porque tanto el hermano como su esposa están recibiendo un salario de la Asociación. Pero eso se halla en armonía con la instrucción que me ha sido dada de que las mujeres que trabajen con sus esposos en la evangelización reciban un pago por sus servicios.— Carta 48, 1907, p. 9 (a la «Comisión de la Asociación de California, y a los hermanos de Berkeley y Oakland”, 1º de febrero de 1907).MI1 244.2

    Se necesita a las mujeres tanto como a los hombres en la obra que hemos de realizar. Las mujeres que se dedican al servicio de Dios, que trabajan de casa en casa para la salvación de otros, que hacen una tarea tanto o más agotadora que situarse al frente de la congregación, debieran ser remuneradas por su labor. Si el hombre es digno de su salario, también lo es la mujer.MI1 244.3

    Dios ha confiado talentos a sus siervos, y espera que vean que es fácil cometer errores. No se equivoquen en descuidar la corrección del error de dar a los ministros menos de lo que deberían recibir. Cuando vean personas necesitadas que han sido colocadas en puestos de confianza, dejen que Dios mueva el corazón de ustedes para poner las cosas en su sitio. El diezmo debería destinarse a los que trabajan en palabra y doctrina, sean hombres o mujeres.— Ms 149, 1899, p. 3 («Paying Women Workers” [Pago a las obreras], 24 de octubre de 1899).MI1 244.4

    Sé que hay quienes practican mucha abnegación para entregar sus diezmos y sus ofrendas a la causa de Dios. Los que encabezan la obra de-berían tomar un camino en el que puedan decir sin sonrojo: «Vengan, actuemos unidos en esta obra que comenzó con sacrificio y que está siendo sostenida por una abnegación continua”. En lo que tiene que ver con la economía y con la frugalidad, el pueblo no debería superar a los que dirigen nuestras instituciones. Precisamente quienes reciben salarios elevados suelen dar muy pocas ofrendas para la causa. Si el pueblo que fuerza cada nervio y cada músculo para apartar su diezmo llega a tener conocimiento de los grandes salarios pagados a los obreros de la oficina, su confianza y su fe se verán zarandeadas, y cuando se soliciten donativos, no habrá respuesta.— Ms 25a, 1891, pp. 8, 9 (manuscrito sin título, 1891).MI1 244.5

    La casa editora se fundó con abnegación y siempre debería haber sido gestionada siguiendo los más estrictos principios de economía. Cuando hubo necesidad de dinero, los miembros de la institución deberían haber dicho: «Nos aferraremos al trabajo; aceptaremos un salario reducido. Haremos cuanto esté en nuestra mano, aportaremos todos nuestros talentos, toda nuestra capacidad, toda la inteligencia que Dios nos ha dado, para hacer de esta obra lo que Dios quiere que sea: un éxito». El Señor se propone que esta institución imprima carácter a su obra, erguida como fiel vigía para proclamar su verdad, reflejando la luz del cielo en medio de la oscuridad moral del mundo. En todos sus ámbitos pondremos todo de nuestra parte para convertirla en un éxito.MI1 245.1

    Cualquier sacrificio realizado en favor de la oficina del Echo queda registrado en los libros celestiales como un acto de mayordomía fiel, y ninguno quedará sin recompensa.— Carta 39, 1898, pp. 14, 15 (a los hermanos Woods y Miller, 27 de marzo de 1898).MI1 245.2

    Que todo el que esté recibiendo un buen salario en estos difíciles momentos, cuando los recursos son tan escasos, esté dispuesto a realizar algún sacrificio por amor de Cristo. El Señor tendrá en cuenta los motivos y la acción, y recompensará a los que nieguen el yo en esta obra [de las publicaciones]. Actuemos todos como siervos del Señor Jesucristo y cumplamos con nuestro deber de todo corazón como para el Señor.— Carta 25, 1896, p. 2 (a los hermanos Daniells y Colcord, 1º de junio de 1896).MI1 245.3

    Se cuenta que usted y el hermano y su esposa se han tomado unas vacaciones y que usted afirma que yo dije que cuando se va de va-caciones, un médico debería cobrar todo su salario. Sin embargo, deben tenerse en cuenta las finanzas del sanatorio. Los administradores de una institución deben contar con dinero antes que gastar recursos en vacaciones. Es cruel e injusto cobrar la paga cuando se está de vacaciones de una institución tan cargada de deudas como el sanatorio. El Señor contempla su obra y se guarda registro de cada dólar gastado.MI1 245.4

    Hermano mío, usted ha dejado todo a medio hacer, y siento mucho que usted haya actuado así. Se han mantenido constantemente ante usted principios rectos. Hermano mío, permítame que diga que sé que usted ha alcanzado la edad adulta sin haber aprendido la lección que todos deberían recibir en la niñez y la juventud, la lección de la abnegación y el sacrificio. Por su bien presente y futuro, recuerde que es responsable del uso que haga del dinero de su Señor. Dios le ha dado a usted, como médico, brillantez y aptitudes. Sea siempre consciente de que debe hacer el mejor uso de sus talentos, porque no le pertenecen. Le han sido confiados por Dios, no para ser usados en un impulso placentero y gratificante, sino para él y solamente para él, porque son de él.— Carta 38, 1901, pp. 1, 2 (a un médico, 1901).MI1 246.1

    Anoche ya no pude seguir durmiendo después de las dos de la ma-drugada. En el último correo que llegó procedente de América, recibí una carta de . Me daba algunos detalles sobre las dificultades que atravesaba con referencia a su libro recientemente publicado. Le parece que se ha visto abocado a una situación desagradable y que no ha sido tratado con justicia. Si lo que dice es cierto, no anda muy descaminado en sus conclusiones. Si no puede demostrarse que haya descuidado su trabajo en la oficina, si ha cumplido con su horario laboral, ¿qué derecho tiene nadie de decir cómo tiene que emplear las horas que le pertenecen? No le he dicho nada por escrito a él de esto; pero creo que es mi deber mencionárselo a usted. Usted recibirá la carta que le envié a él. Habla por sí misma. Cuando el capitán Eldridge recibía un salario muy grande en la oficina (treinta dólares por semana), se le pagaban incluso entre cuatro y seis dólares por semana, para que se ocupase algo de su propio trabajo y además de los asuntos relativos a mis libros. Edson dice que descuidó el trabajo por el que se le pagaba y que quedó dolido por ese proceder.MI1 246.2

    Soy incapaz de ver que sea justo y correcto decir qué harán o dejarán de hacer los empleados en la oficina con su tiempo después de que hayan cumplido con su horario laboral. Cuando estuve en Europa, el hermano Henry me insistió sobre ello por carta con respecto al profesor Bell y al pastor Smith, manteniendo que no deberían recibir para nada derechos de autor, dado que recibían un salario por su trabajo.— Carta 42, 1893, pp. 1, 2 (al pastor O. A. Olsen, 13 de julio de 1893).MI1 246.3

    Recibí la declaración de ustedes con referencia a los derechos de autor de los libros. [...] Hay, y siempre habrá, una avalancha de libros publicados si se da a los autores una gran remuneración. Escribir libritos de relatos no es una carga pesada para los autores, ni tampoco resultan trascendentales para el mundo. Hay que saber distinguir entre todos los libros que se publican. No pueden considerarse todos por igual. [...]MI1 247.1

    La casa editora debería recibir su parte de las ganancias provenientes de los libros publicados, la cual debería ser proporcional al trabajo que hacen con las reseñas u otras publicaciones similares. Sin embargo, que los editores eviten andar diciendo que ellos son los que realizan la mayor parte del trabajo en la preparación de estos libros para el mercado. Que los autores reciban una suma razonable por su trabajo, pero no tienen que ceder sus derechos de autor a ninguna institución; pues eso no sería beneficioso para la institución.MI1 247.2

    Que los hombres y las mujeres que tienen la responsabilidad de producir libros trabajen para beneficiar a la causa de Dios mediante el uso de sus plumas. Que trabajen, y si obtienen ganancias de su trabajo, hagan uso de esas ganancias para hacer su parte en levantar el estandarte de la verdad allí donde el Señor indique. Busquen consejo en él. Confíen en la promesa de Cristo de que enviará al Consolador para enseñarles todas las cosas y llevar todas las cosas a su memoria.— Carta 43, 1899, pp. 1, 2, 11, 12, 17 (a los hermanos Irwin, Sisley, Smith y Jones, 11 de marzo de 1899).MI1 247.3

    Me ha sido mostrado que la obra de publicaciones no debería ser dirigida bajo los mismos principios que otras empresas editoras; porque ha de ser de algún modo una escuela de formación. Todo aquel que tenga relación con la casa editora ha de ser un verdadero misionero y trabajar siguiendo los principios para los que fue creada. La abnegación debería caracterizar a todos los obreros.MI1 247.4

    Tras la primera enfermedad de mi esposo, hubo un cambio en el estilo de las cosas que no complació a Dios. En vez de buscar llevar a cabo las instrucciones dadas por Dios, imperó un espíritu egoísta poco cristiano. Sobre la casa editora se cernía la nube del desagrado del Señor. El pueblo de Dios se desanimó. Los miembros se habían sacrificado para devolver sus diezmos y se rehusaron a disfrutar de comodidades que creían que debían tener; pero para ellos las necesidades de la causa eran más importantes que la complacencia propia y fueron muy bendecidos al entregar voluntariamente sus ofrendas. Sin embargo, cuando la hermandad vio que los empleados de la editorial luchaban por obtener salarios más altos, su confianza fue zarandeada. ¿Requiere acaso el Señor más de los demás que de los que estrechamente vinculados a la obra de publicaciones?MI1 247.5

    La abnegación debería caracterizar a los que ocupan puestos de responsabilidad en la editorial, y deberían ser un ejemplo para todos los obreros. La casa editora pudo surgir gracias a la abnegación, y debería manifestarse y mantenerse ese mismo espíritu. Debe seguir contemplándose el mismo gran objetivo. Este es un trabajo misionero, y los que no tengan espíritu misionero no deberían continuar en este trabajo. Ustedes deben conservar la confianza de la gente. A no ser que se ganen a la gente, el trabajo de ustedes será un fracaso. Hermanos, obreros, del más encumbrado al menor, deberían mantener en la editorial el espíritu manifestado por Cristo al venir a nuestro mundo.— Carta 5, 1892, pp. 3, 4 (a C. Eldridge, 2 de septiembre de 1892).MI1 248.1

    La editorial está perdiendo rápidamente su carácter peculiar que el Señor pide de su empresa, y nunca ha de adoptar un estilo mundano. Puede que los que se han unido para apoyarse mutuamente, decididos a ejecutar ciertos planes sin el consejo de la iglesia o de la gente, tengan éxito durante un tiempo, pero no perdurará; porque el Señor no lo va a permitir. Hay demasiado egocentrismo, exceso de confianza en lo que los hombres pueden hacer, y poca confianza y dependencia de Dios, el Gobernante divino. Quienes manejan las cosas sagradas no han de hablar a la ligera de la obra de Dios, sino con temor y temblor; la gracia de Dios debe manifestarse en todo lo que hagan, con independencia de qué puesto ocupen. El corazón orgulloso debe ser humillado cada día delante de Dios, no vaya a ser que él lo humille. El correspondiente éxito acompañará los esfuerzos de ustedes en relación directa con su consagración, con su abnegación y con su sacrificio.MI1 248.2

    Se me ha indicado que no se cumplió la voluntad del Señor cuando los dirigentes de la editorial se mostraron dispuestos a aceptar salarios muy elevados; y ¡bien pronto aceptaron sobornos, y rápidamente se manifestó el egoísmo! Esto contrasta enormemente con los principios sobre los que se estableció la editorial; y no está en armonía con el Espíritu y la obra de Dios. Se han cometido graves errores al exaltar el negocio por encima del servicio y de la adoración a Dios. Aquí precisamente millares han naufragado en la fe y han cometido el mayor error posible. El Señor dice que en «lo que requiere diligencia, no» hemos de ser «perezosos», sino «fervientes en espíritu, sirviendo al Señor” (Rom. 12: 11). El Señor ha dejado la puerta abierta de par en par para los que quieran entrar en su obra, pero a la determinación debería unirse otro elemento: un vivo celo por servir al Señor. No solo debemos ser diligentes en lo que requiere di-ligencia, sino «fervientes en espíritu, sirviendo al Señor” (Rom. 12: 11). — Ms 6, 1890, p. 7 («Counsel to Workers in Publishing Houses» [Consejo a los obreros de las casas editoras], 25 de noviembre de 1890).MI1 248.3

    Cuando el pecado embiste hacia el interior, ataca la parte más noble del ser humano. Causa terrible confusión y estragos en las más venerables facultades y talentos del ser humano. Aunque la enfermedad física postra el cuerpo, la enfermedad del egoísmo y la avaricia anubla el alma.MI1 249.1

    Los muros de protección que Dios levantó para la seguridad de su pueblo han sido derribados a golpes. Las líneas de protección de derechos e intereses han quedado enredadas con las normas humanas, y numerosos agentes satánicos han entrado bruscamente para sacar el máximo provecho de su oportunidad.MI1 249.2

    Cada plan introducido para obtener ventaja para el yo abrió de par en par la puerta a las prácticas deshonestas. Ustedes saben esto igual de bien que los hombres a los que condenan por aceptar de la tesorería de Dios salarios más elevados de lo que habían ganado mediante un esfuerzo honrado.MI1 249.3

    El Señor me ha mostrado que este plan de salarios elevados se opone frontalmente a la justicia y la equidad. Se está dando el pretexto de que a los que tienen responsabilidades siempre se les conceden salarios mayores que a sus subalternos. Sin embargo, se estaba probando y examinando a aquellos que se suponía que estaban realizando una labor imprescindible en la oficina de la Review and Herald, y cada fase de su trabajo llevaba a la editorial por caminos erróneos contrarios a la instrucción dada por Cristo en el Antiguo Testamento y en el Nuevo.MI1 249.4

    La confabulación fue tan magistral que se llegó a hacer todo de manera que una forma de actuar enteramente humana se ha entremezclado con la administración de las cosas sagradas. Cada uno se comprometió a sostener y trabajar para el interés del otro. Se introdujo un sistema de auténtico robo a Dios. Dios pregunta: «¿No juzgaré yo estas cosas?». El Señor ha abierto el asunto ante mí y mi corazón se ha consumido de indignación. Se ha dado luz en el sentido de que el Señor, en su momento, haría de estos hombres un espectáculo ante el mundo, los ángeles y los hombres.— Carta 26, 1897 (a un empleado de la editorial, 10 de diciembre de 1897).MI1 249.5

    La casa editora fue levantada con sacrificio, pero, con el ejemplo que han dado a todo el mundo los que la dirigen, este espíritu se ha perdido. Los corazones no han sido movidos por el Señor para dar por el avance de la causa, y el egoísmo ha penetrado en las iglesias. Se ha revelado una mayordomía infiel en el pago de grandes salarios a quienes han convertido la obra y la causa de Dios en un asunto de mercadeo con la que enriquecerse. [...]MI1 249.6

    Si hubiesen convocado a los hombres de las Asociaciones y hubieran exigido una investigación de las cosas —para lo cual estaban en su derecho—, se habrían adoptado medidas decisivas para detener el mal existente. Pero no se hizo.MI1 250.1

    Si hubieran cambiado la situación e introducido los mismos principios que se pusieron de manifiesto en la obra cuando se levantaron los primeros edificios, se habría conservado el espíritu de sacrificio y la obra habría avanzado y habría crecido. El pueblo de Dios habría entendido que el camino y la obra del Señor no pueden prosperar cuando su pueblo no está dispuesto a sacrificarse. Las inteligencias celestiales lo habrían ayudado a escalar hasta cotas más altas para entender por conocimiento experimental que sus componentes habían de ser colaboradores de Dios. El Señor desea que su pueblo esté formado por vencedores, que avancen con valentía en medio de todas las dificultades. Dios es fiel y hará que su pueblo sea completo en él.MI1 250.2

    Se han cometido demasiados errores; y requiere mucho esfuerzo volverse de todo mal camino y elegir el bueno.— Ms 86, 1899, pp. 5, 6 («The Review and Herald and the College Debt» [La Review and Herald y la deuda del Colegio], 18 de junio de 1899).MI1 250.3

    Hay hombres egoístas y codiciosos, que ocupan importantes puestos de confianza y que reciben salarios mayores de lo que deberían haber aceptado. Un salario menor sería mucho mejor para ellos y para sus hijos; porque esto los llevaría a la economía y a la abnegación. Pero el registro de cada semana en los libros del cielo demuestra que hay quienes, en su egoísmo, están dispuestos a apoderarse de cada dólar que puedan obtener mientras otros, que trabajan en lugares mucho más difíciles, y con muchos menos privilegios, lo están haciendo por la mitad de lo que esos hombres reciben.MI1 250.4

    Aceptar tan grandes salarios no es una garantía espiritual para ningún hombre. Hacerlo, priva a los que colaboran con él, que trabajan tanto como él, de medios que deberían tener para el trabajo en otras partes del campo. El codicioso ve los muchos campos sin cultivar. Ve que se necesita dinero para levantar el estandarte de la verdad en nuevos lugares. Pero no considera las necesidades de los que siembran en esos campos no cultivados. Acepta el salario más alto que puede obtener porque, según supone, su posición le da derecho a él.MI1 250.5

    Bueno sería que los obreros, al recibir altos salarios, estudiaran el principio de la igualdad. Cuando vacíen su corazón de egoísmo y se humillen ante Dios, verán que, durante los muchos años que vienen recibiendo de la tesorería su injusto salario, otros, que han hecho un trabajo exactamente igual de productivo y fiel, han venido recibiendo solo la mitad. Si hubiesen amado a Dios de forma suprema y a su prójimo como a sí mismos, habrían visto una gran obra por hacer en cumplimiento de la gran comisión de Cristo de predicar el evangelio en el mundo entero, y no se habrían atrevido a usar los medios que Dios previó para los campos menesterosos. En el día de las recompensas finales, quienes atribuyen una valoración tan alta a sus propios méritos y a su servicio se sorprenderán al ver que reciben la menor consideración, mientras que los que han trabajado con fervor, fidelidad y abnegación, con un salario pequeño, recibirán la mayor recompensa de Aquel que no hace falsas valoraciones.— Ms 113, 1899, pp. 6, 7 («The Wages of Unrighteousness” [«El salario de la injusticia»{2 Ped. 2: 15, NVI}], 11 de agosto de 1899).MI1 251.1

    La santificación por medio de la verdad da fruto para la gloria de Dios. Bajo su poder, los hombres son despojados de la ambición que lucha por la supremacía, despojados del egoísmo que lleva a los hombres relacionados con nuestras instituciones a apoderarse, en su codicia, de cuanto puedan obtener de la tesorería en forma de salarios elevados, cuando saben que sus hermanos, que trabajan con la misma intensidad en lugares donde las necesidades son enormes, y a menudo bajo gran presión por las circunstancias, no reciben mucho más de la mitad de lo que ellos están recibiendo. Los hombres de nuestras instituciones que han atribuido una valoración tan alta a sus propios servicios no están santificados por el Espíritu Santo. No tienen esa santificación que les da una conciencia sensible, que los lleve a amar a Dios sobre todas las cosas y a su prójimo como a sí mismos. Su influencia y su ejemplo son perjudiciales. Hacen lo que no querrían que sus hermanos supieran: se apoderan de la tesorería. Están ciegos, y no pueden ver que al obrar así privan a otros de los salarios que deberían recibir. Su egoísmo los priva de la santificación del Espíritu de Dios [...].MI1 251.2

    Las personas de nuestras instituciones que acaparan los medios ex-cedentes se descalifican para entender qué significa ser participante con Cristo en su sufrimiento. A los tales llegan las agudas flechas del Señor, enviadas por la mano de un ángel; pero no resultan heridos. Tanto se han apartado de los principios correctos que están ciegos. Escuchan verdades convincentes, pronunciadas con gran fervor, pero aún así no se reforman; porque han apartado y evitado toda impronta salutífera.MI1 251.3

    Si se contentasen con salarios menores, su peligro espiritual sería mucho menor. Su vida tiene que sufrir una reforma, o jamás verán al Rey en su belleza. Su experiencia en esta vida decidirá su destino eterno. Con acentos fervientes, continuos y solemnes, la voz del gran Maestro viene presentándoles llamamientos, pero aún así no se convierten. No se han apartado de los falsos principios carentes de escrúpulos.— Ms 94, 1899, pp. 2, 3, 6 («To Do Justly, to Love Mercy, and to Walk Humbly with Thy God” [«Hacer justicia, amar misericordia y humillarte ante tu Dios» {Miq. 6: 8}], 18 de julio de 1899).MI1 252.1

    Durante mucho tiempo hubo males en la oficina de Battle Creek. Los mensajes que Dios había dado no tenían el peso suficiente para que los que ocupaban puestos prominentes enderezaran el rumbo. Se me mostró que Satanás estaba exultante cuando el egoísmo de los hombres atracaba la tesorería de Dios. Hay algunos que no han tenido sentimientos bondadosos hacia mí porque fueron privados de esos sueldos elevados. , , y otros se dejaron llevar por tales sentimientos. Ninguno de estos hombres estará limpio ante Dios hasta que restituya a la causa del Señor lo que el espíritu egoísta y avaricioso ha robado á la obra. Se me mostró que el resultado de pagar salarios tan exorbitantes sería que los obreros que eran realmente concienzudos serían oprimidos; los que agarraban cada dólar que podían emplear en su propio uso gestionarían las cosas para complacerse si tuvieran ocasión de hacerlo. [...]MI1 252.2

    Ahora bien, en lo que a mí respecta, no me importan los salarios; pero sí me importan el principio y la equidad estrictos. Sí me importa el buen criterio. Se hizo un gran mal, ante el que Dios no puede pasar por alto, cuando a los que se habían confabulado aceptaron de la tesorería de Dios grandes salarios que ni habían ganado ni merecían más que otros empleados o los que trabajan apoyando otros frentes de la causa que recibían salarios pequeños, pero hacían su trabajo concienzudamente con integridad, de todo corazón y con pureza. Cuando esos hombres se conviertan, será devuelto a la tesorería cada dólar que hayan recibido por encima de lo que deberían haber cobrado. Tratamos con Cristo en la persona de sus santos. Permitir que uno sea exaltado y que otro, más fiel y justo, sea puesto en una posición difícil no es equitativo ni imparcial. Sin duda, Dios juzgará todo eso.— Carta 57, 1894, pp. 6, 7 (al hermano Olsen, 10 de junio de 1894).MI1 252.3

    No se ha hecho la obra que Dios señaló que se llevara a cabo. Han quedado sin trabajar una ciudad tras otra. Se ha permitido que los pastores que trabajan en los campos con mayores carencias se las arreglaran de la mejor manera que pudieran, con medios insuficientes. Se les ha adjudicado una suma exigua. Algunos han necesitado dinero para obtener comida y vestido y, no obstante, ha habido quienes, en su codicia, se han negado a ayudarlos. Dios considera a los obreros que buscan predicar el evangelio y hacer auténtica obra misionera más dignos de muchos medios que otros. Y tienen mayor necesidad de buenos salarios que algunos. Se les presentan muchos llamamientos pidiendo ayuda. Encuentran gente que pasa por circunstancias de penosa necesidad y se niegan a sí mismos para ayudar a los necesitados.MI1 253.1

    Una noche me pareció que estaba en una asamblea en la que solo había presentes pocas personas. Se tomaban acuerdos para aumentar los salarios de algunos. Uno con autoridad alargó la mano y, tomando los registros, los examinó de forma crítica. Después dijo: «Pronto tendrá lugar un cambio. Los que han estado en la oficina de la Review and Herald han sido infieles en su mayordomía. Han de ser apartados de sus responsabilidades, a no ser que den muestras de una conversión cabal. No serviré con una maquinación sin principios, ni mi Espíritu luchará con ellos, a no ser que se arrepientan. La obra ya no ha de ser confiada a la custodia de ustedes. Los medios de la tesorería del Señor, que deberían haberse usado para permitir que entraran hombres en campos nuevos, son acaparados por manos egoístas no santificadas. Los verdaderamente convertidos, en cuerpo, alma y espíritu, están henchidos del espíritu de sacrificio”.— Ms 19, 1903, pp. 1, 2 («Unselfishness in Service” [Abnegación en el servicio], 8 de abril de 1903).MI1 253.2

    Les he transmitido a ustedes las instrucciones que el Señor me ha dado. Nos ha dicho lo que espera de nosotros. Dondequiera que podamos ir, hemos de desarrollar con celo y fidelidad los principios del reino de Cristo, mostrando así claramente la diferencia entre los que sirven a Dios y los que no lo sirven.MI1 253.3

    Cuando vuelva a establecerse la casa editora, debería estar impregnada por una atmósfera mucho más pura y más santa que la que reinaba en la institución de Battle Creek. Deberían seguirse principios que hagan de la institución una honra para la causa de Dios. A los que se nieguen a trabajar si no es por salarios elevados no deberían ser llamados a unirse a los obreros de la institución. No necesitamos a gente sin espíritu de sacrificio.MI1 253.4

    La obra de Dios ha de avanzar. Su éxito depende de la presentación de esfuerzos consagrados y de la ejecución de principios puros. En medio de la aparente confusión de las dificultades circundantes, puede que no sepamos cómo proceder. Cerciorémonos de que los que se unen a la obra se unen primero a Cristo.— Carta 106, 1903, pp. 4, 5 («To the General Conference Committee” [A la Junta de la Asociación General], 30 de mayo de 1903).MI1 254.1

    Quienes están controlados por deseos egoístas no deberían seguir relacionados con nuestras instituciones, y mejor sería que su forma de actuar quede al descubierto para que todas las iglesias adventistas sepan qué principios gobiernan a estos hombres. [...]MI1 254.2

    El egoísmo y la glorificación propia se están convirtiendo en la maldición de nuestras instituciones y están corrompiendo el campamento de Israel. Hemos llegado al punto en que Dios da el alto, y ahora debemos investigar para que podamos conocer los motivos que llevan a la acción y conocer en quién se cumplen las palabras de Cristo. Jesús dijo: «Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Mat. 16: 24). El yo ha de estar oculto en Cristo.MI1 254.3

    Tenemos necesidad de sentirnos alarmados, porque el egoísmo y la codicia se están convirtiendo en un poder dominante entre nosotros, y el Señor está disgustado. La conciencia de muchos es como el caucho. Los hombres pueden comprarse y venderse al mayor postor. Cuando tales hombres son pesados en la balanza del santuario, son hallados faltos, porque faltan la diligencia, el honor, la integridad y la fidelidad.— Carta 41, 1890, pp. 1-4 (al Dr. J. H. Kellogg, 24 de diciembre de 1890).MI1 254.4

    Se ha firmado un contrato con usted, pero cuanto antes se modifique ese contrato, tanto mejor. El plan de que usted reciba, por encima de su salario, cualquier dinero que usted pueda conseguir con ciertos trabajos está abriendo una puerta de tentación que conducirá a resultados funestos. Esto no lo disciernen ni usted ni los que redactaron esas cláusulas de contrato. Pero será el medio de un gran daño para usted, y traerá reproche a la causa de Dios. En este plan hay un principio erróneo que debe ser revisado. No deben quedar cabos sueltos. Todo ha de quedar atado. Usted ha de recibir una suma concreta como salario por su trabajo, y vivir con esa suma.MI1 254.5

    Se ha hecho algo así en las negociaciones con el Dr. . Es unaMI1 254.6

    transacción fraudulenta. Dios conoce sus intenciones y las consecuencias de ello. No ha de usarse este método de remuneración en los sanatorios que hayan de establecerse. Esta institución debe pagarle a usted una suma adecuada por sus servicios. Y todos los que trabajen para la institución deben recibir una remuneración proporcional a sus servicios.— Carta 99, 1900, p. 5 (a un médico en uno de nuestros sanatorios, 9 de julio de 1900).MI1 254.7

    No hablen de sus exiguos salarios. No cultiven el gusto por la ropa cara y el mobiliario costoso. Que la obra avance como empezó: con abnegación y fe simples. Que todo se haga de modo muy diferente.— Carta 94, 1899, pp. 12, 13 (a «mis hermanos que ocupan puestos de responsabilidad», 16 de junio de 1899).MI1 255.1

    Se requiere ahora tanta abnegación como cuando iniciamos la obra, cuando éramos solo un puñado, cuando sabíamos qué quería decir abnegación, qué quería decir sacrificio, cuando intentábamos sacar unas sencillas revistas, unos pequeños folletos, para que llegaran a los que estaban en tinieblas. Hoy hay algunos que trabajan en la editorial que estuvieron con nosotros entonces. Durante años no recibimos salario algunos, salvo apenas lo suficiente para proveernos de la comida y la ropa más sencilla. Estábamos encantados de llevar ropa de segunda mano, y a veces apenas teníamos comida suficiente para mantener nuestra fuerza. Todo lo demás se ponía en la obra. Después de un tiempo, mi esposo recibía seis dólares por semana, y vivíamos con eso, y yo trabajaba con él en la causa. Otros trabajaban de forma similar.— General Conference Bulletin, tomo 4, p. 184 (20 de marzo de 1891).MI1 255.2

    Patrimonio White, Washington, D. C.

    El número 63 se usó en el material suplementario del tomo 4 del Comentario bíblico adventista.

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