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    13. Una Obra Fundamental

    1. La mano derecha de la obra. Se necesita cada ramo de la obra, pero cada ramo de la obra ha de estar bajo la supervisión de Dios. La obra médico-misionera ha de ser, para la causa de Dios, lo que la mano derecha es para el cuerpo. No estaría bien que toda la fuerza del cuerpo se destinara a la mano derecha, ni tampoco seria correcto que toda la fuerza de la causa de Dios fuera usada en la obra médico-misionera. Debe preservarse el ministerio de la Palabra, y debe haber unidad, integración perfecta, en la obra de Dios. Los que no han tenido ningún interés en la obra médico-misionera están tratando irrespetuosamente a la mano derecha de la causa de Dios. Que todos ellos cambien de actitud hacia esta obra. Que hablen lo menos posible hasta que lleguen a asumir la postura correcta. El silencio es elocuencia cuando la mente no está santificada y, por consiguiente, no puede discernir las cosas espirituales (Testimonies for the Church, t. 8, pp. 166, 167).CMM 185.1

    2. El evangelio puesto en práctica. Hay una gran necesidad de aumentar el conocimiento en cada línea de la reforma pro salud. Los que han tenido el privilegio de oír la verdad deben darle un sonido certero a la trompeta al proclamar el mensaje del tercer ángel. Deben asumirse líneas especiales de trabajo, como el de la obra médico-misionera. Esta obra debiera llevarse a cabo en relación con el mensaje evangélico para este tiempo. La verdadera obra médico-misionera es el evangelio puesto en práctica. Los que no puedan ver la importancia de la obra médicomisionera ni apoyarla no debieran sentirse autorizados a esforzarse por controlar ninguna de sus fases hasta que verdaderamente comprendan su relevancia.[...]CMM 185.2

    Los obreros médicos-misioneros han de ser purificados, santificados y ennoblecidos. Deben ser moldeados y formados a semejanza divina. Entonces verán que la reforma pro salud y la obra médico-misionera han de estar estrechamente ligadas a la predicación del evangelio. [...] La obra médico-misionera es de Dios y lleva su firma. Por esta razón, que el hombre quite las manos de ella y que no desee administrarla según sus propias ideas (Testimonies for the Church, t. 8, pp. 168, 169).CMM 186.1

    3. La enseñanza y la curación se complementan para salvar. Hemos de recordar siempre que el objeto de la obra misionera médica consiste en dirigir a los enfermos del pecado hacia el Mártir del Calva-rio, que quita el pecado del mundo. Contemplándolo, se transmutarán a su semejanza. Debemos animar al enfermo y al doliente a que miren a Jesús, y vivan. Pongan los obreros cristianos a Cristo, el divino Médico, en la continua presencia de aquellos a quienes desalentó la enfermedad del cuerpo y del alma. Dirijan sus miradas hacia aquel que puede sanar la enfermedad física y la espiritual. Háblenles de aquel que se compadece de sus flaquezas. Persuádanlos para que se entreguen al cuidado de aquel que dio su vida para que ellos puedan obtener vida eterna. Háblenles de su amor, del poder que tiene para salvar.CMM 186.2

    Este es el alto deber y el precioso privilegio del misionero médico. Y el ministerio personal prepara a menudo el camino para esta obra. Con frecuencia, Dios llega a los corazones por medio de nuestros esfuerzos por aliviar los padecimientos físicos.CMM 186.3

    La obra del misionero médico es precursora de la obra del evange-lio. En el ministerio de la Palabra y en la obra del médico misionero, el evangelio ha de ser predicado y puesto por obra.CMM 186.4

    En casi todas las poblaciones hay muchos que no escuchan la predicación de la Palabra de Dios ni asisten a ningún servicio religioso. Para que conozcan el evangelio, hay que llevárselo a sus casas. Muchas veces la atención prestada a sus necesidades físicas es la única manera de llegar a ellos. Los enfermeros misioneros, que cuidan a los enfermos y alivian la miseria de los pobres, encontrarán muchas oportunidades para orar con ellos, leerles la Palabra de Dios y hablarles del Salvador. Pueden orar con los desamparados que no tienen fuerza de voluntad para dominar los apetitos degradados por las pasiones. Pueden llevar un rayo de esperanza a los vencidos y desalentados. Su amor abnegado, manifestado en actos de bondad desinteresada, ayudará a esos dolientes a creer en el amor de Cristo.CMM 186.5

    Muchos no tienen fe en Dios y han perdido la confianza en el hombre. Pero saben apreciar los actos de simpatía y de auxilio. Cuan-do ven a alguien que, sin el aliciente de las alabanzas ni esperanza de recompensa en esta tierra, va a sus casas para asistir a los enfermos, dar de comer a los hambrientos, vestir a los desnudos, consolar a los tristes y encaminarlos a todos con ternura hacia aquel de cuyo amor y compasión el obrero humano es el mensajero, cuando ven todo esto, sus corazones se conmueven. Brota el agradecimiento. Se enciende la fe. Ven que Dios cuida de ellos, y así quedan preparados para oír la Palabra divina.CMM 187.1

    Por doquiera, los misioneros, sean hombres o mujeres, obtendrán mucho más fácil acceso al pueblo, y verán grandemente aumentada su eficiencia como obreros, si pueden atender a los enfermos. Así, las mujeres que van a países paganos para actuar como misioneras encontrarán oportunidades para enseñar el evangelio a las mujeres de aquellos países, cuando toda otra puerta de entrada les esté cerrada. Todo obrero evangélico debe saber aplicar los sencillos tratamientos que son tan eficaces para aliviar el dolor y curar las enfermedades.CMM 187.2

    4. Enseñanza de los principios de salud. Los obreros evangélicos deben ser también capaces de dar instrucción acerca de los principios del sano vivir. Hay enfermedades en todas partes, y las más de ellas podrían evitarse si se prestara atención a las leyes de la salud. La gente necesita comprobar la relación que hay entre los principios que rigen la salud y su bienestar tanto en esta vida como en la venidera. Necesita comprender la responsabilidad que le incumbe con referencia al cuerpo dispuesto por su Creador como morada suya, de la cual desea que los hombres sean fieles mayordomos. Necesita dejarse impresionar por la verdad encerrada en las palabras de la Santa Escritura:CMM 187.3

    “Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo” (2 Cor. 6:16).CMM 188.1

    Miles necesitan y recibirían gustosos instrucción acerca de los mé-todos sencillos de tratar a los enfermos, métodos que están en vías de sustituir el uso de drogas venenosas. Se nota gran falta de instrucción con respecto a la reforma dietética. A los malos hábitos en el comer y al consumo de manjares malsanos se debe gran parte de la intemperancia, los crímenes y la miseria que azotan al mundo.CMM 188.2

    Al enseñar los principios que rigen la salud, téngase presente el gran objeto de la reforma, que es obtener el mayor desenvolvimiento del cuerpo, la mente y el espíritu. Demuéstrese que las leyes de la natura-leza, por ser leyes de Dios, fueron establecidas para nuestro bien; que la obediencia a ellas favorece la felicidad en esta vida y contribuye a preparar para la vida futura.CMM 188.3

    Indúzcase a la gente a que estudie la manifestación del amor de Dios y de su sabiduría en las obras de la naturaleza. Indúzcasela a que estudie el maravilloso organismo del cuerpo humano y las leyes que lo rigen. Los que disciernen las pruebas del amor de Dios, que entienden algo de la sabiduría y el buen propósito de sus leyes, así como de los resultados de la obediencia, llegarán a considerar sus deberes y obligaciones desde un punto de vista muy diferente. En vez de ver en la observancia de las leyes de la salud un sacrificio y un renunciamiento, la tendrán por lo que es en realidad: un inapreciable beneficio.CMM 188.4

    Todo obrero evangélico debe comprender que la enseñanza de los principios que rigen la salud forma parte de la tarea que se le ha señala-do. Esta obra es muy necesaria, y el mundo la espera.CMM 188.5

    En todas partes hay tendencia a reemplazar el esfuerzo individual por la obra de las organizaciones. La sabiduría humana tiende a la con-solidación, a la centralización, a crear grandes iglesias e instituciones. Muchos dejan a las instituciones y las organizaciones la tarea de practicar la beneficencia; se eximen del contacto con el mundo, y sus corazones se enfrían. Se absorben en sí mismos y se incapacitan para recibir impresiones. El amor a Dios y a los hombres desaparece de su alma.CMM 188.6

    Cristo encomienda a sus discípulos una obra individual, que no se puede delegar. La atención a los enfermos y a los pobres, y la predica-ción del evangelio a los perdidos, no deben dejarse al cuidado de juntas u organizaciones de caridad. El evangelio exige responsabilidad y esfuerzo individuales, sacrificio personal.CMM 189.1

    “Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar -manda Cristo-, para que se llene mi casa” (Luc. 14:23). Jesús relaciona a los hombres con aquellos a quienes quieren servir. Dice [acerca del deber cristiano]: “¿No es que[...] a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras?” “Sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán” (Isa. 58:7; Mar. 16:18). Por medio del trato directo y de la obra personal, se han de comunicar las bendiciones del evangelio.CMM 189.2

    Cuando, en lo antiguo, Dios daba luz a su pueblo, no obraba ex-clusivamente por una sola categoría de individuos. Daniel era príncipe de Judá. Isaías era también de estirpe real. David y Amós eran pasto-res de ganado; Zacarías era un cautivo vuelto de Babilonia; Eliseo era labrador. El Señor suscitaba, como representantes suyos, a profetas y príncipes, nobles y plebeyos, y les enseñaba las verdades que debían transmitir al mundo.CMM 189.3

    A todo aquel que llega a ser partícipe de su gracia, el Señor le señala una obra que hacer en favor de los demás. Cada cual ha de ocupar su puesto, diciendo: “Heme aquí, envíame a mí” (Isa. 6:8). Al ministro de la Palabra, al enfermero misionero, al médico creyente, al simple cristiano, sea negociante o agricultor, profesional o mecánico, a todos incumbe la responsabilidad. Es tarea nuestra revelar a los hombres el evangelio de su salvación. Toda empresa en que nos empeñemos debe servimos de medio para dicho fin.CMM 189.4

    Los que emprendan la obra que les fue señalada no solo serán fuente de bendición para otros, sino también ellos mismos serán bendecidos. El sentido del deber cumplido influirá de modo reflejo en sus almas. El desalentado olvidará su desaliento, el débil se volverá fuerte, el ignorante, inteligente, y todos encontrarán ayuda segura en aquel que los llamó.CMM 189.5

    La iglesia de Cristo está organizada para servir. Tal es su consigna. Sus miembros son soldados que han de ser adiestrados para combatir bajo las órdenes del Capitán de su salvación. Los ministros, los médicos y los maestros cristianos tienen una obra más amplia de lo que muchos se imaginan. No solo han de servir al pueblo, sino también enseñarle a servir. No solo han de instruir a sus oyentes en los buenos principios, sino también educarlos para que sepan comunicar estos principios. La verdad que no se practica, que no se comunica, pierde su poder vivificante, su fuerza curativa. Su beneficio no puede conservarse sino com-partiéndolo.CMM 190.1

    Hay que romper la monotonía de nuestro servicio a Dios. Todo miembro de la iglesia debe empeñarse en alguna manera de servir al Maestro. Unos no pueden hacer tanto como otros, pero todos deben esforzarse cuanto les sea posible por hacer retroceder la ola de enfer-medad y angustia que azota al mundo. Muchos trabajarían con gusto si se les enseñara cómo empezar. Necesitan instrucción y aliento.CMM 190.2

    Cada iglesia debe ser escuela práctica de obreros cristianos. Sus miembros deberían aprender a dar estudios bíblicos, a dirigir y enseñar clases en las escuelas sabáticas, a auxiliar al pobre y cuidar al enfermo, y trabajar en pro de los inconversos. Debería haber escuelas de higiene, clases culinarias y para varios ramos de la obra caritativa cristiana. Debería haber no solo enseñanza teórica, sino también trabajo práctico bajo la dirección de instructores experimentados. Abran los maestros el camino trabajando entre el pueblo, y otros, al unirse con ellos, apren-derán de su ejemplo. Un ejemplo vale más que muchos preceptos (El ministerio de curación, pp. 102-108).CMM 190.3

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