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Consejos sobre Mayordomía Cristiana - Contents
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    Capítulo 60—El pecado de Ananías

    Los corazones de Ananías y de su esposa fueron movidos por el Espíritu Santo a dedicar sus posesiones a Dios, tal como lo habían hecho sus hermanos. Pero después de haber hecho la promesa, se arrepintieron, y decidieron no cumplirla. Mientras pretendían darlo todo, retuvieron una parte del dinero recibido. Actuaron fraudulentamente en relación con Dios, mintieron al Espíritu Santo, y su pecado recibió un juicio rápido y terrible. Perdieron no sólo esta vida sino también la vida eterna.CMC 326.1

    El Señor vio que era necesaria esta señalada manifestación de su justicia para proteger a otros contra ese mismo mal. Esto constituyó un testimonio de que los hombres no pueden engañar a Dios, de que él detesta el pecado oculto en el corazón y de que nadie podrá burlarse de él. Ese acontecimiento fue permitido como amonestación para la joven iglesia, para guiar a sus miembros a examinar sus motivos, para que tuvieran cuidado de no complacer el egoísmo y la vanagloria, para que se cuidaran de no robar a Dios.CMC 326.2

    En el caso de Ananías, el pecado de fraude contra Dios fue detectado y castigado rápidamente. Este ejemplo del juicio de Dios tenía el propósito de ser una señal de peligro para todas las generaciones futuras. Ese mismo pecado se repitió con frecuencia en la historia posterior de la iglesia, y en nuestra época muchos lo cometen; pero aunque no reciba la manifestación visible del desagrado de Dios, no por eso es menos horrible ante su vista ahora que en el tiempo de los apóstoles. La amonestación ha sido dada, Dios ha manifestado claramente su aborrecimiento de este pecado, y todos los que manifiesten una conducta semejante pueden tener la seguridad de que están destruyendo sus propias almas...CMC 326.3

    El egoísmo queda vencido y se obra de acuerdo con la mente de Cristo únicamente cuando se reconocen plenamente los motivos cristianos, cuando la conciencia despierta al deber y cuando la luz divina impresiona el corazón y el carácter. El Espíritu Santo, obrando sobre los corazones y los caracteres humanos expulsará toda tendencia hacia la codicia y el proceder engañoso...CMC 327.1

    En algunas ocasiones el Señor ha actuado decididamente en el caso de hombres mundanos y egoístas. Sus mentes han sido iluminadas por el Espíritu Santo, sus corazones han sentido su influencia enternecedora y subyugadora. Bajo la impresión de la misericordia y la gracia abundantes de Dios, consideraron como su deber promover su causa, edificar su reino... Sintieron deseos de participar en el reino de Dios, y prometieron dar sus recursos para ayudar a alguna de las diferentes empresas de la causa de Dios. Esa empresa no fue hecha al hombre sino a Dios, ante la presencia de sus ángeles, quienes influían en los corazones de esos hombres egoístas y amadores del dinero.CMC 327.2

    Cuando hicieron la promesa, fueron bendecidos con abundancia; pero los sentimientos cambian rápidamente cuando están arraigados en terreno profano. A medida que la impresión inmediata del Espíritu Santo pierde intensidad, a medida que la mente y el corazón vuelven a absorberse en los negocios mundanales, les resulta más difícil mantener la consagración a Dios de sí mismos y de sus propiedades. Satanás los asalta con su tentación: “Fuisteis unos necios al prometer ese dinero, porque lo necesitáis para invertirlo en vuestros negocios; y si pagáis esa promesa experimentaréis pérdida”.CMC 327.3

    Y ellos se arrepienten, murmuran, se quejan del mensaje del Señor y de sus mensajeros. Dicen cosas que no son verdaderas, pretenden que prometieron bajo un estado de excitación, que no comprendían claramente el asunto, que se exageraron las necesidades, que sus sentimientos fueron excitados, y que esto los indujo a formular la promesa. Hablaban como si la preciosa bendición que habían recibido fuese el resultado de un engaño practicado contra ellos por los ministros a fin de conseguir dinero. Cambiaron de parecer y no se sintieron obligados a pagar sus promesas a Dios. Se cometen terribles robos contra Dios, y se presentan endebles excusas para resistir y negar el Espíritu Santo. Algunos aducen como razón que han tenido inconvenientes; dicen que necesitan su dinero—¿para qué? Para enterrarlo en casas y terrenos, o en algún negocio para ganar más dinero. Piensan que como la promesa fue hecha para un propósito religioso, no se les puede exigir por la ley su cumplimiento, y el amor al dinero es tan fuerte que engañan a sus propias almas, y se atreven a robar a Dios. A muchos podría decirse: “A ningún otro amigo tratasteis en forma tan descomedida”.CMC 327.4

    Está aumentando el número de los que cometen el pecado de Ananías y Safira. Los hombres no mienten al hombre, sino a Dios, en su descuido de las promesas que su Espíritu les indujo a realizar. Debido a que no se ejecuta rápidamente sentencia contra una mala acción, tal como en el caso de Ananías y Safira, los corazones de los hijos de los hombres se empeñan decididamente en hacer el mal y luchan contra el Espíritu de Dios. ¿Cómo estarán estos hombres en el juicio? ¿Os atrevéis a soportar los resultados finales de este asunto? ¿Cómo estaréis en los acontecimientos descritos en el Apocalipsis? “Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; ... y fueron juzgados cada uno según sus obras”. Apocalipsis 20:11-13.—The Review and Herald, 23 de mayo de 1893.CMC 328.1

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