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Mente, Carácter y Personalidad 1 - Contents
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    Capítulo 29—Dependencia e independencia

    Dependencia de Dios, no de los hombres

    La dependencia de Dios es absoluta

    Dios quiere que toda alma por la cual Cristo murió llegue a ser una parte de la vid, que esté conectada con la cepa y reciba su alimento de ella. Dependemos de Dios en todo, y eso debiera mantenernos muy humildes; y debido a que dependemos tanto de él, debiéramos procurar tener un mejor conocimiento de Dios. Dios quiere que alejemos de nosotros toda especie de egoísmo y vayamos a él no como dueños de nosotros mismos, sino como la posesión adquirida del Señor.—Testimonios para los Ministros, 324, 325 (1897).1MCP 263.1

    Dependamos de Dios, no de los hombres

    Dios quiere poner a los hombres en relación directa consigo mismo. En todo su trato con los seres humanos reconoce el principio de la responsabilidad personal. Procura fomentar el sentimiento de dependencia personal, y hacer sentir la necesidad de la dirección personal. Desea asociar lo humano con lo divino, para que los hombres se transformen en la imagen divina. Satanás procura frustrar este propósito, y se esfuerza en alentar a los hombres a depender de los hombres. Cuando las mentes se desvían de Dios, el tentador puede someterlas a su gobierno, y dominar a la humanidad.—El Ministerio de Curación, 186 (1905).1MCP 263.2

    Dependan plenamente de Dios. Si obran de otro modo, les conviene detenerse. Deténganse donde están, y cambien el orden de las cosas [...]. Clamen a Dios con sinceridad, con hambre en el alma. Luchen con los instrumentos celestiales hasta que obtengan la victoria. Pongan todo su ser en las manos del Señor, alma, cuerpo y espíritu, y decidan convertirse en su instrumento amante y consagrado, impulsado por su voluntad, dominado por su mente, lleno de su Espíritu [...]. Entonces verán claramente las cosas celestiales.—Hijos e Hijas de Dios, 107 (1891).1MCP 264.1

    Tome a Dios como su consejero

    En lugar de llevar sus angustias a un hermano o a un pastor, llévelas al Señor en oración. No ponga al pastor donde debe estar Dios, sino hágalo objeto de sus oraciones. Todos hemos errado en este punto. El ministro de Cristo es como otros hombres. Es cierto, él lleva responsabilidades más sagradas que un hombre de negocios corriente, pero no es infalible. Está rodeado de debilidades, y necesita gracia e iluminación divinas. Necesita la unción celestial para hacer su obra con exactitud y éxito y dar pruebas plenas de su ministerio. Hay algunos que ignoran el camino de la vida y la salvación, y ellos encontrarán que el ministro piadoso les enseñará qué deben hacer para ser salvos.1MCP 264.2

    Los que saben cómo orar, que saben qué son las invitaciones del evangelio de Cristo, que conocen la inmutabilidad de sus promesas, deshonran a Dios cuando ponen su carga sobre los hombres finitos. Siempre es correcto deliberar juntos. Es correcto conversar juntos. Es correcto aclarar ante los hermanos y el pastor las dificultades que se presentan en cualquier empresa. Pero no deshonren tan grandemente a Dios por depender del hombre por sabiduría. Busquen a Dios a fin de obtener la sabiduría que viene de arriba. Pida a sus colaboradores que oren con usted, y el Señor cumplirá su palabra: “Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Mateo 18:20.—Manuscrito 23, 1899.1MCP 264.3

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