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A Fin de Conocerle - Contents
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    Revelando a Cristo en el carácter, 21 de junio

    Presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad, palabra sana e irreprochable, de modo que el adversario se avergüence, y no tenga nada malo que decir de vosotros. Tito 2:7, 8.AFC 178.2

    No tema nadie ir al extremo mientras escudriñe la Palabra y humille su alma a cada paso. Cristo debe morar en él por fe. Él, su ejemplo, tenía dominio propio. Caminaba humildemente. Tenía verdadera dignidad. Tenía paciencia. Si nosotros poseemos individualmente estos rasgos de carácter... no habrá extremistas.AFC 178.3

    Cristo nunca erró en su juicio de los hombres y de la verdad. Nunca fue engañado por las apariencias. Nunca levantó una pregunta que no fuera claramente apropiada. Nunca dio una respuesta sino la que convenía y al punto. Redujo al silencio a los sutiles, astutos y taimados sacerdotes, penetrando más allá de la superficie y llegando al corazón, haciendo relucir la luz en su conciencia, lo que los molestaba, pero no se rindieron a la convicción. Cristo nunca fue a los extremos, nunca perdió el dominio propio ni el equilibrio mental por la excitación. Nunca violó la ley del buen gusto y del discernimiento, cuándo hablar y cuándo guardar silencio. Luego, si todos los que pretenden ver los preciosos rayos áureos de la luz del Sol de Justicia siguieran el ejemplo de Cristo, no habría extremistas...AFC 178.4

    Cultívense y manténganse perseverantemente la calma y el dominio propio, pues tal era el carácter de Cristo... No oímos bulliciosas protestas de fe, ni vemos contorsiones corporales ni ademanes en el Autor de toda verdad.AFC 179.1

    Recordad que en él habitaba toda la plenitud de la Deidad corporalmente. Si Cristo habita en nuestro corazón por fe, al contemplar su conducta, procuraremos ser como Jesús: puros, pacíficos e incontaminados. Revelaremos a Cristo en nuestro carácter. No solo recibiremos luz y la absorberemos, sino que también la difundiremos... La simetría, belleza y benevolencia que había en la vida de Jesucristo relucirán en nuestra vida.—Manuscrito 24, 1890.AFC 179.2

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