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A Fin de Conocerle - Contents
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    Perfección por los méritos de Cristo, 4 de mayo

    Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto. Mateo 5:48.AFC 130.3

    Cristo presenta delante de nosotros la más alta perfección del carácter cristiano, que deberíamos procurar alcanzar durante toda la vida... Pablo escribe acerca de esta perfección: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo... Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús...”. Filipenses 3:12-15.AFC 130.4

    ¿Cómo podemos alcanzar la perfección especificada por nuestro Señor y Salvador Jesucristo: nuestro gran Maestro? ¿Podemos hacer frente a sus requisitos y alcanzar una norma tan elevada? Podemos, pues de lo contrario Cristo no nos lo hubiera ordenado. Él es nuestra justicia. En su humanidad, ha ido delante de nosotros y ha efectuado para nosotros la perfección del carácter. Hemos de tener la fe en él que obra por el amor y purifica el alma. La perfección del carácter se basa en lo que Cristo es para nosotros. Si dependemos constantemente de los méritos de nuestro Salvador, y seguimos en sus pisadas, seremos como él, puros e incontaminados.AFC 130.5

    Nuestro Salvador no requiere lo imposible de ninguna alma. No espera nada de sus discípulos que no esté dispuesto a darles gracia y fortaleza para realizar. No les pediría que fueran perfectos, si junto con su orden no les concediera toda perfección de gracia a aquellos sobre los que confiere un privilegio tan elevado y santo. Nos ha asegurado que está más dispuesto a dar el Espíritu Santo a los que lo piden, que los padres a dar buenas dádivas a sus hijos.AFC 131.1

    Nuestra obra es esforzarnos para alcanzar, en nuestra esfera de acción, la perfección que Cristo en su vida terrenal alcanzó en cada esfera del carácter. Él es nuestro ejemplo. En todas las cosas, hemos de esforzarnos para honrar a Dios en carácter. Al no alcanzar, día tras día, los requerimientos divinos, estamos poniendo en peligro la salvación de nuestra propia alma.—Manuscrito 48, 1902.AFC 131.2

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