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El Colportor Evangélico - Contents
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    Paciencia con el que erra

    No todos lo que dicen trabajar por Cristo son discípulos verdaderos. Entre los que llevan su nombre y se llaman sus obreros, hay quienes no le representan por su carácter. No se rigen por los principios de su Maestro. A menudo ocasionan perplejidades y desalientos a sus compañeros de trabajo, jóvenes aún en experiencia cristiana; pero no hay por qué dejarse extraviar. Cristo nos dio un ejemplo perfecto. Nos manda que le sigamos.CE 210.2

    Hasta la consumación de los siglos habrá cizaña entre el trigo. Cuando los siervos del padre de familia, en su celo por la honra de él, le pidieron permiso para arrancar la cizaña, él les dijo: “No, no sea que al arrancar la cizaña arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega”. Mateo 13:29, 30.CE 210.3

    En su misericordia y longanimidad, Dios tiene paciencia con el impío, y aun con el corazón falso. Entre los apóstoles escogidos por Cristo estaba Judas, el traidor. ¿Deberá ser causa de sorpresa o de desaliento el que haya hoy hipócritas entre los obreros de Cristo? Si Aquel que lee en los corazones pudo soportar al que, como él sabía, iba a entregarle, ¡con cuánta paciencia deberemos nosotros también soportar a los que yerran!CE 211.1

    Y no todos, ni aun entre los que parecen ser los que más yerran, son como Judas. El impetuoso Pedro, tan violento y seguro de sí mismo, a menudo aparentaba ser inferior a Judas. El Salvador le reprendió más veces que al traidor. Pero ¡qué vida de servicio y sacrificio fue la suya! ¡Cómo atestigua el poder de la gracia de Dios! Hasta donde podamos, debemos ser para los demás lo que fue Jesús para sus discípulos mientras andaba y discurría con ellos en la Tierra.CE 211.2

    Considérense misioneros, ante todo entre vuestros compañeros de trabajo. A menudo cuesta mucho tiempo y trabajo ganar a un ser humano para Cristo. Y cuando una persona deja el pecado para aceptar la justicia, hay gozo entre los ángeles. ¿Piensan que a los diligentes espíritus que velan por estos seres les agrada la indiferencia con que las tratan quienes aseveran ser cristianos? Si Jesús nos tratara como nosotros nos tratamos muchas veces unos a otros, ¿quién de nosotros podría salvarse?CE 211.3

    Recuerden que no pueden leer los corazones. No conocen los motivos que inspiran los actos que les parecen malos. Son muchos los que no recibieron buena educación; sus caracteres están deformados; son toscos y duros y parecen tortuosos por cualquier lado que se los mire. Pero la gracia de Cristo puede transformarlos. No los desechen ni los arrastren al desaliento ni a la desesperación, diciéndoles: “Me has engañado y ya no procuraré ayudarte”. Unas cuantas palabras, dichas con la viveza inspirada por la provocación y que consideramos merecidas, pueden romper los lazos de influencias que debieran unir su corazón con el nuestro.CE 211.4

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