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El Ministerio de Curación - Contents
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    “Por su misericordia nos salvó”

    El siervo de cierto centurión yacía enfermo de parálisis. Entre los romanos los siervos eran esclavos, comprados y vendidos en los mercados, y muchas veces eran tratados con crueldad; pero este centurión quería entrañablemente a su siervo y anhelaba que se restableciese. Creía que Jesús podía sanarlo. No había visto al Salvador, pero las noticias que acerca de él había recibido le inspiraron fe en él. A pesar del formalismo de los judíos, este romano estaba convencido de que la religión de éstos era superior a la suya. Ya había cruzado las vallas del prejuicio y odio nacionales que separaban a conquistadores y conquistados. Había manifestado respeto por el servicio de Dios, y había usado de bondad con los judíos adoradores de él. En la enseñanza de Cristo, tal como se la habían presentado, había encontrado algo que satisfacía la necesidad de su alma. Todo lo que en él había de espiritual respondía a las palabras del Salvador. Pero se sentía indigno de acercarse a Jesús y acudió a los ancianos de los judíos para que intercedieran por la curación de su siervo.MC 41.2

    Los ancianos, al presentar el caso a Jesús, dijeron: “Es digno de concederle esto; que ama a nuestra nación, y él nos edificó una sinagoga.” Lucas 7:4, 5.MC 41.3

    Pero estando camino de la casa del centurión, Jesús recibió de éste el mensaje: “Señor, no te incomodes, que no soy digno que entres debajo de mi tejado.” Vers. 6.MC 41.4

    Sin embargo, el Salvador siguió adelante y el centurión acudió en persona a completar el mensaje, diciendo: “Ni aun me tuve por digno de venir a ti,” “mas solamente di la palabra, y mi mozo sanará. Porque también yo soy hombre bajo de potestad, y tengo bajo de mí soldados: y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.” Vers. 7; Mateo 8:8, 9.MC 42.1

    “Yo represento el poder de Roma, y mis soldados reconocen mi autoridad como suprema. Así tú también representas el poder del Dios infinito, y todas las cosas creadas obedecen tu palabra. Tú puedes mandar a la enfermedad que se vaya, y te obedecerá. Di solamente la palabra, y mi siervo sanará.”MC 42.2

    Cristo dijo: “Como creíste te sea hecho. Y su mozo fué sano en el mismo momento.” Vers. 13.MC 42.3

    Los ancianos habían recomendado al centurión a Cristo por causa del favor que él había hecho a la “nación” de ellos. “Es digno,” decían, porque “nos edificó una sinagoga.” Pero el centurión decía de sí mismo: “No soy digno.” Sin embargo, no temió pedir auxilio a Jesús. No confiaba en su propio mérito, sino en la misericordia del Salvador. Su único argumento era su gran necesidad.MC 42.4

    Asimismo, todo ser humano puede acudir a Cristo. “No por obras de justicia que nosotros habíamos hecho, mas por su misericordia nos salvó.” Tito 3:5. ¿Piensas que, por ser pecador, no puedes esperar recibir bendición de Dios? Recuerda que Cristo vino al mundo para salvar a los pecadores. Nada tenemos que nos recomiende a Dios; el alegato que podemos presentar ahora y siempre es nuestro absoluto desamparo, que hace de su poder redentor una necesidad. Renunciando a toda dependencia de nosotros mismos, podemos mirar a la cruz del Calvario y decir:MC 42.5

    “Ningún otro auxilio hay,
    Indefenso acudo a ti.”
    MC 42.6

    “Si puedes creer, al que cree todo es posible.” Marcos 9:23. La fe nos une con el cielo y nos da fuerza para contender con las potestades de las tinieblas. Dios ha provisto en Cristo los medios para contrarrestar toda malicia y resistir toda tentación, por fuerte que sea. Pero muchos sienten que les falta la fe, y por eso permanecen apartados de Cristo. Arrójense estas almas, conscientes de su desesperada indignidad, en los brazos misericordiosos de su compasivo Salvador. No miren a sí mismas, sino a Cristo. El que sanó a los enfermos y echó fuera los demonios cuando andaba con los hombres, sigue siendo el mismo poderoso Redentor. Echad mano, pues, de sus promesas como de las hojas del árbol de la vida: “Al que a mí viene, no le echo fuera.” Juan 6:37. Al acudir a él, creed que os acepta, pues así lo prometió. Nunca pereceréis si así lo hacéis, nunca.MC 42.7

    “Dios encarece su caridad para con nosotros, porque siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” Romanos 5:8.MC 43.1

    “Si Dios está por nosotros, ¿quién puede estar contra nosotros? El que ni a su propio Hijo perdonó, sino que le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos ha de dar también de pura gracia, todas las cosas juntamente con él? Romanos 8:31, 32 (VM).MC 43.2

    “Por lo cual estoy cierto que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo bajo, ni ninguna criatura nos podrá apartar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” Vers. 38, 39.MC 43.3

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