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La Temperancia - Contents
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    Capítulo 4—Una causa de accidentes

    El bebedor bajo el dominio de Satanás—Los hombres que usan el licor se convierten voluntariamente en esclavos de Satanás. Satanás tienta a aquellos que ocupan cargos de responsabilidad en ferrocarriles, en barcos, los que tienen a su cargo lanchas o vehículos cargados de gente que acude en masa a lugares de diversión idólatra para complacer su apetito pervertido y así olvidar a Dios y sus leyes. Ofrece sumas tentadoras para sobornarlos y seducirlos para que, complaciendo hábitos y apetitos equivocados, se coloquen a sí mismos donde él puede dominar su razón, como un trabajador maneja su instrumento. Entonces trabaja para destruir a los amadores del placer.Te 31.1

    Así los hombres cooperan con Satanás como sus agentes, sus instrumentos. No pueden ver qué están haciendo. Se hacen las señales en forma incorrecta, y se provocan colisiones entre los vehículos. De ahí viene el horror, la mutilación y la muerte. Este estado de cosas se verá cada vez más. Los diarios darán cuenta de muchos terribles accidentes. Sin embargo las tabernas seguirán siendo una tentación. Todavía se venderán bebidas a las pobres almas tentadas que han perdido el poder de erguirse y decir: “Yo soy un hombre”, sino que por sus actos dicen: “No tengo dominio propio. No puedo resistir la tentación”. Todos los tales han cortado su relación con Dios y son los juguetes del engaño de Satanás.—Manuscrito 17, 1898.Te 31.2

    El juicio perjudicado por la bebida—Los bebedores están bajo la influencia destructora de Satanás. El les presenta sus falsas ideas, y no puede haber ninguna confianza en su juicio.—The Review and Herald, 1 de mayo de 1900.Te 31.3

    En un tren, algún empleado pasa por alto una señal, o interpreta erróneamente una orden. El tren sigue adelante; ocurre un choque, y se pierden muchas vidas. O un vapor encalla, y tanto los pasajeros como los tripulantes hallan su tumba en el agua. Procédese a una investigación y se comprueba que alguien que desempeñaba un puesto importante estaba entonces bajo la influencia de la bebida.—El Ministerio de Curación, 254.Te 31.4

    Dios considera responsable al bebedor—Los hombres que están al mando de los grandes transatlánticos, que tienen el control de las vías férreas, ¿son personas estrictamente temperantes? ¿Están libres sus cerebros de la influencia de bebidas embriagantes? Si no, los accidentes que suceden bajo su manejo les serán imputados por el Dios del cielo, que es el dueño de hombres y mujeres.—The Review and Herald, 1 de mayo de 1900.Te 32.1

    Hombres que tienen grandes responsabilidades en salvaguardar a sus semejantes de accidentes y daños son a menudo desleales a su deber. Debido a la complacencia en el tabaco y la bebida, no conservan la mente clara y serena como Daniel en la corte de Babilonia. Ofuscan su cerebro por el uso de drogas estimulantes, y pierden tempora-riamente sus facultades racionales. Muchos naufragios en alta mar pueden atribuirse a la bebida.Te 32.2

    Una y otra vez ángeles invisibles han protegido a los barcos en el ancho océano porque a bordo había algún pasajero orando que tenía fe en el poder protector de Dios. El Señor tiene poder para mantener en sujeción las olas airadas que están ansiosas de destruir y sepultar a sus hijos.—Manuscrito 153, 1902.Te 32.3

    Reprobación del uso de licores—Necesitamos hombres que, bajo la inspiración del Espíritu Santo, reprendan los juegos de azar y el uso de licores, males que tanto abundan en estos últimos días.—Manuscrito 117, 1907.Te 32.4

    El único camino seguro—¡Cuántos terribles accidentes ocurren por causa de la bebida! ... ¿Qué porción de este terrible embriagante puede tomarse sin atentar contra la vida de seres humanos? Sólo el que se abstiene estará seguro. Su mente no debe estar confundida por la bebida. Nada embriagante debe pasar por sus labios. Si proceden así y ocurre una desgracia, los que ocupan puestos de responsabilidad podrán hacer lo mejor y contemplar satisfechos su foja de servicios, sea cual fuere el desenlace.—The Review and Herald, 29 de mayo de 1894.Te 32.5

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