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Testimonios Selectos Tomo 5 - Contents
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    Capítulo 8—Lejos de las ciudades

    Los que tienen algo que ver con la elección de un sitio para un sanatorio deben estudiar con oración el carácter y objeto de nuestra obra sanitaria. Deben acordarse de que han de contribuir al restablecimiento de la imagen de Dios en el hombre. Deben dar, por un lado, los remedios que alivian los sufrimientos físicos, y por el otro, el evangelio que alivia los sufrimientos del alma. Así serán verdaderos misioneros médicos. Deben sembrar la semilla de la verdad en muchos corazones.5TS 40.1

    Ningún egoísmo, ninguna ambición personal debe admitirse en la elección de un sitio para nuestros sanatorios. Cristo vino a este mundo para enseñarnos a vivir y a trabajar. Aprendamos, pues, de él, a no elegir para nuestros sanatorios sitios que satisfagan nuestros gustos, sino los lugares que convengan mejor para nuestra obra.5TS 40.2

    Se me ha mostrado que en nuestra obra médica misionera hemos perdido muchas ventajas por no comprender la necesidad de cambiar nuestros planes concernientes a la ubicación de nuestros sanatorios. Es la voluntad de Dios que estas instituciones se establezcan lejos de las ciudades. Debieran estar en el campo, y sus alrededores ser tan agradables como sea posible. En la naturaleza, huerto de Dios, los enfermos hallarán siempre algo que distraiga su atención de sí mismos y eleve sus pensamientos a Dios.5TS 40.3

    Se me ha mostrado que los enfermos deben ser cuidados lejos del bullicio de las ciudades, lejos del ruido de los tranvías, y de los coches. Aún los habitantes del campo que vengan a nuestros sanatorios se congratularán de estar en un lugar donde reine la calma. En ese retiro, será más fácil que los pacientes sientan la influencia del Espíritu de Dios.5TS 40.4

    El huerto de Edén, morada de nuestros primeros padres, era extremadamente hermoso. Graciosos arbustos y flores delicadas deleitaban los ojos a cada paso. En ese huerto, había flores de toda especie, árboles de esencia que llevaban casi todos frutos perfumados y deliciosos. En sus ramas, las aves modulaban sus cantos de alabanza. Adán y Eva, en su pureza inmaculada, se regocijaban por lo que veían y oían en el Edén. Aun hoy, a pesar de que el pecado haya echado su sombra sobre la tierra, Dios desea que sus hijos se regocijen en la obra de sus manos. Colocar nuestros sanatorios en medio de las obras de la naturaleza es seguir el plan de Dios, y cuanto más minuciosamente sigamos dicho plan, tanto mayores milagros hará Dios para la curación de la humanidad doliente. Se deben elegir, para nuestras escuelas e instituciones médicas, lugares alejados de las obscuras nubes de pecado que cubren las grandes ciudades, lugares donde el Sol de Justicia pueda nacer, trayendo “en sus alas ... salud.” Malaquías 4:2.5TS 40.5

    Los hermanos dirigentes de nuestra obra deben dar instrucciones a fin de que nuestros sanatorios se establezcan en lugares agradables, lejos del bullicio de las ciudades, allí donde, gracias a sabias instrucciones el pensamiento de los pacientes pueda ponerse en relación con el pensamiento de Dios. Muchas veces he descripto tales lugares, mas parecería que ningún oído haya prestado atención a lo que he dicho. Aún recientemente, las ventajas que ofrecería el establecer nuestras instituciones, y particularmente nuestros sanatorios y escuelas fuera de las ciudades, me han sido mostradas de una manera clara y convincente.5TS 41.1

    ¿Por qué tienen nuestros médicos tanto deseo de establecerse en las ciudades? Hasta la atmósfera de las ciudades está corrompida. En ellas, los enfermos que tienen hábitos depravados que vencer no pueden quedar preservados de un modo conveniente. Para las víctimas de la bebida, los cafés de la ciudad constituyen una tentación continua. Colocar nuestros sanatorios en un ambiente impío, es contrarrestar los esfuerzos que se hagan para restablecer la salud de los pacientes.5TS 41.2

    En el porvenir, la condición de las ciudades empeorará siempre más, y su influencia se reconocerá como desfavorable al cumplimiento de la obra encargada a nuestros sanatorios.5TS 42.1

    Desde el punto de vista de la salud, el humo y el polvo de las ciudades son extremadamente perjudiciales. Los enfermos que, en la mayoría de los casos se ven encerrados entre cuatro paredes, se sienten como prisioneros en sus habitaciones. Cuando miran por la ventana, no ven más que casas y más casas. Los que están así encerrados en sus piezas propenden a meditar en sus sufrimientos y pesares. Hasta sucede a veces que ciertos enfermos quedan envenenados por su propia respiración.5TS 42.2

    Muchos otros inconvenientes resultan también del establecimiento de las instituciones médicas importantes en las grandes ciudades.5TS 42.3

    ¿Por qué se habrá de privar a los enfermos de las propiedades curativas que se hallan en la vida al aire libre! Se me ha mostrado que si a los enfermos se les estimula a salir de sus habitaciones y a pasar su tiempo al aire libre, a cultivar flores o a realizar algún trabajo fácil y agradable, su espíritu se desviará de su persona hacia objetos más favorables para su curación. El ejercicio al aire libre debiera prescribirse como una necesidad bienhechora y vivificadora. Cuanto más se pueda exponer al enfermo al aire vivificante, tanto menos cuidados necesitará. Cuanto más alegres sean los alrededóres, tanto más henchido quedará de esperanza. Rodead a los enfermos de las cosas más hermosas de la naturaleza. Colocadlos donde puedan ver crecer las flores y oír el gorjeo de los pajaritos y su corazón cantará al unísono con los trinos de las aves. Encerradlos, por el contrario, en habitaciones, y se volverán tristes e irritables, por elegantemente amueblada que esté la pieza. Dad a los enfermos los beneficios de la vida al aire libre. Así se elevará su alma hacia Dios, y se sentirán aliviados corporal y espiritualmente.5TS 42.4

    “¡Lejos de las ciudades!” Tal es mi mensaje. Hace mucho que nuestros médicos deberían haber advertido esa necesidad. Espero y creo que comprenderán ahora su importancia, y ruego a Dios que así sea.5TS 43.1

    Se está acercando el tiempo cuando las grandes ciudades serán visitadas por los juicios de Dios. Aún un poco de tiempo, y esas ciudades serán sacudidas con violencia. Cualesquiera que sean las dimensiones y la solidez de los edificios, cualesquiera que sean las precauciones tomadas contra el incendio, si el dedo de Dios toca esas casas, en algunos minutos o algunas horas quedarán reducidas a escombros.5TS 43.2

    Las impías ciudades de nuestro mundo serán destruídas desde los cimientos hasta el techo. Mediante las catástrofes que ocasionan actualmente la ruina de grandes edificios y de barrios enteros, Dios nos muestra lo que acontecerá en toda la tierra. Nos ha dicho: “De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama se enternece, y las hojas brotan, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando viereis todas estas cosas, sabed que está cercano, a las puertas.” Mateo 24:32, 33.5TS 43.3

    *****

    Los edificios de ladrillos y piedra no son los mejores para un sanatorio, porque son generalmente fríos y húmedos. Podrá decirse que un edificio de ladrillos es más agradable a la vista y que nuestros sanatorios deben ser hermosos edificios; pero necesitamos sobretodo edificio amplios, y si los ladrillos son demasiado caros, debemos edificar con madera. Debemos tratar de ahorrar; es absolutamente necesario a causa de la magnitud de la obra que debe realizarse en muchos ramos de la viña moral del Señor.5TS 43.4

    Se ha dicho que los pacientes no se sentirán a cubierto de los incendios en un edificio de madera; mas si éste se halla en el campo y no en una ciudad, donde las casas están apretadas unas contra otras, el fuego no podrá provenir más que de adentro y no de afuera; y en tales circunstancias un edificio de ladrillo no quedaría mejor preservado del fuego. Hay que explicar a los enfermos que para la salud un edificio de madera es más conveniente que uno de ladrillo. Durante años me ha sido dada luz especial acerca de nuestro deber de no centralizar nuestra obra en las ciudades. El ruido y bullicio que las llenan, las condiciones que en ellas crean los sindicatos y las huelgas, impedirán nuestra obra. Los hombres tratan de lograr que los obreros de diferentes oficios se sindiquen. Tal no es el plan de Dios, sino el de una potencia que no debemos jamás reconocer. La Palabra de Dios se cumple: los malos parecen juntarse como haces preparados para encender un fuego.5TS 43.5

    Debemos emplear ahora todas las capacidades que se nos han confiado para dar el gran mensaje al mundo. En la obra que nos incumbe debemos conservar nuestra personalidad. No debemos unirnos a sociedades secretas ni sindicarnos. Debemos permanecer libres delante de Dios y esperar de Jesús las instrucciones que necesitamos. Todos nuestros movimientos deben realizarse comprendiendo la importancia de la obra que debemos hacer para Dios. 5TS 44.1

    *****

    Me ha sido mostrado que las ciudades se llenarán de confusión, violencia y crímenes; y que todas estas cosas aumentarán hasta el fin de la historia del mundo.5TS 44.2

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