Débora
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Debido a su idolatría, los israelitas se habían separado de Dios, y eran gravemente oprimidos por sus enemigos. Las propiedades, y aun las vidas del pueblo corrían peligro constante. Las aldeas y las moradas aisladas fueron abandonadas, y el pueblo se congregó en las ciudades fortificadas. Los caminos estaban desiertos y la gente se movía de lugar en lugar por senderos no frecuentados. En los pozos que proveían el agua, muchos eran robados e incluso asesinados. Para empeorar las cosas, los israelitas no estaban armados. Entre cuarenta mil hombres, no se encontraba ni una espada ni una lanza.HD99 35.3
Por veinte años, los israelitas gimieron bajo el yugo opresor. Entonces se volvieron de su idolatría, y con humildad y arrepentimiento clamaron a Dios por su liberación. Y su clamor no fue en vano. En ese tiempo moraba en Israel una ilustre mujer conocida por su piedad; se llamaba Débora, y Dios eligió liberar a su pueblo mediante ella. Débora era conocida como profetisa, y en ausencia de los magistrados regulares, la gente acudía ante ella para buscar consejo y justicia.HD99 35.4
El Señor comunicó a Débora su propósito de destruir a los enemigos de Israel. Se le ordenó buscar a un hombre llamado Barac, de la tribu de Neftalí, y darle las instrucciones que había recibido. Barac debía reunir diez mil hombres de las tribus de Neftalí y Zabulón, e ir a la guerra contra los ejércitos del rey Jabín.HD99 36.1
Barac era consciente de cuán desanimados, esparcidos y desarmados estaban los hebreos, y de la fuerza y habilidad de sus enemigos. Aunque había sido designado por el mismo Señor para liberar a Israel, y había recibido la seguridad de que Dios iría con él y subyugaría a sus oponentes, todavía actuaba en forma tímida y desconfiada. Aceptaba el mensaje de Débora como palabra de Dios, pero tenía poca confianza en Israel y temía que no obedecieran su llamado a las armas. Rehusaba entrar en tan dudosa empresa, a menos que Débora lo acompañase y apoyase sus esfuerzos con su influencia y consejo. Débora consintió, pero le advirtió que por su falta de fe, la victoria no le traería honores a él, sino que Sísara sería entregado en manos de una mujer...HD99 36.2
Los israelitas habían obtenido una posición fuerte en las montañas, y esperaban la oportunidad favorable para el ataque. Animado por las palabras de Débora de que el día de una victoria señalada había llegado, Barac dirigió su ejército hacia la llanura y cargó con bravura sobre el enemigo. El Dios de la batalla peleó por Israel, y ni la habilidad guerrera, ni la superioridad numérica, ni las mejores armas, pudieron resistirlos. Las huestes de Sísara entraron en pánico. Aterrorizados, solamente buscaban cómo escapar. Un gran número fue muerto, y la fuerza del ejército invasor fue destruida. Los israelitas actuaron con fervor y coraje, pero únicamente Dios podía haber desarticulado al enemigo, y la victoria debía atribuirse sólo a él.HD99 36.3
Cuando Sísara vio que su ejército era derrotado, abandonó su carruaje e intentó escapar a pie, como un soldado común. En su huida se aproximó a la tienda de Heber, uno de los descendientes de Jetro. En ausencia de Heber, Jael, su esposa, le ofreció una bebida refrescante y oportunidad para reposar. Pronto el cansado general se había dormido.HD99 36.4
Al principio Jael no sabía quién era su huesped, y resolvió esconderlo. Pero alertada de que era Sísara, el enemigo de Dios y de su pueblo, cambió de opinión. Venciendo su rechazo natural a realizar tal acto, mató al enemigo mientras dormía, atravesándole una estaca entre sus sienes y afirmándolo al suelo. Cuando Barac, en persecución de su enemigo, pasó por el lugar, fue llamado por Jael para que contemplara al vanaglorioso capitán muerto... por las manos de una mujer.HD99 37.1
Débora celebró el triunfo de Israel con un canto sublime y apasionado. En él, le dio a Dios toda la gloria por su liberación, y llamó al pueblo a alabarlo por sus maravillosas obras. Alertó a los reyes y príncipes de las naciones vecinas acerca de lo que había hecho Dios por su pueblo, y los previno de no intentar dañarlos. Mostró que el honor y el poder pertenecen a Dios, y no a los hombres o a sus ídolos. Recordó las majestuosas manifestaciones del poder divino en el Sinaí. Con un lenguaje exuberante, comparó la indefensa y angustiante condición de Israel bajo la opresión de sus enemigos, con la gloriosa historia de su liberación.—The Signs of the Times, 16 de junio de 1881.HD99 37.2