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    Capítulo 26—Oraciones falsas

    No se acerque a Dios livianamente en oración—La humildad y la reverencia deben caracterizar el comportamiento de todos los que se allegan a la presencia de Dios. En el nombre de Jesús podemos acercarnos a él con confianza, pero no debemos hacerlo con la osadía de la presunción, como si el Señor estuviese al mismo nivel que nosotros. Algunos se dirigen al Dios grande, todopoderoso y santo, que habita en luz inaccesible, como si se dirigieran a un igual o a un inferior. Hay quienes se comportan en la casa de Dios como no se atreverían a hacerlo en la sala de audiencias de un soberano terrenal. Los tales debieran recordar que están ante la vista de Aquel a quien los serafines adoran, y ante quien los ángeles cubren su rostro.—Patriarcas y Profetas, 252.Or06 260.1

    Oraciones hipócritas—Las oraciones dirigidas a Dios para contarle todas nuestras desgracias cuando en realidad no nos sentimos desgraciados, son oraciones hipócritas. Dios tiene en cuenta el corazón contrito. “Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados”. Isaías 57:15.Or06 260.2

    La oración no tiene por objeto obrar un cambio en Dios; nos pone a nosotros en armonía con Dios. No reemplaza al deber. Dios nunca aceptará en lugar del diezmo la oración hecha con frecuencia y fervor. La oración no pagará nuestras deudas a Dios.—Mensajes para los Jóvenes, 245, 246.Or06 261.1

    Oraciones que proyectan sombras frías—Temo que algunos no presenten sus dificultades a Dios en oración particular, sino que las reserven para la reunión de oración, y allí eleven sus oraciones de varios días. A los tales se los puede llamar asesinos de reuniones públicas y de oración. No emiten luz; no edifican a nadie. Sus oraciones heladas y sus largos testimonios de apóstatas arrojan una sombra. Todos se alegran cuando han terminado, y es casi imposible desechar el enfriamiento y las tinieblas que sus oraciones y exhortaciones imparten a la reunión. Por la luz que he recibido, entiendo que nuestras reuniones deben ser espirituales, sociales y no demasiado largas. La reserva, el orgullo, la vanidad y el temor del hombre deben quedar en casa. Las pequeñas diferencias y los prejuicios no deben ir con nosotros a estas reuniones. Como en una familia unida, la sencillez, la mansedumbre, la confianza y el amor deben reinar en el corazón de los hermanos y las hermanas que se reúnen para ser refrigerados y vigorizados al juntar sus luces.—Joyas de los Testimonios 1:271, 272.Or06 261.2

    Esperar que nuestras oraciones sean contestadas únicamente de la manera que queremos es presunción—La oración de fe nunca se pierde; pero pretender que siempre será respondida de la misma manera y en relación con el motivo particular que estamos esperando, es presunción.—Mente, Carácter y Personalidad 2:553.Or06 261.3

    Cuando nos parezca que nuestras oraciones no son contestadas, debemos aferrarnos a la promesa; porque el tiempo de recibir contestación seguramente vendrá y recibiremos las bendiciones que más necesitamos. Por supuesto, pretender que nuestras oraciones sean siempre contestadas en la misma forma y según la cosa particular que pidamos, es presunción. Dios es demasiado sabio para equivocarse y demasiado bueno para negar un bien a los que andan en integridad. Así que no temáis confiar en él, aunque no veáis la inmediata respuesta de vuestras oraciones. Confiad en la seguridad de su promesa: “Pedid, y se os dará”.—El Camino a Cristo, 96.Or06 261.4

    La oración no tiene méritos en sí misma para limpiar el pecado—Los paganos pensaban que sus oraciones tenían en sí méritos para expiar el pecado. Por lo tanto, cuanto más larga fuera la oración, mayor mérito tenía. Si por sus propios esfuerzos podían hacerse santos, tendrían entonces algo en que regocijarse y de lo cual hacer alarde. Esta idea de la oración resulta de la creencia en la expiación por propio mérito en que se basa toda religión falsa. Los fariseos habían adoptado este concepto pagano de la oración que existe todavía hasta entre los que profesan ser cristianos. La repetición de expresiones prescritas y formales mientras el corazón no siente la necesidad de Dios, es comparable con las “vanas repeticiones” de los gentiles.Or06 262.1

    La oración no es expiación del pecado, y de por sí no tiene mérito ni virtud. Todas las palabras floridas que tengamos a nuestra disposición no equivalen a un solo deseo santo. Las oraciones más elocuentes son palabrería vana si no expresan los sentimientos sinceros del corazón. La oración que brota del corazón ferviente, que expresa con sencillez las necesidades del alma así como pediríamos un favor a un amigo terrenal esperando que lo hará, ésa es la oración de fe. Dios no quiere nuestras frases de simple ceremonia; pero el clamor inaudible de quien se siente quebrantado por la convicción de sus pecados y su debilidad llega al oído del Padre misericordioso.—El Discurso Maestro de Jesucristo, 74, 75.Or06 262.2

    La oración no es evidencia de conversión si la vida no ha cambiado—Satanás induce a las personas a pensar que, porque han experimentado un arrobamiento de los sentimientos, están convertidas. Pero su vida no cambia. Sus actos siguen siendo los mismos que antes. Sus vidas no muestran buen fruto. Oran frecuente y largamente, y se refieren constantemente a los sentimientos que experimentaron en tal o cual ocasión. Pero no viven la nueva vida. Están engañados. Su experiencia no va más allá de los sentimientos. Edifican sobre arena, y cuando soplan vientos adversos, su casa se derrumba.Or06 262.3

    Muchas pobres almas andan a tientas en las tinieblas, en busca de los sentimientos que otros dicen haber experimentado. Pasan por alto el hecho de que el creyente en Cristo debe obrar su propia salvación con temor y temblor. El pecador convicto tiene algo que hacer. Debe arrepentirse y manifestar verdadera fe.Or06 263.1

    Cuando Cristo habla del nuevo corazón, se refiere a la mente, a la vida, al ser entero. Experimentar un cambio de corazón es apartar los afectos del mundo y fijarlos en Cristo. Tener un nuevo corazón es tener una mente nueva, nuevos propósitos, nuevos motivos. ¿Cuál es la señal de un corazón nuevo? Una vida cambiada. Se produce día tras día, hora tras hora, una muerte del orgullo y el egoismo.—Mensajes para los Jóvenes, 69, 70.Or06 263.2

    La oración no sustituye a la obediencia—Hay hombres y mujeres que seguirán sus propias inclinaciones aun frente a las más claras órdenes de Dios, y luego se atreverán a orar sobre el asunto, pidiéndole a Dios que les permita continuar en dirección contraria a su voluntad. Satanás se acerca a tales personas, tal como lo hizo con Eva en el Edén, y ejerce su influencia sobre ellas. Porque experimentan ciertas emociones, estas personas creen estar teniendo una maravillosa experiencia con Dios.—Consejos Sobre la Salud, 108.Or06 263.3

    La comunión con Dios imparte al alma un íntimo conocimiento de su voluntad. Pero muchos de los que profesan la fe, no saben lo que es la verdadera conversión. No han experimentado la comunión con el Padre por medio de Jesucristo, y no han sentido el poder de la gracia divina para santificar el corazón. Orando y pecando, pecando y orando, viven llenos de malicia, engaño, envidia, celos y amor propio. Las oraciones de esta clase son abominación delante de Dios. La verdadera oración requiere las energías del alma y afecta la vida. El que presenta así sus necesidades delante de Dios, siente la vanidad de todo lo demás bajo el cielo.—Testimonios Selectos 3:386, 387.Or06 263.4

    El cumplimiento de las promesas de Dios es condicional, y la oración no ocupará nunca el lugar del deber. “Si me amáis—dice Cristo—, guardad mis mandamientos”. “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, aquel es el que me ama; y el que me ama, será amado de mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él”. Juan 14:15, 21. Aquellos que presentan sus peticiones ante Dios, invocando su promesa, mientras no cumplen con las condiciones, insultan a Jehová. Invocan el nombre de Cristo como su autoridad para el cumplimiento de la promesa, pero no hacen las cosas que demostrarían fe en Cristo y amor por él.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 109.Or06 264.1

    La oración es el acto de abrir el corazón a Dios como a un amigo. El ojo de la fe ve a Dios muy de cerca. El suplicante puede obtener preciosa evidencia del amor divino y el cuidado hacia él. Pero, ¿por qué tantas oraciones no son jamás contestadas?... El Señor nos da la promesa: “Y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón”. Jeremías 29:13. Habla también de algunos que “no clamaron a mí con su corazón”. Oseas 7:14. Tales peticiones son oraciones en la forma, de labios afuera, que el Señor no acepta.—En Los Lugares Celestiales, 73.Or06 264.2

    La oración apurada y ocasional no es una verdadera comunión con Dios—El Cielo no se cierra ante las oraciones fervientes de los justos. Elías era un hombre sujeto a las mismas pasiones que nosotros; sin embargo, el Señor lo escuchó y de una manera notable contestó sus plegarias. La única razón de nuestra falta de poder para con Dios se encuentra dentro de nosotros mismos. Si la vida íntima de muchos de los que profesan la verdad se les presentase a plena vista, no profesarían que son cristianos. No están creciendo en gracia. De vez en cuando ofrecen una oración precipitada, pero no existe verdadera comunión con Dios.Or06 264.3

    Para progresar en la vida espiritual, tenemos que pasar mucho tiempo en oración. Cuando el mensaje de verdad se proclamó por primera vez, ¡cuánto se oraba! ¡Cuán a menudo se oía en las cámaras, en el establo, en el huerto o en la arboleda la voz intercesora! A menudo pasábamos horas enteras en oración, dos o tres juntos reclamando la promesa; con frecuencia se escuchaba el sonido del llanto; y luego la voz de agradecimiento y el canto de alabanza.—Testimonios para la Iglesia 5:151.Or06 264.4

    Dios aborrece las oraciones egoístas—Vi que había algunos como Judas entre los que profesan esperar a su Señor. Satanás los domina, pero no lo saben. Dios no puede aprobar el menor grado de codicia o egoísmo, y aborrece las oraciones y exhortaciones de aquellos que cultivan estos malos rasgos. Al ver Satanás que su tiempo es corto, induce a los hombres a ser cada vez más egoístas y codiciosos, y luego se regocija cuando los ve dedicados a sí mismos, mezquinos y egoístas. Si los ojos de los tales pudiesen abrirse, verían a Satanás en triunfo infernal, regocijándose acerca de ellos y riéndose de la locura de aquellos que aceptan sus sugestiones y caen en sus lazos.—Primeros Escritos, 268.Or06 265.1

    Las oraciones secas y áridas no ayudan a nadie—La iglesia necesita la experiencia viva y fresca de los miembros que gozan de comunión habitual con Dios. Las oraciones y los testimonios áridos y rutinarios, exentos de la manifestación de Cristo en ellos, no son de ayuda para la gente. Si cada uno que pretende ser hijo de Dios estuviera lleno de fe, de luz y de vida, ¡qué admirable testimonio se daría a los que acuden a oír la verdad! Y ¡cuántas almas podrían ganarse para Cristo!—Servicio Cristiano, 263.Or06 265.2

    Todos los tesoros del cielo fueron confiados a Jesucristo, a fin de que impartiese estos preciosos dones a los que los buscasen con diligencia y perseverancia. Él nos es hecho “sabiduría, justificación, santificación y redención”. 1 Corintios 1:30. Pero las oraciones de muchos están tan cargadas de formalidad que no ejercen influencia alguna para el bien. No son un sabor de vida.Or06 265.3

    Si los maestros quisiesen humillar sus corazones delante de Dios, y comprender las responsabilidades que han aceptado al encargarse de los jóvenes con el objeto de educarlos para la vida inmortal futura, se vería en su actitud un cambio notable. Sus oraciones no serían áridas y sin vida, sino que orarían con el fervor de las almas que sienten su peligro.—Consejos para los Maestros, Padres y Alumnos, 357.Or06 265.4

    Advertencia contra oraciones cuyo centro es el yo—Nuestras peticiones a Dios no debieran proceder de corazones llenos de aspiraciones egoístas. Díos nos exhorta a elegir los dones que redundarán para su gloria. Desea que elijamos lo celestial en lugar de lo terreno. Pone de manifiesto ante nosotros las posibilidades y ventajas de un intercambio celestial. Anima nuestros propósitos más elevados, y da seguridad a nuestro tesoro más preciado. Cuando se dejen de lado las posesiones mundanales, el creyente se regocijará en su tesoro celestial, las riquezas que no se pueden perder en ningún desastre terrenal.—Hijos e Hijas de Dios, 190.Or06 266.1

    Se contrastan las oraciones genuinas y las falsas—El pobre publicano que oraba diciendo: “¡Dios, ten misericordia de mí, pecador!” (Lucas 18:13) se consideraba a sí mismo como un hombre muy malvado y así lo consideraban los demás, pero él sentía su necesidad, y con su carga de pecado y vergüenza vino delante de Dios implorando su misericordia. Su corazón estaba abierto para que el Espíritu de Dios hiciese en él su obra de gracia y lo libertase del poder del pecado. La oración jactanciosa y presuntuosa del fariseo mostró que su corazón estaba cerrado a la influencia del Espíritu Santo. Por estar lejos de Dios, no tenía idea de su propia corrupción, que contrastaba con la perfección de la santidad divina. No sentía necesidad alguna y no recibió nada.—El Camino a Cristo, 29.Or06 266.2

    Hay dos clases de oración: la que es una fórmula y la oración de fe. La repetición de frases establecidas y habituales cuando el corazón no siente necesidad de Dios, es una oración de forma... Debemos tener sumo cuidado para que nuestras oraciones expresen los deseos del corazón y lo que realmente queremos decir. Todas las palabras rebuscadas que están a nuestro alcance no equivalen a un solo deseo santo. Las oraciones más elocuentes son vanas repeticiones si no expresan los sentimientos del corazón. Pero la oración que nace del corazón ferviente, (cuando expresamos nuestros sencillos anhelos tal como pediríamos un favor a un amigo terrenal, esperando que nos fuera concedido) esa es la oración de fe. El publicano que subió al templo a orar es un buen ejemplo de adorador sincero y devoto. Él sentía que era un pecador y su gran necesidad lo indujo a dar expresión a su apasionado deseo: ‘Dios, sé propicio a mí, picador’.—Mi Vida Hoy, 19.Or06 266.3

    De Cristo se dice: “Estando en agonía oraba más intensamente”. ¡Qué contraste presentan con esta intercesión de la Majestad celestial las débiles y tibias oraciones que se ofrecen a Dios! Muchos se conforman con el servicio de los labios, y pocos tienen un anhelo sincero, ferviente y afectuoso por Dios.Or06 267.1

    La comunión con Dios imparte al alma un íntimo conocimiento de su voluntad. Pero muchos de los que profesan la fe, no saben lo que es la verdadera conversión. No han experimentado la comunión con el Padre por medio de Jesucristo, y no han sentido el poder de la gracia divina para santificar el corazón... La verdadera oración requiere las energías del alma y afecta la vida.—Testimonios Selectos 3:386.Or06 267.2

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