Capítulo 9—El poder de la oración
- Prefacio
- Capítulo 1—Dios nos invita a orar
- Capítulo 2—Nuestra necesidad de la oración
- Capítulo 3—Dios escucha las oraciones
- Capítulo 4—La oración y la ganancia de almas
- Capítulo 5—Las promesas de Dios concernientes a la oración
- Capítulo 6—La oración de fe
- Capítulo 7—La oración y la obediencia
- Capítulo 8—La oración que vence
- Capítulo 9—El poder de la oración
- Capítulo 10—Razones para orar
- Capítulo 11—Oraciones respondidas
- Capítulo 12—Oración y reavivamiento
-
- Capítulo 14—La oración diaria
- Capítulo 15—El ejemplo de Jesús en la oración
- Capítulo 16—La oracíon privada
- Capítulo 17—La oración en el círculo del hogar
- Capítulo 18—La oración y la adoración
- Capítulo 19—Las actitudes en la oración
- Capítulo 20—Orando en el nombre de Jesús
- Capítulo 21—La dirección divina a través de la oración
- Capítulo 22—La oración por los enfermos
- Capítulo 23—La oración pidiendo perdón
- Capítulo 24—La oración intercesora
- Capítulo 25—Los ángeles y la oración
- Capítulo 26—Oraciones falsas
- Capítulo 27—Satanás y la oración
- Capítulo 28—La oración en los últimos días
- Capítulo 29—El privilegio de la oración
- Capítulo 30—El padrenuestro
- Capítulo 31—Recibir para dar
- Capítulo 32—La fe y la oración
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Capítulo 9—El poder de la oración
La oración aumenta la fortaleza espiritual—No será vana la petición de los que buscan a Dios en secreto, confiándole sus necesidades y pidiéndole ayuda. “Tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”. Si nos asociamos diariamente con Cristo, sentiremos en nuestro derredor los poderes de un mundo invisible; y mirando a Cristo, nos asemejaremos a él. Contemplándolo, seremos transformados. Nuestro carácter se suavizará, se refinará y ennoblecerá para el reino celestial. El resultado seguro de nuestra comunión con Dios será un aumento de piedad, pureza y celo. Oraremos con inteligencia cada vez mayor. Estamos recibiendo una educación divina, la cual se revela en una vida diligente y fervorosa.Or06 83.1
El alma que se vuelve a Dios en ferviente oración diaria para pedir ayuda, apoyo y poder, tendrá aspiraciones nobles, conceptos claros de la verdad y del deber, propósitos elevados, así como sed y hambre insaciable de justicia. Al mantenernos en relación con Dios, podremos derramar sobre las personas que nos rodean la luz, la paz y la serenidad que imperan en nuestro corazón. La fuerza obtenida al orar a Dios, sumada a los esfuerzos infatigables para acostumbrar la mente a ser más considerada y atenta, nos prepara para los deberes diarios, y preserva la paz del espíritu, bajo todas las circunstancias.—El Discurso Maestro de Jesucristo, 72, 73.Or06 83.2
Puede hallarse fuerza y gracia en la oración. El amor sincero ha ser el principio que rija el corazón.—El Hogar Cristiano, 111.Or06 84.1
Dedique su mente a las cosas espirituales. Evite que su mente se espacie en sus problemas. Cultive un espíritu contento y alegre. Usted habla demasiado de cosas intrascendentes. Con esto no obtiene fuerza espiritual. Si la energía gastada en conversación la dedicara a la oración, recibiría fuerza espiritual y alabaría a Dios en su corazón.—Testimonios para la Iglesia 2:387.Or06 84.2
La mayor bendición que Dios le puede conceder al hombre es el espíritu de la oración ferviente. Todo el cielo está abierto ante el hombre de oración... Los embajadores de Cristo tendrán poder ante el pueblo después que, con súplica ferviente, se presenten delante de Dios.—The Review and Herald, 20 de octubre de 1896.Or06 84.3
No valoramos debidamente el poder de la oración—No reconocemos debidamente el valor del poder y la eficacia de la oración. La oración y la fe harán lo que ningún poder en la tierra podrá hacer. Raramente nos encontramos dos veces en la misma situación. Hemos de pasar continuamente por nuevos escenarios y nuevas pruebas, en que la experiencia pasada no puede ser una guía suficiente. Debemos tener la luz continua que procede de Dios.—El Ministerio de Curación, 407.Or06 84.4
La oración nos conserva en el poder de Dios—La fuerza adquirida por la oración a Dios nos preparará para nuestros deberes cotidianos. Las tentaciones a que estamos diariamente expuestos hacen de la oración una necesidad. A fin de ser mantenidos por el poder de Dios mediante la fe, los deseos de la mente debieran ascender continuamente en oración silenciosa. Cuando estamos rodeados por influencias destinadas a apartarnos de Dios, nuestras peticiones de ayuda y fuerza deben ser incansables. A menos que así sea, nunca tendremos éxito en quebrantar el orgullo y en vencer el poder que nos tienta a cometer excesos pecaminosos que nos apartan del Salvador. La luz de la verdad que santifica la vida, descubrirá al que la recibe las pasiones pecaminosas de su corazón que se esfuerzan por tener el señorío y que hacen necesario tener todo nervio en tensión y ejercitar todas las facultades para resistir a Satanás y vencer por los méritos de Cristo.—Mensajes para los Jóvenes, 246.Or06 84.5
El poder divino espera por aquellos que lo desean—Usted debe poseer un sentido profundo y permanente de las cosas eternas y aquel amor por la humanidad que Cristo demostró en su vida. Una estrecha relación con el cielo le dará el tono adecuado a su fidelidad y constituirá el fundamento de su éxito. Su sentimiento de dependencia debe conducirlo a la oración y su sentido del deber debe llamarlo al esfuerzo. La oración y el esfuerzo, el esfuerzo y la oración, deberán ser el negocio de su vida. Debe orar como si la eficiencia y la alabanza se debieran a Dios, y trabajar como si el deber fuera suyo propio. Si desea poder, puede tenerlo, puesto que está esperando que lo use. Tan sólo crea en Dios, crea en su Palabra, actúe con fe y recibirá las bendiciones.—Consejos Sobre la Salud, 364.Or06 85.1
Aun una oración breve puede darnos poder espiritual—“Entonces oré al Dios de los cielos”. En esa breve oración, Nehenías se acercó a la presencia del Rey de reyes, y ganó para sí un poder que puede desviar los corazones como se desvían las aguas de los ríos.Or06 85.2
La facultad de orar como oró Nehemías en el momento de su necesidad es un recurso del cual dispone el cristiano en circunstancias en que otras formas de oración pueden resultar imposibles.—Profetas y Reyes, 466.Or06 85.3
La oración es el secreto del poder espiritual—La oración es el aliento del alma. Es el secreto del poder espiritual. No puede ser sustituida por ningún otro medio de gracia, y conservar, sin embargo, la salud del alma. La oración pone al corazón en inmediato contacto con la Fuente de la vida, y fortalece los tendones y músculos de la experiencia religiosa. Descuídese el ejercicio de la oración, u órese espasmódicamente, de vez en cuando, según parezca propio, y se perderá la relación con Dios. Las facultades espirituales perderán su vitalidad, la experiencia religiosa carecerá de salud y vigor.—Mensajes para los Jóvenes, 247, 248.Or06 85.4
Por medio de la oración alcanzamos el poder de Dios—El poder de Dios vendrá al hombre en respuesta a la oración de fe.—Testimonies for the Church 4:402.Or06 86.1
La oración nos da el triunfo en el conflicto con el pecado—La oración es el medio ordenado por el cielo para tener éxito en el conflicto con el pecado y desarrollar el carácter cristiano. Las influencias divinas que vienen en respuesta a la oración de fe, efectuarán en el alma del suplicante todo lo que pide. Podemos pedir perdón del pecado, el Espíritu Santo, un temperamento semejante al de Cristo, sabiduría y poder para realizar su obra, o cualquier otro don que él ha prometido; y la promesa es: “Se os dará”.—Los Hechos de los Apóstoles, 450, 451.Or06 86.2
La oración se aferra al poder infinito—¡Cuán fuertes son la verdadera fe y la verdadera oración! Son como dos brazos por los cuales el suplicante humano se asiese del poder del Amor Infinito.—Obreros Evangélicos, 273.Or06 86.3
La oración nos fortalece ante las tentaciones de Satanás—Satanás presenta muchas tentaciones a los jóvenes. Juega el partido de la vida para obtener sus almas, y no dejará de probar un solo medio para engañarlos y arruinarlos. Pero Dios no los deja luchar sin ayuda contra el tentador. Tienen ellos un Ayudador todopoderoso.Or06 86.4
Mucho más fuerte que su enemigo es Aquel que en este mundo, y en forma humana, hizo frente y venció a Satanás, resistiendo toda tentación que hoy día sobreviene a los jóvenes. Él es su Hermano Mayor. Siente hacia ellos profundo y tierno interés. Los vigila constantemente, y se regocija cuando tratan de agradarle. Cuando oran, él mezcla con sus oraciones el incienso de su justicia, y las ofrece a Dios como sacrificio fragante. En su fuerza pueden los jóvenes soportar la dureza como buenos soldados de la cruz. Fortalecidos con su poder, son hechos aptos para alcanzar los elevados ideales que tienen delante. El sacrificio hecho en el Calvario es la prenda de su Victoria.—Mensajes para los Jóvenes, 93, 94.Or06 86.5
La oración pone a Dios en acción—Mediante vuestras oraciones fervientes de fe podréis mover el brazo que mueve al mundo. Podéis enseñar a vuestros hijos a orar efectivamente al estar arrodillados a vuestro lado. Elevad oraciones al trono de Dios: “Perdona, oh Jehová, a tu pueblo, y no entregues al oprobio tu heredad, para que las naciones se enseñoreen de ella. ¿Por qué han de decir entre los pueblos: Dónde está su Dios?” Joel 2:17.Or06 87.1
Dios está obrando. Él hace cosas maravillosas; y aunque more en las alturas, la oración puede alcanzar su trono. El que pone y dispone, el que hace cosas maravillosas, considerará la oración contrita de fe del más humilde de sus hijos.—The Review and Herald, 23 de abril de 1889.Or06 87.2
Nuestras voces llegan a los oídos de Dios—Y las palabras dichas a Jesús a orillas del Jordán: “Este es mi Hijo amado, en el cual tengo contentamiento”, abarcan a toda la humanidad. Dios habló a Jesús como a nuestro representante. No obstante todos nuestros pecados y debilidades, no somos desechados como inútiles. Él “nos hizo aceptos en el Amado”. Efesios 1:6. La gloria que descansó sobre Jesús es una prenda del amor de Dios hacia nosotros. Nos habla del poder de la oración, de cómo la voz humana puede llegar al oído de Dios, y ser aceptadas nuestras peticiones en los atrios celestiales. Por el pecado, la tierra quedó separada del cielo y enajenada de su comunión; pero Jesús la ha relacionado otra vez con la esfera de gloria. Su amor rodeó al hombre, y alcanzó el cielo más elevado. La luz que cayó por los portales abiertos sobre la cabeza de nuestro Salvador, caerá sobre nosotros mientras oremos para pedir ayuda con que resistir a la tentación. La voz que habló a Jesús dice a toda alma creyente: “Este es mi Hijo amado, en el cual tengo contentamiento”.—El Deseado de Todas las Gentes, 87, 88.Or06 87.3
Necesitamos luchar con Dios en oración—¿Haremos avanzar la obra del Señor en la forma en que él lo ha señalado? ¿Estamos dispuestos a ser enseñados por Dios? ¿Lucharemos con Dios en oración? ¿Recibiremos el bautismo del Espíritu Santo? Esto es lo que necesitamos y podemos tener en este tiempo. Entonces saldremos con un mensaje del Señor, y la luz de la verdad brillará como un a lámpara que arde, alcanzando todas partes del mundo. Si caminamos humildemente con Dios, él caminará con nosotros. Humillemos nuestras almas, y veremos su salvación.—The Review and Herald, 1 de julio de 1909.Or06 88.1
Las más grandes victorias se logran con oración ferviente—Jacob prevaleció, porque fue perseverante y decidido. Su experiencia atestigua el poder de la oración insistente. Este es el tiempo en que debemos aprender la lección de la oración que prevalece y de la fe inquebrantable. Las mayores victorias de la iglesia de Cristo o del cristiano no son las que se ganan mediante el talento o la educación, la riqueza o el favor de los hombres. Son las victorias que se alcanzan en la cámara de audiencia con Dios, cuando la fe fervorosa y agonizante se ase del poderoso brazo de la omnipotencia.Or06 88.2
Los que no están dispuestos a dejar todo pecado y buscar seriamente la bendición de Dios, no la alcanzarán. Pero todos los que se afirmen en las promesas de Dios como lo hizo Jacob, y sean tan vehementes y constantes como lo fue él, alcanzarán el éxito que él alcanzó.—Patriarcas y Profetas, 201, 202.Or06 88.3
La alabanza y la gratitud dan poder a nuestras oraciones—¿Consistirán nuestros ejercicios de devoción en pedir y recibir? ¿Estaremos siempre pensando en nuestras necesidades y nunca en los beneficios que recibimos? ¿Recibiremos las mercedes del Señor, y nunca le expresaremos nuestra gratitud, nunca lo alabaremos por lo que ha hecho por nosotros? No oramos demasiado, pero somos demasiado parsimoniosos en cuanto a dar las gracias. Si la bondad amante de Dios provocase más agradecimiento y alabanza, tendríamos más poder en la oración. Abundaríamos más y más en el amor de Dios, y él nos proporcionaría más dádivas por las cuales alabarle. Vosotros que os quejáis que Dios no oye vuestras oraciones, cambiad el orden actual, y mezclad alabanzas con vuestras peticiones. Cuando consideréis su bondad y misericordia, hallaréis que él tiene en cuenta vuestras necesidades.Or06 88.4
Orad, orad fervientemente y sin cesar, pero no os olvidéis de alabar a Dios.— Testimonios para la Iglesia 5:297.Or06 89.1
El poder de la oración produce frutos en nuestra obra para Dios—Los que están en las tinieblas del error han sido comprados con la sangre de Cristo. Son el fruto de sus sufrimientos, y ha de trabajarse por ellos. Que nuestros colportores sepan que están trabajando por el avance del reino de Cristo. Él les enseñará, mientras avancen para hacer la obra que Dios les ha señalado, a amonestar al mundo acerca del juicio que se aproxima. Acompañado por el poder de persuasión, el poder de la oración, el poder del amor de Cristo, la obra del evangelista no puede quedar ni quedará sin fruto. Pensad en el interés que el Padre y el Hijo tienen en esta obra. Así como el Padre ama al Hijo, el Hijo ama a los que son suyos, los que trabajan como él trabajó para salvar a las almas que perecen. Nadie necesita sentirse impotente; pues Cristo declara: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra”. Él ha prometido que dará su poder a sus obreros. El poder de Cristo llegará a ser el de ellos.—El Colportor Evangélico, 151.Or06 89.2
Satanás no puede vencer al que ora—El enemigo no puede vencer al humilde alumno de Cristo, al que ora y anda en presencia del Señor. Cristo se interpone entre ambos como un escudo, un refugio, para desviar los ataques del maligno. Se ha prometido lo siguiente: “Porque vendrá el enemigo como río, mas el Espíritu de Jehová levantará bandera contra él”... No hay poder en todo el ejército satánico que pueda desarmar al alma que confía, con sencilla fe, en la sabiduría que desciende de Dios.—Mi Vida Hoy, 326.Or06 89.3
La oración da poder para resistir la tentación—Sin oración incesante y vigilancia diligente, corremos el riesgo de volvernos indiferentes y de desviarnos del sendero recto. Nuestro adversario procura constantemente obstruir el camino al propiciatorio, para que no obtengamos mediante ardiente súplica y fe, gracia y poder para resistir a la tentación.—El Camino a Cristo, 94.Or06 89.4
El descuido de la oración y el estudio de la Biblia nos hace vulnerables a la tentación—Muchas veces las tentaciones parecen irresistibles, y es porque se ha descuidado la oración y el estudio de la Biblia, y por ende no se pueden recordar luego las promesas de Dios ni oponerse a Satanás con las armas de las Santas Escrituras. Pero los ángeles rodean a los que tienen deseos de aprender cosas divinas, y en situaciones graves traerán a su memoria las verdades que necesitan.—El Conflicto de los Siglos, 658.Or06 90.1
Satanás se aterroriza cuando oramos—Hay un gran poder en la oración. Nuestro poderoso adversario constantemente procura mantener lejos de Dios al alma turbada. Una súplica elevada al cielo por el santo más humilde es más temible para Satanás que los decretos gubernamentales o las órdenes reales.—Comentario Bíblico Adventista 7:70.Or06 90.2
La oración fue la fuente del poder de la Reforma—Del lugar secreto de oración fue de donde vino el poder que hizo estremecerse al mundo en los días de la gran Reforma. Allí, con santa calma, se mantenían firmes los siervos de Dios sobre la roca de sus promesas. Durante la agitación de Augsburgo, Lutero “no dejó de dedicar tres horas al día a la oración; y este tiempo lo tomaba de las horas del día más propicias al estudio”. En lo secreto de su vivienda se le oía derramar su alma ante Dios con palabras “de adoración, de temor y de esperanza, como si hablara con un amigo”.—El Conflicto de los Siglos, 222, 223.Or06 90.3