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Manuscritos Inéditos Tomo 2 (Contiene los manuscritos 97-161) - Contents
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    Manuscrito 141—Impresionante visión de acontecimientos futuros

    La presentación que hace la Sra. White de las escenas que le fueron mostradas en relación con el gran conflicto entre Cristo y sus ángeles y Satanás y los suyos, fue una tarea en la que ella estuvo siempre comprometida desde joven hasta la conclusión de su ministerio. Repetidamente le fueron presentadas de modo vivido e impactante algunas de aquellas escenas. A eso mismo se refería ella en 1911: 2MI 201.1

    Mientras redactaba el manuscrito de El conflicto de los siglos, a menudo estuve consciente de la presencia de los ángeles de Dios, y muchas veces se me presentaron de nuevo en sueños las escenas que describía, con el fin de que se mantuvieran frescas y vividas en mi mente.— Carta 56, 1900 (Notes and Papers, p. 134).2MI 201.2

    Una de esas escenas, que se le presentaron en varias ocasiones , fue la liberación de los santos ; precisamente antes de la segunda venida de Cristo. Una de las primeras descripciones se 2MI 201.3

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    Solicitado para su publicación en la Review and Herald. encuentra en el capitulo 68 de Primeros escritos, y se presenta de nuevo en el conocido capítulo 41 de El conflicto de los siglos, titulado «La liberación del pueblo de Dios».

    En 1911 el pastor William C. White, declaró: 2MI 202.1

    « Mientras mamá redactaba esta obra [El conflicto de los siglos], muchas de las escenas le fueron repetidamente presentadas en sueños. La liberación del pueblo de Dios, según se describe en el capítulo 41 se repitió tres veces; y en dos ocasiones, una vez en su casa en Healdsburg, y otra en el Sanatorio de Santa Helena, los miembros de su familia que dormían en habitaciones cercanas fueron despertados por una clara y conmovedora exclamación: «¡Ya vienen! ¡Ya vienen!” [ver El conflicto de los siglos, cap. 41, p. 620]».*En la versión en español de The Great Controversy (El conflicto de los siglos) se ha traducido el original inglés «They come! they come!” (cap. 40 [sic], p. 636, literalmente «¡Ellos vienen!, ¡ellos vienen!”) como «¡Helos aquí! ¡Helos aquí!».2MI 202.2

    El domingo 20 de enero de 1884, mientras pasaba algunos días en el Sanatorio de Santa Helena, la Sra. White escribió una carta a dos destacados dirigentes, George I. Butler, presidente de la Asociación General, y Stephen N. Haskell, pastor de amplia experiencia. En la carta describió una de las escenas que le había sido mostrada el viernes 18 de enero por la noche. Lo que sigue es una clara descripción de aquella experiencia.— Arthur L. White.2MI 202.3

    El viernes por la noche algunos me oyeron exclamar: «¡Ya vienen! ¡Ya vienen!». No puedo decir si estaba soñando, o en una visión. Yo duermo sola. El tiempo de angustia está cercano. Vi a nuestro pueblo tremendamente afligido, llorando y orando, reclamando las seguras promesas de Dios mientras que los impíos nos cercaban, burlándose, y amenazando destruirnos. Ridiculizaban nuestra debilidad, se burlaban diciendo que éramos pocos, y nos desafiaban con expresiones escogidas para herirnos profundamente. Nos acusaban de habernos aislado del resto del mundo. Habían restringido nuestros recursos para que no pudiéramos comprar ni vender, y mencionaron nuestra situación miserable y extrema. No entendían cómo podíamos vivir aparte del mundo. Dependíamos de los demás, y debíamos adaptarnos a las costumbres, prácticas y leyes del mundo, o abandonarlo. Aunque pretendíamos ser el único pueblo en el mundo favorecido por el Señor, todas las evidencias eran de lo contrario.2MI 202.4

    Pregonaban que poseían la verdad, que en su medio se producían milagros; que los ángeles del cielo se comunicaban y caminaban con ellos; que un gran poder, señales y maravillas se manifestaban entre ellos; y que todo ello era el milenio terrenal que habían estado aguardando desde hacía mucho tiempo. El mundo entero había aceptado y estaba de acuerdo con la ley dominical, y ese débil e insignificante pueblo seguía desafiando las leyes del país y la ley de Dios, afirmando que eran los únicos en la tierra que estaban en lo correcto.2MI 203.1

    Proclamaban: «Los ángeles del cielo nos han hablado”, refiriéndose a los muertos por los que Satanás se había hecho pasar, y que ellos afirmaban que habían ido al cielo. «Ustedes enarbolaron el testimonio de los mensajeros celestiales”. Ellos desdeñaron, ridiculizaron y maltrataron a aquellos infortunados. Hubo mucho más, pero no tengo tiempo para ponerlo por escrito.2MI 203.2

    Pero, mientras que la angustia sobrecogía a los fieles a la verdad que no estaban dispuestos a adorar ni a la bestia ni a su imagen, ni acatar un falso día de reposo; alguien dijo: «¡Miren hacia arriba! ¡Miren hacia arriba!». Todos dirigieron la vista a los cielos, que parecían abrirse como cuando un pergamino se enrolla, y vimos como cuando Esteban miró al cielo. Los burladores nos ridiculizaban y nos insultaban, jactándose de lo que pensaban hacernos si seguíamos empeñados en permanecer firmes en nuestras creencias. Pero en aquellos momentos actuábamos como si no los oyéramos; estábamos contemplando una escena que eclipsaba todo lo demás.2MI 203.3

    Se veía claramente el trono de Dios. Lo rodeaban «muchos ángeles. El número de ellos era millares de millares y millones de millones» [Apoc. 5:11, NVI] y junto al trono se encontraban los mártires, entre los cuales contemplé a quienes hasta hacía poco se hallaban en la más horrible miseria, a los cuales el mundo no reconocía, a los que el mundo odiaba y despreciaba. Una voz dijo:2MI 203.4

    «Jesús, que está sentando en el trono, amó tanto a los seres humanos que dio su vida en sacrificio para redimirlos del poder de Satanás, y para exaltarlos hasta su trono. Aquel que está por encima de todos los poderes, que posee todo el poder en el cielo y en la tierra; con quien todas las almas están en deuda por cada favor recibido; que fue manso y humilde, santo, todo ternura y sin mancha. Él obedeció todos los mandamientos de su Padre. La maldad ha cubierto la tierra, ha corrompido a sus habitantes. Los «lugares altos” [Lev. 26: 30] de los poderes terrenales han sido contaminados por la corrupción y las viles idolatrías; pero ha llegado el momento de que los justos reciban la corona de la victoria y del triunfo. Aquellos que fueron considerados débiles e indignos por el mundo, los que no podían defenderse de la crueldad de los hombres, serán coronados como vencedores y más que vencedores”. [Se cita Apoc. 7: 917].2MI 203.5

    Ellos están ante el trono disfrutando del resplandor del eterno día, no como un aislado y débil grupo, sujeto a las acciones satánicas de un mundo rebelde que expresaba los sentimientos, las doctrinas y las sugerencias de los demonios. En el mundo, los adalides de la iniquidad se han vuelto fuertes e implacables dominados por Satanás. Pero, poderoso es Dios el Señor que juzga a Babilonia. Los justos ya no tienen nada que temer a causa de presiones ni engaños, siempre y cuando sean leales y fieles. Alguien más poderoso que cualquier hombre armado, está preparado para defenderlos. Todo poder, grandeza y excelencia de carácter les será concedido a los que han creído y permanecieron en defensa de la verdad, de pie y defendiendo con firmeza las leyes de Dios.2MI 204.1

    Otro ser celestial exclamó con una firme y melodiosa voz:2MI 204.2

    «Han atravesado por una gran tribulación. Han pasado por un rugiente homo en el mundo, alimentado intensamente por las pasiones y los caprichos de los hombres que intentaban obligarlos a adorar a la bestia y a su imagen, y que intentaban forzarlos a que fueran desleales al Dios del cielo. Han venido de las montañas, de las rocas, de las cuevas y cavernas de la tierra, de mazmorras, de prisiones, de tribunales secretos, de la cámara de torturas, de chozas, de buhardillas. Han sufrido dolorosas aflicciones, profundas privaciones, y hondos desengaños. Ya no son el objeto de las burlas y del ridículo de los malvados. Ya no serán considerados como parias y dignos de lástima por aquellos que los desprecian. Quítenles las sucias ropas con las que los impíos se han gozado en vestirlos. Entréguenles nuevas vestiduras, incluyendo los blancos mantos de justicia y colóquenles una brillante corona en la cabeza».2MI 204.3

    Las vestiduras que los cubrían eran las más preciosas que jamás seres humanos hubieran llevado; estaban coronados con diademas de gloria que jamás habían contemplado los seres humanos. Han cesado los días de sufrimiento, de rechazo, de carencias, de hambre; el llanto es cosa del pasado. Prorrumpen en sonoros, claros y armoniosos cantos; ondean palmas en señal de victoria, y exclaman: «¡La salvación pertenece a nuestro Dios, que está sentado en el trono, y al Cordero!» [Apoc. 7: 10].2MI 204.4

    ¡Ojalá que Dios nos unja con su espíritu y nos fortalezca en su poder! En aquel gran día de triunfo final y supremo, se verá que los justos resistieron y que la maldad en todas sus formas, y con toda su altivez, se había convertido en miserable y estrepitoso fracaso, y una derrota. Nos aferraremos a Jesús, confiaremos en él, procuraremos su gracia y su gran salvación. Debemos ocultarnos en Jesús, ya que él es un refugio en la tormenta, apoyo constante en las tribulaciones.— Carta 6, 1884, pp. 14 (a George I. Butler y Stephen N. Haskell, 20 de enero de 1884).2MI 205.1

    Patrimonio White,

    29 de agosto de 1962