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Manuscritos Inéditos Tomo 2 (Contiene los manuscritos 97-161) - Contents
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    Manuscrito 98—Aplicación de los escritos de EGW Arrepentimiento de Urías Smith No divulgar los errores de los pioneros

    Usted me ha escrito sobre qué hacer con el artículo dirigido a la Iglesia de Battle Creek. Mi respuesta es que haga con él lo que considere más conveniente, úselo como usted crea que sirva mejor a la causa de Dios. Por favor, de aquí en adelante, en lo que respecta a alguno de mis escritos, siga su propio criterio a menos que yo haya dado instrucciones específicas. Tras alcanzar el objetivo para el cual había sido2MI 13.1

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    Solicitado por Arthur L. White para aplicarlo a una situación existente en Australia. escrito, usted puede eliminar las referencias personales, generalizar su contenido y usarlo como convenga a los intereses de la causa de Dios. Como usted ha dicho, una gran distancia nos separa, y pueden transcurrir dos o tres meses antes de que cualquier misiva sea respondida, no importa cuán significativa sea. Por tanto, lo mejor es no esperar por mis respuestas a cuestiones de esta naturaleza, en especial cuando su criterio está en sintonía con lo más conveniente, algo a lo que yo no tendría objeción alguna.— Carta 24, 1892, p. 1 (a Urías Smith, septiembre de 1892).

    El martes por la noche me embargó una gran angustia y ni siquiera pude conciliar el sueño. La situación del pastor Smith me agobiaba. Estaba intercediendo por él, clamando al Señor, y no podía dejar de gemir ante Dios. Me invitaron a predicar el viernes en la noche. El salón estaba lleno, y yo presenté un recuento de cómo el Espíritu de Dios había obrado en mí y en las reuniones a las que había asistido. Relaté lo mejor que pude lo edificante que fueron dichas reuniones.2MI 14.1

    Tras mi intervención, y luego de la presentación de muchos testimonios de los que especialmente buscaban a Dios con mucho fervor, sostuvimos un encuentro de gran interés. Fue una buena reunión. El sábado prediqué de Mateo 11:1627. Apliqué sin rodeos estas enseñanzas a los que poseen una gran luz, magníficas oportunidades y maravillosos privilegios; sin embargo, a pesar de ello, su crecimiento y progreso espirituales no estaban en armonía con las bendiciones de la luz y el conocimiento que Dios les había dado. La congregación de unas dos mil personas quedó profundamente impresionada. Mientras hablaba experimenté una enorme sensación de libertad. En la tarde, la asamblea se dividió en pequeños grupos y escuché que hubo algunos muy edificantes.2MI 14.2

    El lunes, el pastor Smith me visitó y sostuvimos una amena y sincera conversación. Percibí que abrigaba un espíritu muy distinto del que había mostrado meses atrás. No revelaba una postura severa e inexorable; mis palabras le impactaron, le mostré con precisión la trayectoria que había asumido y el daño que había causado. Me dijo que él deseaba estar en armonía con los testimonios del Espíritu de Dios. Yo le había enviado una carta de trece páginas, que escribí con palabras muy sencillas. El martes vino a verme de nuevo y me preguntó si podía reunirme con él y con un selecto y reducido grupo, puesto que quería hablar conmigo. Le respondí que sí.2MI 14.3

    Ayer miércoles, nos reunimos en mi oficina. El pastor Smith leyó delante de todos la carta que le había enviado, y dijo que él la aceptaba como un mensaje de Dios. Él hizo mención del Congreso de Minneapolis y se refirió a la actitud que había albergado y que me había provocado tanta tristeza. El hermano Rupert también hizo su confesión, por lo que gozamos de una excelente y edificante reunión. El hermano Smith ha caído sobre la Roca y ha sido quebrantado; ahora el Señor Jesús trabaja con él. Al salir de la habitación, tomó mi mano y dijo: «Si el Señor me perdona por el sufrimiento y la angustia que le he provocado, yo le diría a usted que es la última vez que lo hago. Yo la apoyaré. Los testimonios de Dios nutrirán mi experiencia». Es raro que el pastor Smith llore, pero él lloró y su voz se quebró por el llanto. Por tanto, sepan que tengo motivos para estar alegre y para alabar al Señor. El profesor Bell también estuvo presente. El pastor Smith admitió el daño que le había causado en 1882 con relación a un debate que se suscitó en la escuela. Oh, ¡cuánto me alegré al ver, escuchar y saber que fue removido todo lo que había impedido que la presencia del Espíritu de Dios se manifestara en nuestras reuniones!— Carta 32, 1891 (al hermano y hermana J. S. Washburn, 8 de enero de 1891).2MI 14.4

    No milita en la causa de Cristo el que vilipendie el carácter de las personas que Jesucristo ha hecho uno con él, y que por medio de la gracia divina han adquirido el valor moral para aceptar una verdad impopular y sufrir oprobios por la causa del Señor. Los que han aceptado la verdad divina son amados por Cristo [Juan 17: 1726].2MI 15.1

    Los santos han sufrido por causa de la verdad, y algunos han dormido en Jesús abrigando la esperanza del mensaje del tercer ángel. Mediante la gracia que se les ha concedido han presentado su fe ante muchos testigos. A cada paso han puesto en práctica la abnegación y el sacrificio personal. No fracasarán ni se desanimarán, y podrían decir con el apóstol Pablo: «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está reservada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida» [2 Timoteo 4: 7, 8].2MI 15.2

    ¿Le parece lógico que las faltas y los errores de los que duermen en Jesús sean expuestos ante el mundo y que sean mostrados como pecadores aquellos de los que tenemos motivos para creer que sus nombres se hallan inscritos en el Libro de la Vida del Cordero, y cuya vida de lucha, de sufrimiento y privaciones ha concluido? ¿Será apropiado que hombres finitos, que cuentan con el beneficio de la experiencia ajena para evitar las equivocaciones y los fracasos que han cometido, hombres que han tenido la bendición de la luz divina, que esos escogidos de Dios han recibido para ser capaces de vencer mediante la sangre del Cordero y la palabra del testimonio de ellos, que esos santos de Dios sean descritos como personas cubiertas con vestiduras viles? ¡Dios nos libre! Más bien debería decirse: «Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” [Apoc. 14: 12, RV60]. La fe que ellos profesaron supera a la que muchos profesan en la actualidad. Ellos entendieron, aceptaron y compartieron la redención que libremente aceptaron y que experimentaron a través de Jesucristo.— Manuscrito 27, 1894, pp. 24 (a «Dear Brethren in the Seventhday Adventist Faith” [A los estimados hermanos en la fe adventista], 7 de junio de 1894).2MI 15.3

    Patrimonio White,

    30 de octubre de 1958