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    Capítulo 14

    El dinero importa – Asaltantes en el camino – Buscando barcos para carga – Un teniente muerto de un tiro – Navegando a casa – Tabaco – Reflexiones serias – Pasando el Cabo de Hornos – El Ecuador – La estrella polar – Vendaval violento – Un repentino cambio de viento – Posición desesperada – Feliz avistamiento de tierra – Canal de Vineyard – Llegada a Boston – En casa – Otro viaje – Frente al Cabo de Virginia – Rumbo afuera

    Como recibíamos especias en pago por nuestras cargas de bienes, y el gobierno prohibía exportar tanto eso como el oro y la plata, necesariamente estábamos sujetos a muchos inconvenientes y pérdidas al tratar de obtener ganancias para nuestros dueños. Muchos de los capitanes que comerciaban en el Pacífico también eran sobrecargos. Estando obligados a realizar nuestros negocios en dos aduanas, Callao y Lima, con diez kilómetros [seis millas] de distancia, llegaba a ser necesario tener nuestros propios caballos para pasar entre los dos lugares. Al volver a Callao¸ generalmente cargábamos nuestras personas con tanto efectivo en dólares y doblones como estimábamos prudente arriesgar, en las botas y los cinturones, atados debajo de nuestra ropa. Hacíamos esto porque estábamos sujetos también a ser asaltados por el camino, y también porque los oficiales de la aduana nos examinaban antes de embarcarnos en el puerto. Generalmente distribuíamos parte entre los tripulantes de nuestros barcos hasta que estábamos a bordo de nuestros navíos, y luego lo depositábamos para ser guardados a bordo de uno de nuestros barcos de guerra, pagándole al comandante el uno por ciento por depósito.AJB 127.1

    Nuestros oficiales del gobierno recibían y protegían de este modo nuestra propiedad porque era nuestra. Dos de mis tripulantes fueron examinados un día cuando estaba a punto de embarcar, y se les ordenó que fueran a la aduana. Los seguí. Tenían unos doscientos dólares encima. Los dos oficiales que los detuvieron, contaron el dinero, desearon saber cuánto yo estaba dispuesto a darles si soltaban a los marineros sin informar del asunto a la aduana. “Un doblón”, le dije. “No”, dijeron ellos, “nos dividimos la suma con usted”. Les repliqué: “Si no aceptan mi oferta, vayan y hagan el informe y dejen que el gobierno tome todo, si quieren”. Ellos intentaron mostrarme que mi proceder era ilegal, y que yo tendría problemas. Les di a entender que yo solo perdería mi dinero, pero ellos, algo más, por ofrecerme dividirlo con ellos y apropiarse de una parte. Decidieron finalmente devolverme todo el dinero, excepto el doblón que les había ofrecido. Después de eso, estos hombres nunca más me molestaron cuando me embarcaba. Un día, un grupo pequeño de hombres estaba de paso con dinero, cuando un grupo de hombres armados a caballo los atacaron y exigieron su dinero, y les pidieron que se sacaran la ropa para estar seguros de conseguir todo lo que tenían. Después de quitarles todo, huyeron a las montañas.AJB 127.2

    Se informó que el barco Friendship, de Salem, Massachusetts, tenía once mil dólares a bordo¸ después de haber vendido su carga en Lima. El gobierno envió una compañía de soldados con oficiales a la aduana para tomar posesión del barco. Hicieron una búsqueda diligente, pero no encontraron nada; no obstante, quedaron a cargo del barco muchos días, y les dieron muchas dificultades. El dinero estaba allí, guardado tan ajustadamente entre las vigas que sujetaban la cubierta, en la parte alta de las cabinas¸ donde el cielorraso estaba terminado y pintado¸ que nadie habría sospechado que el dinero pudiera estar allí. Después que el gobierno le devolvió el barco al sobrecargo, éste sacó el dinero y lo transportó al barco norteamericano Franklin 74. Pronto después de esto, un barco de Boston fue secuestrado en el puerto, en la noche, y pasaron varios meses antes que el capitán, quien lo persiguió, lo recuperó y lo trajo de vuelta.AJB 128.1

    Un día, en conversación con uno de los oficiales peruanos, que estaba jactándose de la independencia del Perú, y de su libertad del gobierno español, le preguntaron cuál era su concepto de libertad. “Bueno”, dijo, “si tienes un buen caballo y yo lo quiero, si soy más fuerte que tú, ¡me tomo el caballo!” Parecía que otros, cuando querían nuestro dinero y barcos, tenían la misma opinión.AJB 128.2

    Mientras estuvimos allí, un teniente del ejército patriota peruano se fugó y se unió a su enemigo. Fue tomado, juzgado, y condenado a ser fusilado fuera de los muros de la ciudad de Lima. Esta era una manera de quitar la vida que nunca presencié. Para satisfacer mi curiosidad me fui con la vasta multitud de ciudadanos, y tomé una posición en la parte alta del muro de la ciudad, muy cerca del lugar donde el condenado estaba sentado, atendido por un sacerdote católico. Poco después le pusieron una venda sobre los ojos. Frente a él, un grupo de oficiales militares estaba maniobrando con sus tropas, hasta más o menos la hora designada para su fusilamiento, cuando todos ellos se ubicaron en columnas, los primeros estaban como a unos 18 metros [veinte yardas] del condenado. Ante una orden, unos seis hombres avanzaron de sus filas hasta unos pocos metros del pobre hombre, y apuntaron sus mosquetes a su cabeza. A otra orden, abrieron fuego. Su cabeza se inclinó sobre su hombro al parecer tan rápidamente como si la hubieran cortado con un hacha. Al parecer murió sin luchar. El escuadrón militar entonces se marchó en medio de una ensordecedora música marcial. El muerto fue llevado para sepultarlo. La excitación de la mañana había pasado. Pronto me encontré casi solo en medio de la vasta concurrencia de ciudadanos que regresaban lentamente a sus estancias, resolviendo en mi mente que nunca más iría voluntariamente a ver cómo fusilaban a otro hombre.AJB 128.3

    Había estado ahora en el Océano Pacífico unos catorce meses, y estaba terminando mis negocios y preparándome para regresar a los Estados Unidos. El barco Candace, con el Capitán F. Burtody, estaba por zarpar a Boston, Massachusetts, en el cual saqué mi pasaje.AJB 129.1

    El capitán Burtody y yo acordamos mutuamente que cuando el Candace levara su ancla, desde ese momento dejaríamos de mascar tabaco. Para la última semana de noviembre de 1823, todos los tripulantes fueron llamados para levar anclas. Nadie sino los que experimentan estos sentimientos pueden contar la emoción que llena cada alma, desde el capitán hasta el ayudante de cabina, cuando se da la orden: “¡Levando ancla rumbo a casa!” Nueva vida, con energía y fortaleza, parece impulsar a todos a bordo. Los endurecidos marineros toman sus barras, el torno comienza a girar y traer a cubierta el cable empapado en agua. El gallardo barco, al parecer participando con su alegre tripulación, avanza paso a paso hacia su ancla, hasta que el oficial grita: “¡Paren! ¡El cable está vertical!” Ahora se sueltan las velas más altas, y levantadas hasta el tope del mástil principal, y las velas se ajustan para que la proa del barco apunte a la salida del puerto. Ahora, los hombres vuelven al torno. Pronto el ancla se suelta del fondo. Unas pocas vueltas más del torno, y el barco está libre. El ancla está arriba y la guardan en su lugar, las velas se llenan con el aire de una brisa fresca. Los marineros gritan: “¡Vamos a casa!” Los sentimientos de los marineros que todavía quedan en el puerto, son algo como: “El barco ha levado ancla, y está saliendo del puerto, rumbo a casa. Les deseamos éxito. Desearía que también fuéramos nosotros”. No importa cuántos mares hay para viajar, o cuántas tormentas los esperan, o cuán lejos están de casa, el alegre sentimiento todavía vibra en cada corazón: “¡Hogar, dulce hogar! ¡Nuestra ancla se levanta para ir a casa!”AJB 129.2

    Nuestro buen barco ahora estaba con su vela principal en el mástil, hasta que el barco llegó al lado del comodoro que tiene nuestras especias y la plata, que el capitán Burtody y yo habíamos ganamos comerciando. Cuando todo eso está seguro a bordo, se izan todas las velas. Ahora es de noche, y estamos pasando nuestra última referencia (San Lorenzo), y saliendo para un largo viaje de quince mil kilómetros [ocho mil quinientas millas]. El mayordomo informa que la cena está lista. “Aquí va mi tabaco, Bates”, dijo el capitán Burtody, sacándoselo de la boca y arrojándolo por la borda. “Y aquí va el mío, también”, dije yo, y esa fue la última vez que contaminó mis labios. Pero el capitán Burtody no pudo vencer, y me rogaba que reanudara mi hábito. Ahora yo estaba libre de los espíritus o licores destilados, del vino y del tabaco. Paso a paso había ganado esta victoria; la naturaleza nunca los requirió. Nunca usé los artículos, excepto para acompañar a mis asociados. Cuántos millones se han arruinado por tales hábitos degradantes y ruinosos. Cuánto más humano me sentí cuando gané el dominio en estas cosas, y las vencí todas. También estaba haciendo grandes esfuerzos para conquistarme a mí mismo en otro pecado flagrante, que había aprendido de los malvados marineros. Era el hábito de usar lenguaje profano. Mi padre había sido un hombre de oración desde el momento en que tuve conciencia de él. Mi madre abrazó la religión cuando yo tenía unos doce años de edad. Nunca me atreví, ni siquiera después de casado, a hablar con irreverencia de Dios en la presencia de mi padre. Como él procuró enseñarme el camino en que debía andar, yo conocía el camino, pero las escenas variadas de los anteriores 16 años de mi vida me habían arrancado del camino que ahora estaba procurando recuperar. En nuestro viaje del Cabo de Hornos al Pacífico, traté con energía quebrar el viejo hábito de jurar, y le dije a mi hermano que él no debía jurar, ni permitir que los marineros lo hicieran, porque yo no lo permitía. Como ahora tenía mucho tiempo libre, leía gran parte de mi tiempo y muy a menudo, especialmente los domingos, muchos capítulos de la Biblia. Al hacer esto, llegué a la conclusión de que me estaba haciendo un cristiano bastante bueno.AJB 129.3

    Nuestro barco continuó avanzando, y al llegar al Cabo de Hornos, nos encontramos con una tormenta violenta; pero el viento era favorable para ir hacia el este, de modo que en 48 horas habíamos dado la vuelta sin problemas al Cabo de Hornos en el Océano Atlántico sur, con rumbo hacia el norte, hacia casa. Al acercarnos al ecuador, algunas de las estrellas bien conocidas del hemisferio norte comenzaron a aparecer, particularmente las Guardas [Pointers] de la Osa Mayor, que siempre dirigen al marino andariego hacia la estrella Polaris. Como nuestro buen navío Candace seguía avanzando desde el océano meridional al ecuador, las “Guardas” indicaban que la estrella polar estaba en el horizonte norte.AJB 130.1

    La noche era clara, los guardias en cubierta estaban todos esperando la aparición de la estrella polar. Al fin la vieron, apenas pasando la neblina del horizonte norte, aparentemente a un metro veinte a uno cincuenta [cuatro o cinco pies] por sobre la superficie del océano. Esta primera visión de esta bien conocida estrella de los marinos, ascendiendo desde el Océano Meridional, a menudo es más reconfortante a sus corazones que 24 horas de viento normal. Si no teníamos manera de determinar nuestra latitud por medio de instrumentos náuticos, deberíamos saber por la anterior aparición de esta estrella, que estábamos por lo menos a doscientos veinte kilómetros [ciento veinte millas] al norte del ecuador. Mientras nuestra buena reina Candace avanzaba en su curso entrando al Océano del norte, estremeciéndose bajo la refrescante brisa de los vientos alisios del noreste, nuestros corazones se alegraban noche tras noche al ver la misma estrella elevándose más y más en los cielos del norte, una señal inequívoca de que estábamos avanzando rápidamente hacia el norte, acercándonos cada vez más a casa.AJB 131.1

    He oído afirmar de los marineros portugueses, que cuando sus barcos regresaban rumbo a casa en su viaje de Sudamérica a Portugal, tan pronto como veían la estrella polar sobre el horizonte norte, era el momento y el lugar donde arreglaban cuentas y pagaban a los tripulantes de sus barcos hasta esa fecha.AJB 131.2

    Habíamos pasado ahora del lado del viento las Islas de las Indias Occidentales, lejos de la influencia de los vientos alisios del noreste, y nos estábamos acercando a la temida Corriente del Golfo en la costa sur de Norteamérica, avanzando delante de un veloz aumento del viento del sureste, que parecía muy semejante a la de 1818, que había experimentado a bordo del barco Frances, mencionado antes. El capitán Burtody y yo mismo recordamos nuestra anterior experiencia en esos tiempos tan difíciles, y la posición peligrosa en que se ubican los barcos al encontrar un cambio instantáneo del viento en esas tormentas violentas, a menudo volviéndolos inmanejables, especialmente en esta corriente y alrededor de ella.AJB 131.3

    El Candace estaba en buen estado en términos de sus aparejos, y tal vez tan bien preparado para contender con esta tormenta como cualquier otro barco. Ahora volaba viento en popa delante del terrible vendaval bajo una vela delantera y la superior atada. Al hacerse de noche, los elementos parecían en una temible conmoción. La tarea importante de los oficiales y el timonel ahora era mantener el barco quieto, o directamente delante de las olas montañosas. Como el capitán Burtody se había ubicado en el puente de mando, para dar todas las órdenes necesarias respecto al manejo del barco durante la violencia de la tormenta, y mi confianza en su habilidad náutica no había disminuido, llegué a la conclusión que debía ir abajo y descansar si podía, y como los demás pasajeros, no estorbar.AJB 131.4

    La lluvia caía fuerte, y como a la medianoche escuché el fatídico grito: “¡El barco está parado!”, otro grito al timonel, y otro para que toda la tripulación fuera a cubierta. Corrí hasta la escalerilla, donde vi que lo que más habíamos temido estaba ocurriendo; o sea, la rugiente tormenta del sureste había cesado de repente, y ahora rugía del cuadrante opuesto. Tan pronto como llegué a cubierta, vi que las velas de tormenta estaban contra el mástil, y la proa estaba girando hacia el oeste contra las tremendas y montañosas olas que casi parecían pasar por encima de nosotros desde el sur, y causar nuestra inmediata destrucción. El capitán Burtody, con toda la tripulación que se podía ver, estaban tirando con todas sus fuerzas de las vergas principales del lado de estribor. Viendo el peligro inminente en que estábamos, grité con todo lo que daba mi voz, “¡Suelten las vergas de estribor, y vengan de este lado, y tiren de las vergas de babor!” El capitán había supuesto que el barco obedecería a su timón, y giraría la proa hasta el este. Cuando mi grito captó su atención, él vio que la proa del barco estaba moviéndose en la dirección opuesta. Entonces soltaron las vergas de estribor, y se amontonaron para tirar de las vergas de babor. Las velas se llenaron, y el barco una vez más se puso en la dirección correcta, aunque en una posición sumamente peligrosa por las terribles olas contra su lado opuesto al viento. Antes de que sus velas se llenaran, había perdido su avance, y apenas había escapado de ser volcado con una ola furiosa, que le daba la apariencia de ir hacia abajo de proa. Cómo había escapado de ser envuelto por estas olas, es algo que supera nuestro entendimiento. Después que se restableció el orden, le expresé mis disculpas al capitán por asumir la dirección de su barco, y fui alegre y libremente perdonado.AJB 132.1

    Con el paso del huracán, cruzamos el Golfo, y anduvimos por aguas profundas cerca de la costa. Ahora nos dimos cuenta de que estábamos en medio del invierno. Al final se levantó el grito: “¡Tierra!” Descubrimos que era Block Island, R. I. Una vista ansiada, poder ver nuestra tierra natal a sesenta y cinco kilómetros [cuarenta millas] de casa, asomándose a la distancia. Sí, ver tierra después de haber estado viendo cielo y agua por tres largos meses, fue un gran alivio. Pero aquí viene el bote con un piloto. “¿De dónde vienen?” “Del Océano Pacífico”. “¿Hacia dónde se dirigen?” “A Boston”. “¿Tomarán un piloto para pasar el Canal de Vineyard? Siempre es más seguro en el invierno”. “Sí, venga”. En pocos minutos más, el piloto toma el control total del barco, apuntando al Canal de Vineyard. El bote de pilotos entonces gira hacia el mar para buscar a otro barco que se dirige a casa. Lo siguiente es: “¿Qué noticias hay de los estados, piloto?” “¿Qué se sabe de Europa?” “¿Cuál es el estado del mundo?” “¿Quién será nuestro próximo presidente?” etc., etc. Sin esperar una respuesta, “¿Tiene usted algunos diarios?” “Sí, pero no son el último”. “No importa, será nuevo para nosotros; hace mucho tiempo que no hemos sabido nada de la tierra de los vivientes”.AJB 132.2

    A la noche, anclamos en Holmes’ Hole, un puerto espacioso en Vineyard para barcos que navegan a vela hacia Boston. Pronto había a nuestro lado muchos botes. De las muchas canastas con diversas clases de pasteles, tortas fritas, manzanas, etc., etc., que esta gente presentaba en nuestras cubiertas, fuimos llevados a creer que la buena gente de la orilla adivinó que estábamos muy hambrientos de sus buenos productos. En realidad, tuvimos un festín momentáneo. Además de estas cosas, tenían una abundancia de grandes canastos con medias tejidas, guantes, etc. Una provisión de estas cosas era muy aceptable en esta estación fría. Al dejar el barco en la tarde, hubo bastante inquietud entre los boteros por buscar sus canastos. Un hombre estaba mirando en el pasillo de las cabinas, preguntado a su vecino John si había visto algo de su trabajo tejido. ¿Qué? pensé yo, ¿los hombres tejen medias aquí? ¿Llevan sus tejidos con ellos? Pronto supe que él se refería a su canasta de medias. El viento nos favoreció, y pronto pasamos alrededor del Cabo Cod y entramos a la Bahía de Massachusetts, y al día siguiente anclamos cerca de la ciudad de Boston, alrededor del 20 de febrero de 1824, después un viaje de tres meses desde la Bahía de Callao.AJB 133.1

    Nuestro viaje fue muy lucrativo, pero desafortunadamente uno de los dos dueños quebró durante el viaje, lo que costó mucho tiempo y gastos antes de que se realizara un arreglo final.AJB 133.2

    Unos noventa kilómetros [cincuenta y cinco millas] por diligencia, y estaba una vez más en casa. Una niñita de ojos azules de dieciséis meses, a quien nunca había visto, me esperaba con su madre para darme la bienvenida una vez más ante el alegre y cómodo fuego en la sala. Como había estado ausente de casa más de dos años, me propuse gozar la sociedad de mi familia y amigos por un tiempo. Después de unos pocos meses, sin embargo, me comprometí para otro viaje a Sudamérica, o a cualquier parte donde pudiera hacer un buen negocio. Se había botado un nuevo bergantín, arreglado a nuestro gusto, llamado Empress, de New Bedford. Parte de una carga surtida se recibió a bordo en New Bedford. De allí zarpamos como el 15 de agosto de 1824, hacia Richmond, Virginia, para terminar de cargar harina para Río de Janeiro y el mercado.AJB 133.3

    Después de terminar la carga en Richmond, pasamos por el río James y anclamos en Hampton Roads, para conseguir nuestro armamento en Norfolk. Como no encontramos ningún cañón montado, seguimos nuestro viaje sin él. No es necesario ahora que un comerciante lleve cañones como era antes, por causa de los barcos piratas. El 5 de septiembre desembarcamos a nuestro piloto cerca del faro del Cabo Henry, y emprendimos curso hacia el sureste, para encontrarnos con los vientos alisios del noreste.AJB 134.1

    Desde el momento en que resolví no beber más vino (en 1822), ocasionalmente había bebido cerveza y sidra. Pero ahora al levar ancla de Hampton Roads decidí que de ahora en adelante no bebería malta, cerveza o sidra de ninguna clase.AJB 134.2

    Mi perspectiva de hacer un viaje lucrativo y exitoso era ahora más lisonjera que mi último viaje, porque ahora era dueño de una parte del Empress y de su carga, y tenía la confianza de mis asociados para vender y comprar cargas tan a menudo como fuera para nuestro beneficio, y usar mi juicio acerca de ir a la parte del mundo que deseara. Pero con estas muchas ventajas para obtener riquezas, me sentía triste y nostálgico. Me había provisto de una cantidad de lo que estimaba libros interesantes, para leer en mis horas de ocio. Mi esposa pensó que había más novelas y romances de lo necesario. Al empacar mi baúl de libros, colocó un Nuevo Testamento de bolsillo, sin que yo lo supiera, encima de lo demás. Al abrir este baúl para buscar algunos libros de mi interés, tomé el Nuevo Testamento, y encontré en la página inicial la siguiente pieza poética, de la Sra. Hermans, puesta allí para capturar mi atención:AJB 134.3

    “Las hojas tienen su momento de caer,AJB 134.4

    y las flores de marchitarse ante el soplo del viento norte,AJB 134.5

    y las estrellas de ponerse, pero todo,AJB 134.6

    tú eres dueña de todas las estaciones, ¡oh Muerte!AJB 134.7

    El día es para los asuntos de la vida,AJB 134.8

    la tarde para felices encuentros junto al fogón,AJB 134.9

    la noche, para los sueños al dormir, la voz de la oración,AJB 134.10

    pero todo para ti, tú, lo más poderoso de la tierra.AJB 134.11

    La juventud y un pimpollo de rosaAJB 134.12

    pueden parecer cosas por demás gloriosas para decaer,AJB 134.13

    y sonreírte… pero tú no eres de aquéllosAJB 134.14

    que esperan que madure la flor para arrancar su presa.AJB 134.15

    Conocemos cuando las lunas decrecen,AJB 135.1

    cuando las aves del verano el océano de lejos cruzan,AJB 135.2

    cuando los matices del otoño tiñen el dorado grano,AJB 135.3

    pero, ¿quién nos enseñará cuándo esperarte?AJB 135.4

    ¿Será cuando el primer viento primaveralAJB 135.5

    surge para susurrar dónde están las violetas?AJB 135.6

    ¿Será cuando en nuestra senda las rosas empalidecen?AJB 135.7

    Ellas tienen una estación… ¡todas son nuestras para morir!AJB 135.8

    Tú estás donde las ondas espuman,AJB 135.9

    tú estás donde la música se disuelve en el aire;AJB 135.10

    tú estás con nosotros en nuestro tibio hogar,AJB 135.11

    el mundo nos llama… y allí tú estás!AJB 135.12

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